¿Qué significa ser Feminista?

/ By Ana Mary Risso /

Quien no se mueve no siente las cadenas”

Rosa Luxemburgo

Que Ud. no perciba la discriminación (de género) no significa que ésta no exista”

Luisa Kislinger

¿Quién puede decir qué es ser una “verdadera” feminista? A propósito de la aprobación del derecho a la interrupción del embarazo por la Cámara de Diputados en Argentina, resurge la vieja discusión  sobre las demandas por los derechos de las mujeres y las estrategias para lograrlas, tan vieja como las diferencias de criterios que existieron en el siglo XIX entre las sufragistas de Millicent Fawcet de la NUWSS y las de Emmeline Pankhurts de la WSPU, las primeras tildaban de “violentas” a las segundas que estaban hartas de esperar por un reconocimiento de derechos para las mujeres, que nunca llegó por los medios que defendían las primeras… Es decir, seguimos atrapadas en la misma historia.

Pareciera las que tildan a las otras de “radicales” utilizan un “feministrometro” para medir (por lo visto y de acuerdo a quien lo use) la praxis feminista de las mujeres. Es una especie de “puja” para ver quién es “mejor” o más “adecuada” feminista, lo cual constituye obviamente, un estereotipo que descalifica, que pretende ser impuesto y asignado para separarse de quienes se consideran “inconvenientes” e incómodas. Entendemos que en la lucha por los derechos de las mujeres tenemos en la acera del frente a una mayoría compuesta por hombres y mujeres machistas, pero que nos endosen la etiqueta de “radicales”, compañeras que están en el mismo lado de la acera, nos resulta chocante, como si fuésemos una especie de leprosas o las locas de la cuadra.

La connotación de “radical” según lo que apreciamos últimamente en las RRSS y otros ámbitos es: mujer conflictiva, cuaima, exagerada, extremista que odia a los hombres; de esto es que quiero hablar, y en primer lugar precisaré algo en nombre de todas mis compañeras acusadas de “radicales”: no odiamos a los hombres, pero si a los machistas. Por supuesto que tenemos que estar en contra de quienes nos violentan, restringen derechos y nos niegan nuestro espacio en este mundo, obvio que tenemos que estar en contra de esa gente, sería anormal no estarlo. Nos enfrentamos a un problema estructural de la sociedad que mata y empobrece mujeres todos los días, delante del cual parecemos una especie de híbrido de Juana de Arco con Don Quijote.

En este sentido debo decir que la igualdad de género no es una moda o un cliché que se puede usar a conveniencia para quedar bien o para ser “potable” social y políticamente (de acuerdo a las demandas sociales de la actualidad). Creer en la igualdad de género y practicarla es asumirla como causa de vida, proyectándola a través de la praxis personal y profesional, se nota en todo lo que las personas hacen y dicen, porque creer en la igualdad de género es ser verdaderamente demócrata, situación que ha representado ser una ruda prueba en estos tiempos que corren en Venezuela.

Cuando las mujeres tomamos conciencia de nuestro género y comprendemos las miles de discriminaciones, desigualdades y exclusiones que existen en la sociedad contra las mujeres, ocurre una especie de epifanía, un “click” mental, porque empezamos a entender el porqué de tantas situaciones del presente y del pasado que nos parecían injustas, no solo de nuestra propia vida sino también de las vidas de las mujeres de nuestro presente como de las mujeres de nuestro pasado: madre, hermanas, amigas, abuelas, bisabuelas, tías, madrinas, etc.

Es un momento de verdad muy doloroso, que nos transforma para toda la vida, se nos instala una especie de radar para detectar machismos, sexismos, androcentrismos, misoginias y demás cosas por el estilo, se nos cae de los ojos el velo que mantenía oculta, invisibilizada, naturalizada y normalizada, la discriminación y desigualdad contra las mujeres.  No todas las mujeres que trabajan por los derechos de las mujeres llegan a alcanzar ese nivel de conciencia, ya que el mismo implica en cierta forma, convertirse en alguien subversivo contra el statu quo patriarcal. La conciencia de género adquirida y la necesidad de cambio no deja opción, tenemos militantemente que confrontar al sistema que nos oprime y subordina como género, enfrentamos a todo un sistema sexista que funciona como un reloj suizo, y donde cada persona machista sea hombre o mujer, es un elemento que reproduce  y refuerza este sistema, como ha venido sucediendo durante 7.000 años.

