Tren Maya, Ecocidio Irreversible .

 
*Terrible impacto ecológico provocó ese proyecto en la selva de Quintana Roo, principalmente
 
 
 
*Las consecuencias serán irreversibles y de gran magnitud, dicen especialistas ambientales
 
 
 
 
*En los últimos 45 años, la superficie de selvas y bosques del sur de México se redujo 57 por ciento.
 
 
 
 
 
 
PLUMA FUENTE
JUAN BERMÚDEZ
 
 
 
 

A pesar de la evidencia científica desde distintos ángulos y especialidades que ha sido presentada sobre el impacto que tendrá y está teniendo la construcción del Tren Maya, particularmente en Quintana Roo, el tema no pintaba, ni pinta ni pintará  en la agenda social. Bastó un video de un grupo de actores y cantantes que alertaba sobre “el ecocidio” que se está perpetrando, para que tirios y troyanos hicieran arder la aldea virtual.

 

 
 
Desde febrero de este año, ciudadanos han impulsado una petición en change.org  ‘No al Tren Maya sobre los cenotes y cuevas de Quintana Roo’, que al momento suma más de 330,000 firmas.
 
 
 
 
 
 
 

                                                            

 

 
 
 
 
 

“Nosotros hemos venido diciendo desde hace años que la obra es inviable,  y hemos presentado toda la información y las evidencias de que están cometiendo un ecocidio, no solo por la construcción del tren sino por las consecuencias que va acarrear después, pero nadie nos había escuchado, y gracias a estas figuras la sociedad y la academia  están  volteando a ver esta situación y se están preocupando”, dice Roberto Rojo, biólogo y espeleólogo con sede en Playa del Carmen y con trabajo de décadas en la región.

 

 
 
 

Roberto Rojo compartió con este espacio informativo los datos del deterioro ecológico que ha venido sufriendo en décadas la Península de Yucatán.

 

 
 
 

 
 
 
 
 
 
De acuerdo con cifras del Inegi (2014) citadas por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), las selvas húmedas en México, el ecosistema representativo del sureste mexicano, han perdido 49% de su territorio y de lo que aún se conserva, el deterioro alcanza el 66%, todo ello producto del crecimiento de la mancha urbana, incendios forestales, tala inmoderada, y el aprovechamiento irracional para construir instalaciones turísticas.
 
 
 
 
 
Las cifras que da Roberto Rojo son aún más drásticas: de los 254,800 kilómetros cuadrados (25.4 millones de hectáreas) que había hace unas décadas, hoy sólo quedan 40,086 km2 (4 millones de ha). Señala que Quintana Roo es el estado con la tasa de deforestación más alta, de 2014 a 2018 perdió 1,070 hectáreas, y en los últimos 45 años la superficie de selvas y bosques se redujo 57 por ciento.
 
 
 
 
 
                                                                     
 
 
 
 

 

 

El biólogo asegura que los ecosistemas de la región sobrepasaron su capacidad de carga desde hace mucho tiempo, pero que la construcción del Tren Maya sería “la estocada final”.

 

“No sólo es la construcción de la obra, sino los nuevos centros urbanos que se van a construir, 12 o 19, según anunciaron, lo que va a traer más población demandando más servicios y recursos, más desechos, mayor contaminación de los acuíferos y más deforestación”.

 
 
 
 
 
Rojo rebate dos argumentos se han hecho circular en los últimos días: que el tren maya es superficial, por lo tanto no dañará el acuífero ni las cuevas subterráneas, y que se sembrarán más árboles de los que se van a derribar.
 
 

 

 

Sobre lo primero, señala que “la península de Yucatán es un gran bloque de roca caliza”, donde el suelo es de apenas 15 centímetros, y de allí hacia abajo hay estructuras kársticas que abrigan cuerpos de agua y construcciones mayas, algunas aún inexploradas, por tanto, suponer que no habrá impacto es ilusorio y una percepción errónea, ya que el golpeteo  de la maquinaria pesada está desgastando los techos de esos abrigos de piedra caliza, que son muy frágiles, “y se van a seguir topando con cuevas y cenotes en toda la ruta, como ya lo hemos visto, y como ya se los habíamos dicho”, además de ello, se debe calcular también el peso del tren y su paso constante, el impacto de la rodadura, ver qué tanto impactará en los suelos. Pero esos estudios no se han hecho, refiere.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El espeleólogo aseguró además que el pilotaje de un tren de carga que correrá de norte a sur, por encima de esta red de ríos y cenotes, cuyas aguas fluyen de oeste a este, indefectiblemente afectará o incluso podría hacer colapsar el sistema de captación de aguas de esta zona.
 
 

 

“Los va a tronar, te lo digo literalmente, porque sí o sí van a tener que pilotar el tren cada 10 o 20 metros”, aseguró.

 
 
 
 
 
 
Respecto a la pretendida reforestación de la que ha hablado el presidente Andrés Manuel López Obrador, y que han replicado en innumerables tuits sus seguidores, el biólogo revira que no se trata sólo de la cantidad de árboles que se vayan a reponer, sino de conservar la diversidad.
 
 
 
 
 
 
                                                                      
 
 

 

“La diversidad de los árboles no se está reponiendo, el número no es lo más importante sino la diversidad”, afirma.

 
 
 
 
 
 
 

De acuerdo con la Conabio, el ecosistema de selvas húmedas está conformado por especies de ceiba, olmo, caoba, ramón, lianas, palmas, epífitas y plantas trepadoras.

