Las Grabaciones de la DEA .

/ Peniley Ramírez /

Escribo esta columna en la sala de prensa de la corte del Distrito Este de Nueva York. Es un lugar silencioso. Tiene mesas y sillas dispuestas como un aula. Está lleno de carteles de libros y películas sobre casos juzgados aquí. Seis pisos arriba, doce jurados deliberan sobre los cinco cargos contra Genaro García Luna. Analizan si conspiró con cinco o más personas para traer cocaína a Estados Unidos.

El ambiente en la corte tiene la vibra del final de una película de terror. Después de la adrenalina del juicio, queda el vacío de la espera. Esta tarde, en pleno almuerzo, corrimos prensa y familia a la corte, pensando que había una deliberación. En el mismo elevador, oí la respiración agitada de la hija de García Luna, vi el cejo fruncido de la esposa, que controla sus nervios apretando un peluche con forma de oso panda.

Era una falsa alarma, una de las muchas en las últimas horas. Los jurados, reunidos en una sala custodiada por un guardia, mandan mensajes al juez en papeles amarillos de un bloc de notas. Piden declaraciones de un testigo, de otro. Los nombres de los testigos son la única ventana que tenemos para especular sobre qué discuten.

Han pasado dos días desde que comenzaron a deliberar. En otra sala contigua a la corte, los periodistas nos reímos contándonos anécdotas de nuestras coberturas. Matamos el tiempo riéndonos. Estamos agotados. Llevamos cinco semanas despertando de madrugada, esperando horas afuera de la corte, congelándonos.

Mientras espero, pienso en la entrevista que hice hace un par de semanas para “USA vs. García Luna”, el podcast que produzco y conduzco. El entrevistado fue funcionario de seguridad en el sexenio de Felipe Calderón. Trabajó con la DEA, la CIA, el FBI. En un receso, salgo de la corte para conectarme con mi fuente y grabar la entrevista. Está nervioso. No quiere que lo identifique por su nombre.

Me dice que siempre hubo testigos en México que señalaban la corrupción de García Luna. Tenían miedo de hablar. Coincide con algo que explicó esta semana Saritha Komatireddy, la fiscal del caso: muchos testigos hablaron de García Luna solo cuando llegaron a Estados Unidos. En su argumento de clausura del caso, Komatireddy pasó tres horas detallando cuáles eran los eventos más relevantes de este juicio y qué testigos habían señalado la responsabilidad de García Luna. La Fiscalía enfatiza que es este concierto de voces relatando los mismos eventos, entre gente que no se conoce, o no se ha visto en más de 15 años, lo que le da fuerza a su caso.

El abogado defensor, César de Castro, la escuchaba mirando al techo con expresión de burla. En su turno, repitió la retahíla de las últimas semanas: no hay videos, no hay fotos, no hay evidencias documentales de que García Luna es culpable.

Mi fuente dice que esas pruebas sí existen y él mismo las vio, en una oficina de la DEA. “Eran llamadas telefónicas entre los operadores de distintos cárteles”, me dijo. “Los agentes me comentaron que era (también) la voz de García Luna”.

No hemos escuchado esas grabaciones en el juicio. Mi fuente cree que fueron legales, porque se hicieron como parte de labores de inteligencia, pero no estaban autorizadas por un juez. Por eso no pueden presentarse ante el jurado.

Luego, remata con algo que también dijeron funcionarios estadounidenses durante este juicio: entre las agencias de Estados Unidos, creían que García Luna atacaba a otros cárteles, pero no al de Sinaloa. Por eso, le daban información de estos otros cárteles. García Luna los atacaba, mantenía la confianza del de Sinaloa, y los estadounidenses lograban algún resultado concreto, aunque fuera contra esos otros grupos.

Mi fuente no es parte de este caso, ni las grabaciones que dice haber conocido. Lo que tiene el jurado para decidir son los testimonios que escuchamos en la corte, el duro alegato de la defensa de que nada se probó más allá de la duda razonable.

La suerte de García Luna está en manos de un jurado que difícilmente podría señalar en un mapa dónde están Manzanillo, Cuernavaca o cualquiera de los sitios clave de los que hemos escuchado en este juicio. Hemos tenido que venir hasta acá para entender lo que hemos padecido en México. Ahora, nos queda la desazón de la espera, la desazón de que no importa lo que pase, nada va a cambiar.