El Feminismo es un movimiento heterogéneo y diverso que procura la igualdad de derechos y dignidad humana para todas las personas independientemente de su sexo, raza, edad, orientación sexual o condición social, es quizá, el movimiento social más democrático que ha existido en el mundo hasta hoy. Ser feminista implica respetar los derechos de las demás personas, aceptar las diferencias y las disidencias, sin permitir que los sesgos, entre ellos, las creencias religiosas, intervengan en ese reconocimiento de derechos de los demás.

Quienes llaman a las otras “feministas radicales” lo hacen usualmente desde el sesgo religioso, por apoyar el aborto o el matrimonio igualitario (aun cuando no se pertenezca al movimiento sexodiverso ni se practique abortos) o por confrontar abiertamente los privilegios de género masculinos, la maternidad abnegada machista, entre otras formas de opresión. La ONU justamente está advirtiendo sobre los “fundamentalismos” políticos y religiosos que amenazan con revertir los derechos de las mujeres; cuando descalifican a una compañera como “radical” la están criminalizando, eso es lo grave de esta discusión, es la reacción del sistema patriarcal contra quienes se le oponen y confrontan de manera abierta y clara, obviamente para someter y aplacar esa disidencia, para restituir el “equilibrio” del sistema que las feministas “radicales” ponen en peligro.

Ver nota sobre advertencia de ONU: http://www.europapress.es/internacional/noticia-onu-denuncia-fundamentalismos-politicos-religiosos-amenazan-revertir-derechos-mujer-20180622180929.html

Cada cabeza es un mundo, cada quien procede desde su nivel de conciencia y conocimiento, cada quien trabaja en pro de los derechos de las mujeres de acuerdo con su criterio y nivel de compromiso con la causa, no hay feministas de 1era. ni de 2da, no hay feministas “verdaderas” y feministas “falsas”, hay diferentes criterios y estrategias. ¿Cómo se puede permanecer indiferente y no actuar para cambiar la realidad que te discrimina y agrede de mil formas cotidianamente por ser mujer?. ¿Por qué tenemos que callar, ser “discretas”, correctas, dóciles, o sumisas ante personas que irrespetan los derechos de las mujeres?

La etiqueta de “radical” más dice de quien la profiere que de la persona a quien se la endosan. Quienes así la utilizan para desmarcarse de compañeras “incómodas” declaran con su actitud que son conservadoras (pro statu quo patriarcal) sin proponérselo, no se pretende que cambien ya que el cambio es una decisión personal, pero sería conveniente que se guarden su feministrómetro porque ni son mejores, “correctas” ni más feministas que aquellas que defienden la causa con coherencia, ardor y pasión.

Somos mujeres, tenemos derecho a los mismos derechos que cualquier hombre, el sistema patriarcal es el derecho político que los hombres tienen al poder simplemente por ser hombres, obviamente serán entonces ellos, contra quienes debamos enfilar nuestras baterías feministas, pues las mujeres machistas que les acompañan, solo son piezas necesarias para la reproducción y mantenimiento del sistema (la crianza de las hijas/os es el principal medio de ideologización de género). Vamos contra los dueños del circo, no contra las domadoras de leones ni de las contorsionistas.

El poder en el mundo está desigualmente repartido aun cuando las mujeres seamos el 50% de la humanidad, queremos que tal situación cambie para nuestro bien, el de nuestras congéneres, el de nuestras hijasd/os y el de nuestras familias. Si tal cosa es descalificada como “radical”, entonces seré radical, radicalmente coherente con lo que siento, quiero, aspiro y deseo como mujer, libertad, respeto e igualdad de derechos para todas y todos, y me encanta que cada día haya muchas más como yo, cada vez más jóvenes, mujeres que hace pocos años eran el colmo del machismo y hoy son las feministas “radicales” más convencidas y militantes.

Verlas me hace sentir que entre todas, incluyendo a las que tienen pruritos religiosos machistas, si podremos cambiar este mundo para mejor antes de que nos toque partir hacia otro plano. No en balde ha sido en los últimos 100 años donde se ha volteado totalmente la historia del mundo, con la consecución de los derechos de las mujeres a la educación, el sufragio, el trabajo remunerado fuera del hogar, el control de la natalidad, el divorcio, entre muchas demandas alcanzadas por las “radicales” de cada época para beneficio incluso, de aquellas que las adversaron y descalificaron.

Y como dice Maya Angelou “Por supuesto que soy feminista. He sido mujer durante mucho tiempo. Sería estúpido no estar de mi propio lado.

 Ilustración de Javier Olivares  elmundo.es