Los hombres hacen la guerra; las mujeres viven con las consecuencias. Al menos, así suele percibirse.

*Los hombres hacen la guerra; las mujeres viven con las consecuencias. Al menos, así suele percibirse.
/ icrc.org/

Pero “vivir con las consecuencias” no significa ser una víctima pasiva. Las mujeres sienten dolor, se resisten al sufrimiento y, en muchos casos, se ven obligadas a reinventarse, a perder su identidad para asumir una nueva, marcada por la guerra.

Un nuevo reportaje realizado por National Geographic con apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) indaga en cómo las mujeres afrontan y reaccionan a las perturbaciones que genera un conflicto armado a nivel familiar y laboral.

En este proyecto, titulado “A Woman’s War” (La guerra de una mujer), deconstruimos el estereotipo de la mujer como víctima y analizamos los papeles múltiples, complejos y, a veces, contradictorios que desempeñan las mujeres en un conflicto armado: luchadoras, trabajadoras humanitarias, madres, hijas, obreras, referentes comunitarias y sobrevivientes.

“Creo que las mujeres son agentes de cambio. Son una gran fuente de estabilidad en zonas afectadas por conflictos y mantienen unidas no solo a su familia, sino también a su comunidad”, expresó Mary Werntz, directora adjunta de Actividades Operacionales del CICR. “Mi expectativa es que todos, el sector humanitario incluido, lleguemos a ver a las mujeres de forma integral y no solamente como víctimas.”

Las vidas que documenta el reportaje son diversas. El fotógrafo de National Geographic Robin Hammond visitó una zona de guerra que conoce bien, Irak, así como otras sin tanta difusión mediática: Filipinas y el sur de Nigeria. Como la guerra sigue marcando identidades, incluso cuando callan las armas, Robin también visitó Perú, donde algunas heridas no terminan de sanar.

El trabajo en torno del género es complejo. Entran en juego el poder y los privilegios, los rituales comunitarios y las expectativas. El conflicto tiende a exacerbar las desigualdades. ¿Qué ocurre cuando el sostén de la familia —por lo general, el hombre— se va a la guerra o pierde la vida a raíz de la violencia? Se alteran los roles sociales; a las mujeres quizá se les presentan oportunidades que antes no tenían.

“Creo que, en muchas situaciones de conflicto armado, las mujeres se ven obligadas a hacerse cargo de la familia”, dice Werntz. “Quizá tengan que hacerse cargo de tareas agrícolas o insertarse en el mundo laboral. Tienen que ocuparse de la escolaridad de los hijos.”

A través de una serie de retratos, algunos ambientales y otros en estudio, National Geographic y el CICR reflexionan sobre las diversas identidades que asumen las mujeres en esas situaciones. Cada uno de estos singulares retratos, tomados en un entorno significativo para la historia de las protagonistas, está planteado con la intención de desafiar las categorías simplistas en las que encasillamos a las mujeres que viven en medio de una guerra y de explorar qué papel puede desempeñar la fotografía a la hora de dar respuestas singulares a cuestiones complejas.

A través de una serie de retratos, algunos ambientales y otros en estudio, National Geographic y el CICR reflexionan sobre las diversas identidades que asumen las mujeres en esas situaciones. Cada uno de estos singulares retratos, tomados en un entorno significativo para la historia de las protagonistas, está planteado con la intención de desafiar las categorías simplistas en las que encasillamos a las mujeres que viven en medio de una guerra y de explorar qué papel puede desempeñar la fotografía a la hora de dar respuestas singulares a cuestiones complejas.

Fatima, 17 años, Maiduguri, Nigeria.

Fatima, 17 años, Maiduguri, Nigeria. Robin Hammond / National Geographic

Mi esperanza es que podamos regresar a casa en paz.

Fatima, de diecisiete años de edad, vive con su hermana y su madre en un campamento para desplazados en Maiduguri, Nigeria. Cuando tenía quince años, atacaron su aldea, de donde la mayoría de los hombres ya habían huido. “Alrededor de las cinco de la tarde, cuando todos ya habían terminado de cenar, oímos disparos. Recuerdo temblar de miedo.

Habían rodeado la aldea y estaban invadiéndola. No había posibilidad de escapar. Nos escondimos en una habitación, y los disparos se oían cada vez más cerca.” Antes de liberarlos, los encerraron durante una semana sin comida. Una vez fuera, las mujeres se dispersaron de inmediato.

