/ Por: Sergio Uzeta /
Los ciclos son periodos de tiempo, a veces indeterminados, dentro de los cuales pasan muchas cosas. Cerrar ciclos nos viene a la mente cuando un año está por terminar o uno nuevo por iniciar.
Sin embargo, en el lenguaje de la temporalidad humana, los ciclos no obedecen a calendarios anuales ni mensuales. Obedecen más bien a una serie de factores que se relacionan con aquello que somos, sentimos y vivimos.
De repente, en nuestras vidas, vienen rachas positivas que tienen un principio y un final. Lo mismo ocurre con todo aquello negativo que nos pasa o nos toca vivir. Lo cierto es que todo esto forma parte de la vida misma.
Nuestro devenir cotidiano se asemeja más a un río donde están las partes calmas o tranquilas, o la zona de rápidos donde uno pierde el equilibrio, se aferra a la lancha (que es la vida), para evitar caer en lo profundo, o golpearse con una roca. Esas partes impetuosas y las de aguas más tranquilas son similares a estos ciclos que nos toca vivir a todos.
Hago esta reflexión cuando el año 2022 está por terminar. Ha sido un año de rápidos, vertiginosos y peligrosos, que nos han puesto a prueba. Cuando pensamos que la pandemia de Covid 19 estaba por terminar, la post pandemia nos ha retado a todos.
Este ciclo de retos y de nuevas formas de entender la vida y al mundo, apenas comienza. La era digital avanza, los humanos evolucionamos y nos relacionamos de una manera muy diferente a la de hace apenas 10 años. Las redes sociales y la virtualidad han pasado al frente porque muchos humanos se sienten más seguros al relacionarse a través de su smartphone.
Pero ahora, al volver a encontrarnos con los otros, de frente y en forma presencial, debemos reaprender a relacionarnos a partir de la empatía y de mucha tolerancia. Es un nuevo ciclo de convivencia en el que aprendemos cada día, y en el que nos descubrimos como seres distintos a partir del antes y después de la pandemia.
Es algo natural que forma parte del proceso de adaptación a los que estamos acostumbrados como humanidad. Pero en todo ello, lo que no podemos perder de vista son los sentimientos, el ver con naturalidad el dolor del otro.
Todos habitamos una misma casa y todos somos corresponsables de las reglas de convivencia que construimos para poder vivir bajo este mismo techo. Por ello, hoy más que nunca debemos abrir un nuevo ciclo donde lo verdaderamente humano sea lo más importante.
Lo que nos define es lo que somos, no lo que hacemos ni lo que tenemos. Es momento de subrayar esto y ponerlo en la dimensión que le corresponde. En ello va nuestra convivencia y supervivencia como especie.
¡Feliz Año 2023!