/ Germán Martínez Cázares /
“Por el bien de todos, primero las mazmorras” sería el nuevo lema de la 4T. Sale de la cárcel Rosario Robles, detienen a Jesús Murillo Karam; altísimos funcionarios del gobierno de Enrique Peña Nieto. Pero los ejemplos se multiplican en el ámbito local y se matizan dependiendo el personaje. ¿Prisión pareja y justa para todos? ¡No! Dependiendo el sapo, la celda… o la embajada.
La política de amenaza gubernamental contra la libertad de las personas y de negociar impunidad se extiende y quebranta el Estado de derecho. No me vengan con que la ley es la ley, cuando de penitenciarías se trata. El caso emblemático quizá sea el negociado cuento chino de Emilio Lozoya y su “criterio de oportunidad” solicitando libertad en un escrito redactado por tantas manos de funcionarios que el enredo se volvió contra su firmante, pero dejó “frutos”: a un ex senador en el encierro y un ex candidato presidencial en el destierro, Ricardo Anaya, que, por cierto, ve desde su exilio el ahínco del PAN para defender a Alejandro Moreno, líder del PRI, en la lista de espera para la foto tras las rejas.
Pero a nivel local el “tengan pa’ que aprendan” presidiario no reconoce fronteras partidistas. ¿No es acaso lo que hizo el gobernador veracruzano, Cuitláhuac García, contra el funcionario José Manuel del Río? ¿El gobernador michoacano, Ramírez Bedolla, dice buscar a Silvano Aureoles?, ¿Samuel García y sus Tik Toks contra Jaime Rodríguez, en Nuevo León? Y en el PAN no se bailan mal las rancheras en el calabozo. ¿No pretendía eso Maru Campos, la gobernadora de Chihuahua, contra Javier Corral, al enderezar un juicio político que acabó en ridículo?
Pero las modalidades alcanzan el extranjero. Tomás Zerón, que hizo y deshizo en el caso Ayotzinapa después de Murillo Karam con la procuradora Arely Gómez, está en Israel en el destierro. Algún periodista afirmó que también allí buscó refugio en algún momento Luis Videgaray. ¿El gobierno de Tel Aviv aceptará entregar al prófugo Zerón, después de que el Presidente usó más de una vez, en las conferencias mañaneras, el término “hitleriano” para calificar ofensivamente a un personaje de la comunidad judía?
Pero la cárcel no es para todos: el hijo de Joaquín Guzmán fue liberado; al general Cienfuegos, jefe del soldado infiltrado con los 43 desaparecidos, lo trajeron de Estados Unidos rápidamente y lo soltaron, y los tiempos del juicio de García Luna empiezan a coincidir con la elección del Estado de México. Incluso la prisión se votó, como en tiempos de Poncio Pilatos la libertad de Barrabás. ¿No fue eso la consulta para que se juzgara a los expresidentes donde el propio presidente de México votó que no entren a la cárcel los exmandatarios? El que a encierro mata, a encierro muere.
Fue famosa la política del cacique potosino Gonzalo N. Santos con la que gobernó su tierra: encierro, destierro o entierro para sus disidentes. Pues bien, la 4T ha traído al final del sexenio los calabozos, el ostracismo y el terror que producen los delincuentes, como elementos intimidantes y herramientas de disuasión para mantener el control y el gobierno sobre toda la nación. La 4T no imparte justicia, reparte impunidad.
La cuarta transformación cambió el “no te preocupes, Rosario” del desterrado Peña Nieto, por el “no te preocupes, militar de alto rango”. Abrazos y carpetazos. ¿No? ¿Y los de Julio Scherer y Alejandro Gertz? ¿Y los abrazos debajo de la alfombra roja de Palacio Nacional a los asesinos de la Línea 12 del Metro? ¿Y el silencio francamente criminal frente al inhumano gobierno de Nicaragua de Daniel Ortega y Rosario Murillo? ¿Y el equilibrismo con la invasión rusa a Ucrania?
El gobierno que invoca a Morelos, preso y asesinado por los españoles; a Benito Juárez, que estuvo desterrado en Nueva Orleans por Santa Anna, y a Madero, a quien mató Victoriano Huerta, está practicando con maestría la amenaza del calabozo y la zanahoria de la impunidad. Tan lejos de la víctima, tan cerca del victimario.