** TIERRA DE BABEL .
/ Jorge Arturo Rodríguez .
Aperitivo1: “La felicidad es contagiosa, pero el mal humor también. La actitud y el estado de ánimo de las personas que tenemos alrededor nos afecta y en ocasiones puede dañar nuestro bienestar”. (Pilar Jericó). ¿Así o más clarito?
Aperitivo 2: “A veces, el pueblo es muy hipócrita. Alzamos la voz cuando un migrante mexicano es tratado con la punta del pie por la patrulla fronteriza, pero no apoyamos a todos los indocumentados que cruzan por nuestro país”. (Julio B. Méndez vallejo). ¿Nos hablan? ¿Nos queda el saco?
“Con la vara que espías, serás espiado”, podríamos concluir ante tanto alboroto por el asuntito ese que se traen del espionaje, como otras tantas cortinas de humo para tapar el ojo al macho. Ya sabemos que un mundo nos vigila, ¿no? Desde siempre nos espiamos mutuamente y ahí vamos con el chisme. ¿De qué otra manera hemos sobrevivido si no espiando al enemigo e, incluso, al amigo? Saben más de mí los vecinos. Vivimos un mundo donde la chismorrería está al orden del día, ahora con alta tecnología.
Pero vaya, el servicio de espionaje y contraespionaje en México es tan bueno que nadie –ningún mexicano- cree que existe, dijera Federico Campbell, o la verdad, nos hacemos pénjamos. Mientras, la tierra sigue girando con problemas gravísimos y nadie tiene la culpa, sino los otros.
Somos bien chingones, carajos. No habiendo transparencia, que progrese el espionaje. Y ya saben que trae consigo tanta estupidez humana –humana sale sobrando-, como escribió Groucho Marx: “Inteligencia militar: son dos términos contradictorios”.
Sigamos tocándole los huevos al tigre, ya me contarán, si nos dan permiso de seguir con vida. ¿La muerte tiene permiso? Por favor, seamos serios: sin humor no hay inteligencia, dijera Luis Alberto Ayala Blanco.
Le doy la razón a Luis Ignacio Helguera: “Hablar y hablar y hablar para demostrar que se piensa mucho: ¿acaso la inteligencia no se manifiesta también en lo que se calla, en saber quedarse callado?”
A propósito, me encontré el siguiente chiste:
-Soy espía.
-¿Con lo gordo que estás?
-Sí, es que soy un agente doble.
Ahí se las dejo de tarea.
Los días y los temas
Para no herir susceptibilidades (porque a veces –algunos todo el tiempo- no estamos para soportar nada ni a nadie, no queremos que nos toquen ni con el pétalo de una crítica, constructiva o no), empiezo diciendo que cada quien tiene su punto de partida, y en ocasiones como que nos dan ganas de hacer un recuento de los daños y los logros en esto que llaman vida. Pos algo parecido me dio la impresión el libro La delgada línea, de Julio Méndez Vallejo, un amigo de hace años.
Claro, no todos nacemos de la misma manera, aunque pareciera que así es. Nada más lejos de la realidad. Si no, lean El tambor de hojalata, de Günter Grass, y Óscar les contará.
“Dentro de su vientre: Yo me sentía como en el espacio, flotando, viendo cómo se desarrollaba cada parte de mi cuerpo, con muchas preguntas. Al mismo tiempo con miedo, esos miedos que no sé si eran porque me los transmitía mi madre o porque me sentía inseguro de salir o solo era esperar ese instante de enfrentarme a lo que todos le llamamos vida”. De acuerdo, Julio. Empezamos bien. Reconozco ese empeño en salir y seguir adelante y hacer hasta lo imposible por no claudicar. Celebro la publicación de tu libro, pero, la verdad, son sólo toques de literatura, rasguños, y menos testimonial que sé viviste pero no se logra transmitir del todo en eso que se llama narración literaria y demás.
