/ Isabel Turrent /
Como los dictadores del pasado, los del siglo XXI buscan concentrar todo el poder en su persona. Están atorados en el estadio weberiano del carisma: son indispensables porque el cimiento del nuevo régimen que pretenden inaugurar es su atractivo personal. El mundo digital de hoy y la fácil comunicación han creado un mapa de ruta que comparten todos los tiranos nacionalistas, de Rusia a Venezuela, a la derecha racista en Estados Unidos y México.
López Obrador comparte ese esquema de hacer política. De cara a los ciudadanos su instrumento favorito de control es la desinformación. Sin la sofisticación con que armó su sistema propagandístico Putin por años, y luego Trump con la ayuda de Fox News, el objetivo y los modos de López son los mismos. Las descalificaciones ya se le están acabando (todos sus opositores son conservadores, retrógradas, neoliberales, claro, corruptos y de derecha), así que esta semana plagió el “neonazismo” con el que Putin etiqueta a todos los ucranianos y sumó a su repertorio la palabra “facho”.
Con sus críticos en el casillero de los villanos la retórica de López y de sus vasallos es confundir (un buen ejemplo es el teatro de los miércoles donde una portavoz truculenta convierte las verdades en mentiras o en medias verdades). Sembrar la duda, porque es el mejor camino para destruir la sociedad civil, la libertad de expresión y el derecho al disenso que la sostienen.
Lo que queda en la mente de sus escuchas es la confusión: tal vez los periodistas críticos no son tan honestos. No buscan exponer la verdad sino los intereses de “grupos de poder” (que sólo existen en la imaginación de López: jamás los ha identificado con nombres e “intereses”). No importa, ya sembró la duda. Tal vez los funcionarios de la 4T no son corruptos (cuando la verdad es que vivimos en la era bien conocida del robo sexenal. Atrás de la soberbia de muchos funcionarios de este gobierno está muy claro el mensaje: “ustedes ya fueron dueños del botín, ahora es nuestro”). Quizás las clases medias no son tan patriotas -por aspiracionistas- y los doctores nos han engañado: no estaban donde debían durante la pandemia de Covid. Los ataques al INE están en el centro de esta campaña de desinformación. La meta final es destruir cualquier organización autónoma incluyendo las universidades.
Todas las campañas de desinformación necesitan eco. Y López tiene una secta que profesa una lealtad tribal a la 4T (whatever that is) y está dispuesta a defender tres asuntos que la expulsa automáticamente de cualquier debate racional: el desabasto de medicamentos oncológicos para niños; la violencia que devasta al país, en primer lugar la que ha costado la vida a decenas de miles de mujeres (para su información, Presidente y vasallos, el movimiento feminista tiene siglos de existencia), y el abismal desastre ecológico que es la construcción del Tren Maya.
López Obrador es un analfabeta funcional, por eso desprecia el conocimiento y el trabajo intelectual: nunca ha recogido una sola idea de sus críticos -muchos de ellos especialistas en su campo-. Ni su gabinete -y los funcionarios y asesores del Presidente- que son el peor equipo de gobierno que ha tenido México en decenios.
Ese vacío de ideas es especialmente grave en el campo de la economía, donde la ignorancia compartida ha provocado una crisis profunda. López y sus ministros promueven una economía estatista alrededor de los hidrocarburos, y autárquica, que hundirá a muchos en una producción de subsistencia que multiplicará el número de pobres. No tienen idea, ni les importa -porque el Presidente y la burocracia impreparada y coja que lo rodea están dispuestos a pagar cualquier costo humano por sus políticas a cambio de poder- cómo funcionan los bancos, las finanzas internacionales, ni la relevancia del acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, y mucho menos, la importancia del comercio internacional y del mercado.
Los marxistas del poder están perdidos: el socialismo “real” no funcionó nunca en ninguna parte. Tal vez algún maoísta de la secta, apantallado por las tasas de crecimiento del autoritarismo chino, quiera ir a sus orígenes y leer sobre Deng Xiaoping. La modernización que impulsó sumó miles de miles de millones de dólares a la economía mundial y sacó a cientos de millones de la pobreza. No hay otros datos.