Soledad no estás sola

Elvira Hernández Carballido

Ya 365 días repitiendo con la fuerza del corazón, con el coraje del alma, con la fe eterna: “Justicia para Sol”.

Ya un año de apretar los puños, de apuntar con ellos hasta el cielo, de deshacer el nudo en la garganta y gritar: “Justicia para Sol”.

¿Cómo puedes consolar a una madre que ha perdido a su hija, cómo puedes compartir tus lágrimas y saber que no es suficiente porque no hay consuelo alguno, cómo palpas que un abrazo eterno no es suficiente porque el duelo sigue doliendo?
Desde el primer momento que conocí a Soledad Jarquín supe que estaba frente a una periodista de verdad, la que busca y encuentra la noticia en el lugar de los hechos, que pregunta de frente, que argumenta con razones, que denuncia toda injusticia, aliada del feminismo, sensible y fuerte, talentosa e incansable. Premio Nacional de Periodismo, defensora de los derechos humanos, caracola dispuesta a darnos voz en los espacios periodísticos del país donde colabora, escritora que analiza en sus libros la situación de las mujeres en Oaxaca, compañera de tantas luchas. Por eso, el asesinato de su hija nos ha dolido a todas, lo hemos llorado con ella, pero de ese profundo dolor la misma Soledad nos saca para transformarla en fuerza e indignación, en consigna y semilla de lucha que crece cada día.

El 2 de junio de 2018 su hija María del Sol Cruz Jarquín fue asesinada en Juchitán de Zaragoza por un comando armado cuando ella acompañaba a una candidata a síndica de ese municipio. La noticia nos estremeció, nos hizo maldecir fuerte, llorar y llorar tanto, pero la misma Soledad nos puso el ejemplo al escribir una sensible crónica de la manera en que encontró a su hija, limpió su rostro lleno de tierra, habló con ella en esa silenciosa morgue, le prometió justicia. Y aquí estamos, dispuestas, enojadas, indignadas, fuertes y unidas para repetir: “Justicia para Sol”.

Desde entonces, cada mes, cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, Soledad Jarquín no ha dejado de reclamar y de exigir, de escribir y de denunciar: “En mi familia priva el silencio desde que María del Sol no llega a casa, desde que no escuchamos su voz ni su alegría permanente, no tenemos su abrazo cariñoso de cada día. En mi casa priva la incertidumbre y el dolor. No le pido que nos compadezca, le exijo justicia”. Así empieza uno de los tantos escritos, este destinado al gobernador de Oaxaca, donde su voz resuena segura, irreverente, rebelde, tan triste y tan fuerte a la vez: “Justicia para Sol”. No hay periodista que no se haya unido a ese reclamo, no hay amiga que no llore la muerte de Sol como la de nuestra propia hija, siempre dispuestas a unirnos al reclamo, a pedir una y mil veces: “Justicia para Sol”.

Cada vez que veo a Soledad Jarquín un abrazo eterno nos acompaña, guardamos las lágrimas para después, el silencio se rompe mientras los latidos de nuestro corazón delatan el cariño y la sororidad que nos une. Sé que no tengo palabra alguna para consolarla, para arrancarle ese hueco que hay en su alma, pero me coloco a un lado de ella, levanta el puño al cielo y me uno a su grito: ¡Justicia para Sol! Porque Soledad Jarquín, Soledad, no estás sola.