 

 
 
 
 
 

El pasado 24 de marzo, el presidente López Obrador argumentó que en los 1,500 kilómetros del tren se sembrarán “hileras de árboles que dan flor, como el guayacán, el maculí, el flamboyán, en toda la ruta del tren, y se está reforestando”.

 

 
 
 
 
Rojo añade que además de la deforestación, la región ha venido soportando la contaminación de los mantos acuíferos, la extinción de colonias de corales, erosión de las playas, el azote del sargazo, fragmentación de la selva, con impacto en especies de flora y fauna, sobrepoblación y turismo masivo. “Los ecosistemas están rebasados”, reitera
 
 
 
 
 
 
 
Sin embargo, asegura que no se oponen al Tren Maya, sino a la manera como se está ejecutando la obra y a la cerrazón del gobierno para considerar una ruta menos destructiva.
 
 
 
 
 

 

“No es que estemos en contra del tren, sino que estamos aterrados y preocupados por lo que están haciendo, no es posible que hayan emprendido esta obra sin Manifestación de Impacto Ambiental, como lo marca la ley, sin estudios de geofísica, sin escuchar a los científicos, apurados por los tiempos electorales y bajo presión de los hoteleros.”

 
 
 
 
 
 
 

“Necesitamos replantear el proyecto respetando el triángulo de la sustentabilidad: naturaleza, sociedad y economía, en ese orden. con criterios más saludables para todos, de modo que todos tengamos un mundo mejor”, considera.

Aprovechando la reacción que han tenido las voces de famosos que se han alzado pidiendo rectificar el Tramo 5 de la ruta ferroviaria (Tulum-Playa del Carmen) y el impacto que tiene el cine en la toma de conciencia de la gente, ambientalistas, científicos, espeleólogos, arqueólogos subacuáticos y miembros de la sociedad civil han emprendido una campaña en redes sociales enarbolando la consigna “No mires abajo”, en alusión a la película “No mires arriba” (Don´t look up), con el objetivo de justamente poner el foco de atención  de la que considera una “emergencia ambiental”.

 

 
 
 
 
 
                                                                    
 
 
 
 
 

“Parece que estoy viendo la misma película. Por más que les hemos presentado evidencia científica del impacto de esta obra en los ecosistemas, y de la amenaza que representa para el medioambiente, para el acuífero, para la ciencia y para los yacimientos arqueológicos, no nos escuchan. Es como hablarle a una roca”, lamenta. “Vamos a tirar la selva y dejaremos un terreno yermo, sin vida”.

Para Roberto Rojo, miembro del Círculo Espeleológico del Mayab, “el caribe mexicano comienza en las cuevas subterráneas” y en sus ríos y cenotes, que son, además de conectores naturales de los ecosistemas, “cápsulas del tiempo”, dice, donde está inscrita una huella de la naturaleza con 1.8 millones de antigüedad. “Las estalactitas conservan el registro arqueológico de la vida”.

 
 
 
 
 
 
Conocedor profundo de estos abrigos subterráneos, en la amplitud de la palabra, Rojo teme por el colapso de estas cuevas y cenotes, conocido como el sistema Sac Actún, hoy por hoy el más extenso del mundo y la reserva de agua dulce más grande del país.
 
 
 

 

 

¿Pero qué han encontrado dentro de estas cuevas? Roberto enumera grosso modo lo que han reportado los espeleólogos: restos de 45 especies megafauna, como osos perezosos, gliptodontes (armadillos gigantes) y gonfoterios, hoy extintos; 11 esqueletos humanos de la Edad de Hielo, ciudades subterráneas construidas por los mayas y altares y ofrendas que revelan la cosmovisión de los ancestros.
 
 
 
 
 

Todo eso está en riesgo en la obra que se construye en el Tramo 5 de la Península (Tulum-Playa del Carmen), justo allí, por donde pasará el ferroviario, está debajo el sistema de cuevas y cenotes Sac Actún y los cuerpos de agua que conectan la falla de Holbox con el mar Caribe. Ese paraíso que atrae a millones de turistas cada año.

 

 
 
 
 
 
                                                                 
 
 
 

 

Rojo dice que la ruta original del Tren Maya en ese tramo (lateral a la carretera federal 307 con derecho de vía) era menos invasiva y representaba una menor destrucción de la selva, pero las presiones de los hoteleros obligaron al gobierno a mover el trazo selva adentro.

 
 
 
 
 
 
“Se hizo un cambio de ruta, que no respondió a datos científicos, geológicos ni nada, sino a presión por parte de hoteleros. Echando a la basura todo lo invertido ya en la ruta original y metiendo la nueva ruta a un territorio completamente desconocido y técnicamente más difícil”, asegura.
 
 
 
 

 

El especialista comparte que los hoteleros de la zona, entre los que se encuentra Grupo Vidanta, cuyo fundador, Daniel Jesús Chávez Morán, es supervisor honorario del Tren Maya, argumentaron que se verían afectados por el caos que iba a producir las obras de construcción frente a sus hoteles, que ello retrasaría la movilidad de sus huéspedes y afectaría la vista de sus resorts.

 
 
 
 
 
 
“Entonces decidieron mover el trazo y llevarlo más adentro de la selva, sin datos científicos, solo para proteger los intereses del turismo”.
 
 

 

“A la larga este ecocidio también va a afectar al turismo, porque sin cenotes no hay paraíso”, concluye.

 

 
 
 
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