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31/10/2022/ El ictus es una enfermedad cerebrovascular que afecta a los vasos sanguíneos que suministran sangre al cerebro. También se le conoce como accidente cerebrovascular (ACV), embolia o trombosis. Los dos últimos términos, no obstante, se refieren más bien a distintas causas del ictus. Un ictus ocurre cuando un vaso sanguíneo que lleva sangre al cerebro se rompe o es taponado por un coágulo u otra partícula. Debido a esta ruptura o bloqueo, parte del cerebro no consigue el flujo de sangre, oxígeno y glucosa, que necesita. La consecuencia es que las células nerviosas del área del cerebro afectada no reciben oxígeno, por lo que no pueden funcionar y mueren transcurridos unos minutos.
Causas
Muchos de los factores que pueden aumentar las posibilidades de padecer riesgo no se pueden controlar (la edad, la historia clínica familiar, la raza o el sexo). Sin embargo, la mayor parte de los factores que aumentan el riesgo pueden ser cambiados, tratados o modificados.
El ictus, es una enfermedad prevenible en un 80% de los casos, si se actúa sobre sus factores de riesgo modificables como son:
- Hipertensión arterial.
- Hipercolesterolemia.
- Diabetes o mal control glucémico.
Edad avanzada: Pasados los 55 años, cada década vivida dobla el riesgo de padecer un ictus. No obstante, esto no quiere decir que las personas jóvenes no sufran el problema.
Sexo: Se producen, más o menos la misma cantidad de ictus en los dos sexos. No obstante, más de la mitad de las muertes son en mujeres.
Herencia familiar y raza: El riesgo de sufrir un ictus es mayor si alguna persona de la familia lo ha padecido. Los negros tienen más riesgo de muerte y de padecer discapacidades más grandes que los blancos, en parte debido a que en esta raza la presión sanguínea elevada tiene más incidencia, y este problema es un factor de riesgo importante en ictus.
Haber sufrido un ictus recientemente: Una vez sufrido un accidente cerebrovascular las posibilidades de padecer otro aumentan considerablemente.
Tener la presión sanguínea elevada: La hipertensión arterial es el factor de riesgo que mejor predice el ictus. De hecho, otros riesgos dependen de éste. Aproximadamente un 70 por ciento de los ictus ocurren a causa de la hipertensión. Muchos científicos opinan que la mejora en los tratamientos de esta patología es una razón clave para explicar la bajada acelerada del número de muertes por ictus.
Fumar: En los últimos años los estudios han demostrado que fumar cigarillos es un factor importante de riesgo. La nicotina y el monóxido de carbono dañan el sistema cardiovascular de varias formas. El uso de anticonceptivos orales sumado al tabaquismo incrementa en gran medida el riesgo de ictus.
Padecer diabetes mellitus: La diabetes es un factor de riesgo independiente y esta relacionada en gran medida con la presión sanguínea elevada. Aunque la diabetes se puede tratar, padecerla incrementa el riesgo de ictus. Los diabéticos suelen tener también el colesterol alto y sobrepeso, lo que aumenta todavía más sus riesgos.
Sufrir enfermedad de la arteria carótida. Las arterias carótidas del cuello proveen al corazón de sangre. Una carótida dañada por la aterosclerosis puede bloquear el vaso y provocar un coágulo de sangre, que puede causar un ictus. El diagnóstico de este problema lo realiza el médico escuchando con su estetoscopio en el cuello y detectando un sonido anormal.
Presentar enfermedad cardiaca: Un corazón enfermo aumenta el riesgo de ictus. De hecho, las personas que padecen problemas cardiacos tienen el doble de posibilidades de padecer este problema. La fibirlación atrial (el latido rápido y descoordinado de las cámaras cardiacas superiores) aumenta particularmente el riesgo de ictus. El ataque al corazón también es una de las causas de muertes más frecuentes en los supervivientes de un ictus.
Sufrir ataques isquémicos transitorios: Se los conoce como mini ictus que producen síntomas similares, pero no daños que perduran.
Contador de glóbulos rojos alto: Un incremento moderado o importante del número de glóbulos rojos también es un indicador importante de ictus. La razón es que los glóbulos rojos provocan que la sangre se espese, lo que puede provocar coágulos más fácilmente.
La estación del año y el clima: Las muertes por ictus ocurren con más frecuencia con temperaturas extremadamente frías o calurosas.
Consumir alcohol en exceso: El exceso de alcohol puede aumentar la presión sanguínea, aumentar la obesidad, los triglicéricos, el cáncer y otras enfermedades, causar fallos cardíacos y, en consecuencia, provocar un ictus.
