Abro Hilo
Marcela Vázquez Garza .
La influencia se rodea de misticismo, se viste con una idea desordenada y mágicamente nos asegura que nuestra existencia tiene un impacto en la de otros. “Nunca subestimes la influencia que tienes sobre los demás”, escribe Laurie Buchanan y, a pesar de que estuviera en lo cierto, antes, la influencia se medía una vez que formaba parte del pasado y podía observarse desde lejos. Pero eso era antes de las redes sociales.
El polémico filósofo y lingüista Noam Chomsky expresa que los seres humanos llegamos con una capacidad innata de generar lenguajes, de captar significados, de crear, conocer y desarrollar culturas. A raíz de la cultura mediática, entonces, es que nos vimos en la necesidad de crear el concepto influencer.
La palabra influencer viene del verbo influenciar –influence, en inglés–; ahora bien, los influencers son aquellas personas que a través de sus redes sociales buscan influenciar a sus seguidores.
Detrás de sus redes sociales, el influencer Roberto González, mejor conocido como HotSpanish, comparte contenido para sus más de 14 millones de seguidores, en donde paga en efectivo a los voluntarios que participen en sus distintos retos, pero evidencia la necesidad y ridiculiza la integridad, a cambio de likes.
El pasado 16 de enero, fue detenido por la policía en Zapopan, Jalisco, debido a que un joven participante, a cambio de dos mil pesos, accedió a tomarse “el shot más picante del mundo”, por lo que, a continuación, tuvo que ser trasladado a un hospital de emergencia para un lavado intestinal. A pesar de que se resarcieron los daños y se esclareció el caso, este suceso evidencia la facilidad con la que nos dejamos influenciar y la tangibilidad que cobran estas influencias.
Como consecuencia de este hecho, se han desatado diversas discusiones en redes sociales. Se debate sobre la responsabilidad social de los influencers frente a su libertad para crear contenido, así como la concientización de sus alcances frente a la responsabilidad de los usuarios de poder no participar ni dejarse influenciar.
Es de suma importancia, entonces, hablar de influenciabilidad.
En México el número de usuarios de redes sociales se mantiene en aumento y se prevé que supere los 90 millones este año, de los cuales 62% aseguró que confía en las publicaciones de los influencers que sigue, y cerca de 30% de los usuarios dijo haber comprado algún artículo como resultado directo de haberlo visto anunciado por algún influencer.
El peligro recae en que el receptor no suele ser consciente de su efecto persuasivo. Por lo mismo, por esta falta de conciencia es que se influencia con mayor facilidad. De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad Internacional de La Rioja, 1 de cada 10 adolescentes se ha sumado a participar en retos peligrosos que ven en redes sociales.
El escritor Juan Beneyto describe que el desarrollo de los medios de comunicación, la organización de agencias informativas y la ampliación de la información han extendido la “zona porosa del pueblo”. En otras palabras, a través de las redes sociales no sólo aumenta la producción de contenido informativo y se facilita su llegada al receptor, sino que la porosidad del mismo, es decir, su capacidad de penetración, aumenta y esto facilita su aceptación, por lo cual se producen consecuencias tangibles y observables, como es el caso de Roberto González.
En tanto, los usuarios resultan no sólo ser víctimas de los influencers, sino también de las mismas redes sociales a través del algoritmo; es decir, el conjunto de normas que establecen qué publicaciones mostrar, a quién presentárselas, cuándo y con qué frecuencia.
Como seres humanos siempre hemos querido reconocernos influyentes, trascender a través de nuestro impacto en las acciones de otros; no obstante, las redes sociales han abierto la posibilidad de influir en la lejanía sin necesidad de un esquema de valores que permitan que cualquier persona pueda ser un ejemplo a seguir, pues el parámetro es tener otros seguidores y una plataforma que fomente tu actividad por la mera posibilidad de incidir.
No exigimos responsabilidad social a los influencers ni tomar conciencia de su impacto, pues se ha buscado premiar a quien influencia más, en lugar de quien influencia mejor.