Ministro Arturo Zaldívar

**Sin Punto y Coma.

/ Vladimir Galeana /

 

Con el respeto que usted me merece, le diré que soy un miembro de la Generación 1973-77 de la Facultad de Derecho en la Universidad Nacional

Autónoma de México, y de la que me siento muy orgulloso porque de esa Facultad han egresado Grandes hombres y mujeres que le han dado brillo no tan solo al ejercicio cotidiano de la Abogacía, porque también han sobresalido como impartidores de justicia en todos los ámbitos, y la mayor parte de ellos se han convertido en respetables miembros del Poder Judicial, ese que por ahora usted avergüenza.

Desconozco si usted recuerda que uno de los auditorios más afamados de nuestra insigne Alma Mater es el Auditorio “Ius Semper Loquitur”, cuyo significado en español es ““El Derecho Siempre Será Hablado”. Y hay de aquel alumno que se haya olvidado de su juramento cuando recibió su título profesional. O de aquel que en la práctica profesional haya faltado a los principios que en esas aulas le fueron ministrados por los grandes juristas con que siempre ha contado mi excelsa Universidad y mi bien recordada Facultad.

Usted estudió en la Escuela Libre de Derecho, donde también se han formado muchos de quienes en la práctica profesional han detentado la particularidad de la honestidad cuando de servir a la gente se trata, porque también conozco muchos que han faltado a su juramento, y pareciera que usted ha abdicado de ese mismo juramento que hicimos quienes pasamos por esas aulas y tuvimos maestros excepcionales como Don Andrés Serra Rojas, Guillermo Florís Margadant, Raúl Cervantes Ahumada, María Leoba Castañeda Rivas, Manuel Ovilla Mandujano, y tantos otros más que se convirtieron en miembros de la historia universitaria.

No sé donde haya usted estudiado Ministro Arturo Saldivar, pero muy poco me importa porque usted formará parte de la la historia negra de este país y será un ejemplo perenne por sus actos lesivos a la Patria y al ejercicio jurídico. De verdad que me apena mucho saber que un abogado que llega a Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se sume a un proyecto político cuya principal característica es la destrucción de las instituciones, la concentración del poder, y la servil y genuflexa posición a un sujeto que por muy Presidente de la República que sea, no es más que un tiránico aventurero que pretende conculcar los derechos de los mexicanos para el establecimiento de una lamentable tiranía.

Usted ha sido cómplice de los asesinatos que por omisión ha cometido Andrés Manuel López Obrador. Recuerde que uno de sus primeros actos fue dejar sin medicamentos a los niños con cáncer, y usted desde su posición de Ministro de la Suprema Corte de la Nación nunca impuso el imperio de la ley para evitar esas muertes, y después cínicamente se convirtió en el tapete favorito del tirano en ciernes. Por si usted no lo sabe, a los mexicanos nos da coraje y pena que la antigua casa residencial de Los Pinos, ahora sea ocupada por Arturo Díaz Canel, el tiránico asesino que somete al pueblo de Cuba por la fuerza de las armas y el hambre.

Si de algo puede tener usted la seguridad, es que algún día iré a bailar encima de su tumba, así como la del señor Andrés Manuel López Obrador, porque ustedes dos siempre serán recordados como los más grandes sátrapas de la historia mexicana. No hay tiempo que dure tanto dicen por ahí, y los dos tendrán en su momento el inevitable juicio de la historia, y pueden tener la seguridad de que serán enviados al ostracismo, que no es otra cosa que el asolamiento de la vida pública motivado por cuestiones políticas. En nuevo, Victoriano Huerta, encarnado en López Obrador, se embriaga todos los días en ese poder que le concedieron los mexicanos, pero a

Algún día entregará cuentas. Por lo pronto muchos seremos los que saquemos sus despojos para arrastrarlos en la miseria de su mendicidad. Al tiempo.

Vladimir.galeana@gmail.com