Ciertos tipos de consumo de drogas: Tomar drogas por vía intravenosa aumenta el riesgo de ictus debido a un émbolo cerebral. El uso de cocaína también se ha relacionado fuertemente a ictus, ataques de corazón y varias complicaciones cardiovasculares. Estos problemas se han dado, incluso, cuando se ha consumido por primera vez cocaína.
Síntomas
En general, los ictus son de inicio súbito y de rápido desarrollo, y causan una lesión cerebral en minutos (ictus establecido). Con menos frecuencia, un ictus puede ir empeorando a lo largo de horas, incluso durante uno o dos días, a medida que se va necrosando un área cada vez mayor de tejido cerebral (ictus en evolución). Por lo general, esta progresión suele interrumpirse, aunque no siempre, dando paso a períodos de estabilidad en que el área de tejido necrosado deja de crecer de forma transitoria o en los que se observa cierta mejoría.
En función del área del cerebro afectada pueden producirse muchos síntomas diferentes.
Adormecimiento o debilidad repentina en la cara, el brazo o una pierna, especialmente en uno de los lados del cuerpo.
Confusión repentina, dificultad para hablar o para entender.
Repentina dificultad para andar, mareo, pérdida de equilibrio o coordinación.
Problemas repentinos para ver en uno o los dos ojos.
Dolor de cabeza repentino sin que se conozca la causa.
Cuando el ictus afecta a la región izquierda del cerebro, la parte afectada será la derecha del cuerpo (y la izquierda de la cara) y se podrán dar alguno o todos los síntomas siguientes:
Parálisis del lado derecho del cuerpo.
Problemas del habla o del lenguaje.
Estilo de comportamiento cauto, enlentecido.
Pérdida de memoria.
Si por el contrario, la parte afectada es la región derecha del cerebro, será la parte izquierda del cuerpo la que tendrá problemas:
Parálisis del lado izquierdo del cuerpo.
Problemas en la visión.
Comportamiento inquisitivo, acelerado.
Pérdida de memoria.
Se han desarrollado algunas formas de saber cuándo una persona va a sufrir un ictus. Entre ellas, se encuentra, por ejemplo, la escala Cincinnati, que consiste en tres comprobaciones:
Asimetría facial: Se hace sonreír al paciente para comprobar si ambos lados de la cara se mueven de forma simétrica. En caso anormal, un lado mostraría deficiencias para moverse.
Fuerza en los brazos: Se indica al paciente que estire los brazos durante 10 segundos. En caso anormal, uno de los brazos no se mueve o cae respecto al otro.
Lenguaje: Se indica al paciente que hable. En caso anormal, arrastra las palabras, tiene problemas para hablar o no habla.
Si alguna de estas tres comprobaciones obtiene el resultado anormal, cabe la posibilidad de que el paciente vaya a sufrir un ictus.
Prevención
La Sociedad Española de Neurología recomienda una serie de hábitos saludables para evitar sufrir un ictus:
Llevar una dieta rica y saludable: Esta dieta también tiene que tratar de evitar el colesterol LDL, lo que se consigue reduciendo las grasas saturadas. Además, así se evitan problemas de obesidad: una persona debe mantener su índice de masa corporal por debajo de 25 para reducir el riesgo de ictus.
Realizar ejercicio de forma habitual y moderada: Los problemas derivados de una vida sedentaria pueden provocar otros problemas que a su vez causen un ictus.
No fumar: Además, la exposición pasiva al tabaco también aumenta la probabilidad de sufrir un ictus.
Moderar el consumo de alcohol: El consumo de alcohol no debe superar los 60 gramos al día, pero esto no significa que haya que evitarlo a toda costa: aquellas personas con un consumo leve (menos de 12 gramos al día) o moderado (entre 12 y 24 gramos al día) de alcohol tienen menos probabilidades de sufrir un ictus que aquellas personas que no lo consumen.
Llevar un control de la tensión arterial de forma regular: Para ello se pueden llevar controles sobre la tensión arterial. En aquellas personas que no hayan sufrido un ictus anteriormente la tensión arterial debería ser inferior a 140/90, y para diabéticos o personas que ya hayan sufrido un ictus, inferior a 130/80.
Tipos
Los problemas de los vasos sanguíneos cerebrales pueden ser de dos tipos:
1. Ictus isquémico:
Los vasos están obstruidos dentro. Los coágulos causantes del problema se denomiman trombos cerebrales o embolismo cerebral. Causado por una obstrucción del vaso sanguíneo. Este problema se suele producir por el desarrollo de depósitos de grasa en los muros del vaso, lo que se denomina ateroesclerosis. Los depósitos de grasa provocan dos obstrucciones:
Trombosis: un coágulo que se desarrolla en el mismo vaso sanguíneo cerebral.