No es mi intención meterme en discusiones sesudas o “seudosesudas”. “Antes de continuar, quiero abrir un paréntesis”, “Hago una pequeña pausa”, Julio: (Por si sirve de algo, porque escribir es la inutilidad más pomposa y la vanidad más grande, dijera Amado Nervo. En este sentido, me pongo a leer, luego a pensar y, finalmente, salgo a la calle y el mundo es otro. Entonces, regreso a casa y leo que Agustín Monsreal dice: “Banal: Rasgo característico de la literatura contemporánea. Suele ser muy apreciado –y en ocasiones exigido- por los editores, los críticos y los lectores en general”. El genial poeta Xavier Villaurrutia señala: “No faltará literatura que diga que estas fichas son literatura”. Y José de la Colina menciona: “En literatura, ay, las memorias suelen salir marmóreas: pesadas y frías: muertas”).
Locontinúo. Para ser un primer libro y aventarse a publicarlo, excelente. Me deja con un sabor sin sabor –¿sinsabor?-, que por momentos me pareció que iba a despegar hacia gourmet. Diría que se trata de un anecdotario. Son “disparos fotográficos”, vaya, hablando en términos que conoces (yo lo digo por decir) llevados a una escritura que muchas veces no se sostiene por los lugares comunes. La sencillez no es sinónimo de simplicidad, porque escribir lo sucedido, lo vivido, para llevarlo a un nivel, digamos mediano, hace falta mucho trabajo narrativo. Desde luego, hay párrafos interesantes, como que eres más seguro en la narración literaria que adéntrate en la crónica periodística o el periodismo literario, etc. Para no hablar de lo autobiográfico. José de la Colina escribió que la mejor autobiografía es sacar la lengua ante un espejo. Pregúntate si lo lograste.
En todo caso, es un libro para leer y comentar entre amigos. Puntos álgidos de La delgada línea: en “De árboles y regaños”, pudiste haberle sacado jugo narrativo, pero se quedó en la anécdota; “Despedida de soltero”, “Frontera norte” y “Tufo de la corrupción” casi bien logrados.
“La delgada línea entre una mujer y un hombre”, ni hablar, me atrapó, quizás por ese movimiento armónico entre la narración y la reflexión. ¡Ahí está tu punto fuerte! Respecto al tema que tocas, te lo digo con un refrán: “Aunque sean del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro”.
En cuanto a la estructura, forma, construcción, o como le llamen, del libro, es lo de menos; sin embargo, no le encontré motivo alguno para que así fuera: “Arriba, abajo, izquierda, derecha…” Bailemos. Bueno, aprecié lo lúdico.
Por lo demás, un abrazo. Sigue escribiendo. La vida no es muy seria en sus cosas. O como escribió Rubén Bonet: “…para dedicarse a la literatura o hay que estar desesperado o definitivamente gozar de un magnífico sentido del humor.”
Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad, dicen.
De cinismo y anexas
Una vez dicho lo anterior, espero no me espíen porque ya valí balín. Dice el siguiente chiste:
“Una patrulla de la K.G.B. se para donde se encuentra una religiosa y le preguntan si ha visto a un hombre sospechoso que huía.
La religiosa les informa de que no ha visto a nadie, y los agentes siguen su camino. Cuando el peligro ha pasado, el espía sale de debajo del hábito de la monja y dice:
-Gracias, hermana, por haberme salvado de ser capturado por el KGB.
-Lo he hecho con mucho gusto -contesta la monja.
-Si me lo permite, tengo que decirle, hermana, que usted tiene unas piernas muy hermosas. ¿Notó usted el leve besito que le di en las pantorrillas?
-Pues claro que sí.
-¿Y sintió usted después mis besos fogosos en sus rodillas?
-Por supuesto.
-¿Imagino que notaría también cuando fui subiendo y le pasé mi lengua por los muslos?
-¡Ay! Sí que lo noté, sí.
-¿Y qué hubiera sucedido, hermana, si yo hubiera seguido subiendo y subiendo con mi lengua?
-Pues que me hubieras lamido los huevos. ¿O es que te crees que eres el único espía de por aquí?”
Hasta la próxima.