/ Por Ana Saavedra Villanueva /
La representación de la mujer en la sociedad se vuelve evidente cuando nuestra mirada se topa con los números fríos. Esas encuestas y gráficas de estudios necesarios no siempre tienen la visibilidad que merecieran. Ésas que casi nunca están actualizadas y eso, en sí mismo, muestra parte del problema, la baja representación del actuar femenino en la sociedad en general. En el arte, por ejemplo.
Recién encontré una noticia, de ésas que saltan en el dispositivo cuando una tiene apenas tiempo de leer. Señalaba la baja representación de las mujeres como artistas que presentan sus obras en los diferentes museos del país. La nota era larga y mi tiempo breve, así que me propuse leerla más tarde ese mismo día. No fui capaz de encontrarla de nuevo. Más allá de mi despiste, me topé con la poca información al respecto cuando me propuse ahondar en el tema. Los datos, aunque existen, no siempre están actualizados, y las fechas de los muestreos en ocasiones son inexistentes. No obtante, para efectos de esta reflexión, nos damos una idea.
Una investigación de la UNAM en 2016 mostró que las mujeres representaban 68.4% de la matrícula en la Facultad de Artes y Diseño, sin embargo, las artistas que logran exponer en cualquiera de los museos de la ciudad nunca sobrepasa 40%, cuando los hombres llegan a porcentajes de hasta 72%.
Es cierto, el estudio tiene varios años ya, pero la brecha no se ha cerrado drásticamente y el ámbito de las artes plásticas es sólo uno de ellos.
Alguna vez te has preguntado a cuántas mujeres se lee en promedio en la educación básica. La cifra es dispar, lo mismo que lo son los títulos de las autoras en las mesas de novedades de las librerías o simplemente en los libreros de cualquier hogar (que se precie de tener uno, gracias al poco espacio que las viviendas modernas pueden destinar para ese menester). No es sorpresa pues, que la balanza se incline hacia los autores varones. Pero el arte plástico y la literatura no son los únicos que padecen este patrón incuestionable durante siglos, y que de poco tiempo acá se comienza a señalar y, desde luego, se encaminan acciones para algún día tratar al menos de igualar la balanza.
El mundo musical no es la excepción. En la distribución porcentual entre 2012 y 2020 en Estados Unidos, salvo el pop, que tiene 36% de representación femenina, los demás géneros musicales difícilmente superan 20%, casi todos están por debajo de 15%. Pero ¿en dónde están esas cifras? ¿Quién realiza esos estudios? ¿Por qué no mencionó números actuales? Supongo que la razón es parte del origen del problema, no todos tienen interés de conocer estos datos, los esfuerzos serán consecuencia de investigaciones académicas que están lejos de distribuir sus resultados de una forma eficiente en un mundo en el que durante siglos la balanza a estado cómodamente favoreciendo a los hombres, mientras a las mujeres les “hace el favor” y abre algunos espacios para no borrarnos definitivamente.
La conclusión es obvia. Faltan espacios para las mujeres en todos los ámbitos, faltan estudios sobre representación en las diversas áreas, faltan acciones permanentes que propongan cambiar viejos hábitos, criterios que nos permitan cuestionar su validez, su permanencia, su transformación.
Un mundo en el que la mayoría de la población es femenina no puede permitirse minimizar su presencia como antaño.
Si todo ha sido cuestión de números, el nuestro es superior y es momento de ponerlo sobre la balanza. Espacios como éste son un ejemplo necesario, un inicio, una esperanza.
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