Fatima se fue por un lado, y su madre, por otro. Se escondieron en unos arbustos. Pasaron dieciocho meses hasta que se reencontraron.

Hozan Badie Sindi, 25 años, Erbil, Irak

Hozan Badie Sindi, 25 años, Erbil, Irak Robin Hammond / National Geographic

En este conflicto, ser mujer significa ser resiliente.

Hozan Badie Sindi, de 25 años de edad, médica residente de segundo año, narra su historia desde una habitación del hospital donde duerme cuando está de guardia. La mayor parte de su vida tuvo que convivir con la guerra. El West Erbil Emergency Hospital ha recibido cientos de casos de heridas y traumatismos como consecuencia del conflicto en Mosul.

El CICR ha prestado apoyo a este hospital y a muchos otros para atender, sobre todo, a pacientes heridos a raíz del conflicto. Erbil, Kurdistán iraquí. “He sufrido con las personas que padecen los conflictos. Realmente quiero hacer algo por esas personas, pero, lamentablemente, a veces no depende de nosotros. Quizás al ser mujer la tristeza me toca un poco más de cerca, pero así está dada la situación. No es posible describir con una sola palabra lo que significa ser mujer en medio de este conflicto. Las mujeres no solo luchan por sobrevivir, sino que también ayudan a los demás a sobrellevar la situación. Esa es mi idea, básicamente. “En este conflicto, ser mujer significa ser resiliente. Significa esforzarse cada día por contrarrestar la situación. Quiero que las próximas generaciones lo comprendan para que nunca más vuelva a ocurrir un conflicto como este.”

Dionisia Calderon, 54 años, Ayacucho, Perú.

Dionisia Calderon, 54 años, Ayacucho, Perú. Robin Hammond / National Geographic.

Yo era víctima y pasé a ser luchadora.

Dionisia Calderón vende frutas y patatas en Morochucos, su poblado de Ayacucho, Perú. Esta mujer de 54 años de edad tuvo que afrontar varias pérdidas durante el conflicto interno que trajo violencia y sufrimiento a la región. Su primer esposo desapareció sin dejar rastro. Al segundo también se lo llevaron y lo torturaron cruelmente. Al tiempo, murió a causa de las heridas que resultaron de esas torturas. Dionisia se negó a vivir en silencio ante las injusticias cometidas en contra de ella y de su familia, y se convirtió en representante de mujeres que sufrieron abusos sexuales durante el conflicto.

“Solía preguntarme ‘¿por qué nací mujer? ¿Por qué no nací hombre?’. Las mujeres hemos sufrido tanto, con los soldados y Sendero Luminoso. Fue difícil. Fue difícil soportar toda esa violencia. Nos marginaban; nos criticaban por lo que habíamos vivido. Fue espantoso. Debo mi vida a las mujeres que me dijeron ‘No eres lo que piensas que eres. No eres lo que los demás dicen que eres, porque no lo saben. Eres mujer, eres una luchadora. Debes seguir luchando. Debes enfrentar estas cosas.’ Era víctima del conflicto armado interno y me convertí en una luchadora por la justicia y la verdad.”

Eufemia Cullamat, 57 años, Mindanao, Philippines.

Eufemia Cullamat, 57 años, Mindanao, Philippines. Robin Hammond / National Geographic

Soy una víctima sobreviviente.

Eufemia Cullamat, agricultora de 57 años de edad, lucha para que cesen las actividades de las empresas mineras en las tierras de sus antepasados, en la provincia de Surigao del Sur, Mindanao, Filipinas. Su primo, que encabezaba un movimiento contra las grandes empresas mineras, fue ejecutado en 2015 junto con otras dos personas. Los pueblos indígenas de las provincias de Davao del Norte, Surigao del Sur y Bukidnon, víctimas del hostigamiento, han tenido que desplazarse de sus tierras autóctonas.

Cientos de familias tuvieron que abandonar sus comunidades y sus hogares. El CICR distribuyó socorros y prestó apoyo a los medios de subsistencia en favor de las comunidades de Surigao del Sur cuando las familias de allí tuvieron que abandonar sus hogares.

Fuente: /www.icrc.org/