Embolismo: el coágulo se desarrolla en otra parte del cuerpo, generalmente en las grandes arterias de la parte superior del pecho y el cuello o el corazón. Una porción del coágulo se desprende y viaja por el flujo sanguíneo hasta que encuentra un vaso que es más pequeño y lo bloquea.
Los ictus isquémicos son los más frecuentes de todos los ictus, comprendiendo un 80 por ciento del total. En España se estiman de 150 a 200 casos anuales por cada 100.000 habitantes. Los dos tipos de ictus isquémicos más frecuentes son:
Ataque isquémico transitorio (AIT): Presenta unos síntomas similares a los de un infarto, pero es más corto y no muestra las consecuencias propias de un infarto. El AIT es un episodio de déficit neurológico de corta duración que en la mayoría de los casos dura menos de dos horas. Entre el 7 y el 40 por ciento de los pacientes que sufren un AIT, poco después sufren un ictus isquémico.
Infarto cerebral: Deja una lesión cerebral permanente.
Según su extensión y localización, los ictus isquémicos pueden clasificarse de la siguiente manera:
Ictus isquémico total: Es de gran tamaño y afecta a la arteria cerebral media o la arteria cerebral anterior. Provoca disfunción cerebral superior, hemianopsia homónima y déficit motor y/o sensitivo homolateral.
Ictus de Circulación Posterior: Afecta a los pares craneales que provocan déficit motor y sensitivo contralateral. Provoca patología oculomotora, disfunción cerebelosa sin déficit de vías largas ipsilaterales y hemianopsia homónima aislada.
Ictus Lacunares: Provocan hemisíndromes motor puro, sensitivo puro, sensistivo motor, hemiparesia atáxica y disartria.
2. Ictus hemorrágico:
El vaso se rompe, lo que provoca que la sangre irrumpa en el cerebro. Al entrar la sangre comprime el tejido cerebral. Existen dos subtipos de este tipo de ictus, la hemorragia intercerebral y la subaracnoidea. Sucede cuando se rompe un vaso sanguíneo débil. Existen dos tipos de estos vasos débiles que provocan ictus hemorrágicos: los aneurismas y las malformaciones arteriovenosas.
Aneurisma: es una región inflada o debilitada de un vaso sanguíneo. Si no se trata el problema crece hasta que el vaso se rompe.
Malformación arteriovenosa: es un grupo de vasos sanguíneos formados de manera anormal. Cualquiera de estos se puede romper.
Ataques isquémicos transitorios: las condiciones indicativas de un ictus isquémicos se presentan durante un pequeño periodo de tiempo, y se resuelve por sí solo a través de mecanismos normales. Es un indicativo potente de un ictus, por lo que cuando se produce, hay que tomar medidas para evitar un ataque más serio.
Las hemorragias cerebrales suponen el 15 por ciento de todos los ictus y presentan una tasa de mortalidad del 45 por ciento. Afectan de 10 a 30 personas por cada 100.000 al año, y la recuperación de los supervivientes no es rápida: solo un 10 por ciento de ellos podrá ser independiente al cabo de un mes, y el 20 por ciento lo será a los seis meses.
Las hemorragias subaracnoideas, por otra parte, son menos frecuentes, registrando sólo el cinco por ciento de todos los ictus. Se dan de siete a 10 casos por cada 100.000 personas cada año, y es más común entre la gente entre 50 y 60 años, especialmente las mujeres. La tasa de mortalidad se encuentra en un 51 por ciento.
Diagnóstico
Habitualmente, el médico puede diagnosticar un ictus por medio de la historia de los hechos y de la exploración física. Esta última contribuye a que el médico pueda determinar dónde se localiza la lesión cerebral. También se suelen realizar pruebas de imagen como una tomografía computadorizada (TC) o una resonancia magnética (RM) para confirmar el diagnóstico, aunque dichas pruebas sólo detectan el ictus cuando han transcurrido unos días del mismo.
Una TC o una RM son también eficaces para determinar si un ictus ha sido causado por una hemorragia o por un tumor cerebral. El médico puede realizar una angiografía en el caso poco probable de que se plantee la posibilidad de una intervención quirúrgica.
El médico trata de establecer la causa exacta del ictus, puesto que es especialmente importante determinar si éste se ha producido por un coágulo (embolia) que se alojó en el cerebro o por la obstrucción de un vaso sanguíneo debido a una aterosclerosis (aterotrombosis).
