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Carlos Elizondo Mayer-Serra/
El crecimiento económico esperado para todo el sexenio, según el FMI, es del 2.2 por ciento. Por décadas crecíamos eso cada año.
AMLO reconoció recientemente estar triste por no haber cumplido con su promesa de crecer al 4 por ciento anual. El entorno no ha sido fácil, pero también ha dejado pasar valiosas oportunidades. Una de ellas: licitar nuestras reservas petroleras.
La mayoría de las compañías petroleras occidentales han abandonado Rusia tras la invasión a Ucrania y buscan dónde invertir. Además, Estados Unidos y Europa han acelerado la transición hacia las energías verdes. La era del petróleo terminará antes de lo previsto. La ventana para sacarles valor a los hidrocarburos se irá cerrando.
No habrá un mejor momento para licitar nuestras reservas. Es el momento de reanudar las rondas petroleras. La ley del 2014 sigue vigente y la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) puede retomar ese camino con relativa rapidez.
AMLO no canceló los contratos petroleros otorgados el sexenio anterior. Hizo bien. Los privados produjeron 94 mil barriles diarios el mes de abril. Desde la reforma hasta marzo del 2022 el gobierno ha recibido 87 mil 986 millones de pesos sin invertir un centavo. En la medida que maduren más proyectos, el ingreso subirá. Por barril extraído el gobierno recibe más dinero de los campos privados que de la mayoría de los administrados por Pemex.
La apuesta que falló fue confiarle el crecimiento del sector a Pemex. La empresa incumple su promesa de subir la producción a 2.033 millones de barriles diarios de líquidos, según su Plan de Negocios 2021-2025. En el Plan del 2019 la promesa era mayor: 2.3 millones. Produjo 1.607 este abril.
El petróleo es del pueblo, dice nuestra Constitución. La reforma de Peña Nieto no cambió eso. Modificó el que el gobierno ya no está obligado a desarrollar las reservas a través de Pemex.
No es bueno depender de una compañía. Menos con un sindicato, funcionarios y contratistas que tantos recursos le extraen a Pemex. Licitar a quien ofrezca más por nuestros yacimientos maximiza su valor. Hidrocarburo que no se extraiga en las siguientes décadas será dinero de la nación tirado a la basura.
Urge licitar los yacimientos de gas no convencional que México tiene en el noreste. Importamos gas, cuando lo podríamos estar produciendo nosotros. Pemex no tiene ni la tecnología ni la capacidad para gestionar proyectos de ese tipo.
Las creencias basadas en actos de fe son dañinas. Miles han muerto por resistirse a la vacuna contra el Covid-19. La fe tampoco es buena consejera en materia de políticas públicas. Licitar los yacimientos del país no afecta ninguno de los objetivos sustantivos del gobierno de AMLO, mayor crecimiento, mejor reparto de los recursos, mayor soberanía energética. Al contrario, la economía crecería más y el Estado tendría más recursos.
Es un error creer que licitar campos implica perder soberanía. La CNH regula minuciosamente el desarrollo de cualquier yacimiento petrolero. Pregúntenle a la CNH quién es más fácil de regular, si las empresas privadas o Pemex. Pemex representa los intereses de la propia empresa, no los de los mexicanos.
Este martes, AMLO sostuvo que “si el modelo neoliberal se aplicara sin corrupción, no sería del todo malo. Es que se puede tratar del modelo económico más perfecto…”. Si ahora no impera la corrupción, según dice, se deberían aprovechar las virtudes de la competencia. Incluso en materia de licitación de campos en el sexenio pasado no se sabe de acusación alguna de corrupción o favoritismo.
Licitar las reservas es ganancia para el país y para el actual gobierno. Enviaría a los inversionistas una señal positiva, descolocaría a la oposición, y es congruente con la visión de AMLO: el gobierno es un elefante reumático. El velo ideológico petrolero parece impedir a AMLO ver que Pemex es un elefante reumático muy grandote.