En efecto, si la causa es un coágulo o una embolia es muy probable que ocurra otro ictus, a menos que se corrija el problema subyacente. Por ejemplo, si se están formando coágulos en el corazón debido a una frecuencia cardíaca irregular, ésta debe tratarse a fin de prevenir la formación de nuevos coágulos que pudieran causar otro ictus. En esta situación, el médico suele realizar un electrocardiograma (para detectar una arritmia) y también puede recomendar otras pruebas de estudio del corazón. Éstas pueden ser: una monitorización Holter, que consiste en la realización de un electrocardiograma continuo durante 24 horas, y una ecocardiografía, que valora las cavidades y las válvulas del corazón.
Aunque las demás pruebas de laboratorio son de poca utilidad, se hacen igualmente para confirmar que el ictus no fue causado por una carencia de glóbulos rojos (anemia), un exceso de glóbulos rojos (policitemia), un cáncer de los glóbulos blancos (leucemia) o una infección. En alguna ocasión se necesita una punción lumbar después de un ictus. De hecho, esta prueba se lleva a cabo solamente si el médico está seguro de que el cerebro no está sujeto a demasiada presión y ello generalmente requiere una TC o una RM. La punción lumbar es necesaria para comprobar si existe una infección cerebral, para medir la presión del líquido cefalorraquídeo o para determinar si la causa del ictus ha sido una hemorragia.
Tratamientos
El tratamiento es distinto si el ictus es debido al bloqueo de un arteria o a causa de la ruptura de un vaso En todo caso, hay algunos pasos que hay que seguir para mejorar la supervivencia:
Reconocer rápidamente los signos y síntomas del ictus, anotando cuando ocurren por primera vez.
Activar con rapidez los servicios de emergencia.
Transporte rápido de emergencia y prenotificación al hospital. La mejor forma de llegar al hospital es mediante estos servicios, puesto que advertirán cuanto antes al servicio de urgencia del hospital.
Llevar a los pacientes a una Unidad de Ictus, centros médicos especializados en el tratamiento de esta enfermedad. Hay varios tipos (agudos, de estancia completa, para rehabilitación).
Comenzar el cuidado y la evaluación del paciente durante el transporte al hospital: En cuanto el paciente sufra un ictus, los servicios médicos responsables deben tener en cuenta determinados aspectos del paciente como una adecuada oxigenación, así como controles de alimentación, presión arterial, glucemia, fiebre u otras complicaciones.
Recibir el diagnóstico y el tratamiento rápidamente en el hospital para que esté bajo vigilancia intensiva.
En ocasiones se debe recurrir a la cirugía para eliminar el coágulo que bloquea las arterias del cerebro.
Cuando el ictus ya haya pasado, el tratamiento depende de las incapacidades que le hayan quedado al paciente.
Otros datos.
Epidemiología
El ictus es la segunda causa de muerte más frecuente en España, y la primera en el caso de las mujeres, como recoge el Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares (Geecv) de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Cada año se producen de 110.000 a 120.000 muertes en España, lo que se traduce en una muerte por ictus cada 14 minutos.
Es más habitual en hombres que en mujeres, pero mueren más mujeres por ictus que hombres. La razón de que esto ocurra es que el ictus es más grave en mujeres. Antes de la menopausia, los estrógenos tienen un efecto protector en la mujer frente al daño vascular.
Los ictus comprenden el 70 por ciento de los ingresos en neurología en nuestro país, y en los últimos 15 años el número de pacientes ha crecido en un 40 por ciento. Se prevé que esta cifra vaya aún más en aumento con el paso de los años debido al envejecimiento de la población.
Lo importante es que en la mitad de los casos, el paciente se recupera casi al cien por cien o con secuelas mínimas. Lo importante para que esto ocurra es detectarlo a tiempo y llamar al 112 para que ponga el tratamiento más adecuado. El 14 por ciento de las personas que ha sufrido un ictus fallece.
El dato positivo es que el 90 por ciento de los casos, son predecibles con los factores de riesgo antes mencionados.
Etiología
Los ictus isquémicos se clasifican de la siguiente manera según su etiología:
Ictus aterotrombótico: La obstrucción del flujo sanguíneo se produce por la alteración en las paredes vasculares de las arterias cerebrales.
Ictus embólico: Se produce por la migración de un émbolo desde una región circulatoria extracerebral hasta una arteria cerebral.
Ictus hemodinámico: Surge tras la aparición de una hipoxia global en el cerebro, provocando infartos en las regiones peor perfundidas.
Ictus lacunar: Se produce por la obstrucción de las ramas arteriales perforantes.