/ Por: Zaira Rosas /
¿Dónde debe estar nuestra atención?, era la pregunta constante entre grupos que debatían por la cobertura que se daba a dos situaciones en medio del mar. La primera era intentar rescatar a 5 personas, cuya característica en común eran cuantiosas fortunas y el interés por conocer en el fondo del mar los restos del naufragio más famoso en la historia. La segunda tiene una característica compartida que contrasta fuertemente: la pobreza, búsqueda de nuevas oportunidades de vida, la esperanza de un futuro mejor que hizo que más de 700 migrantes se embarcaran en un transporte pesquero, lo que ocasionó una catástrofe cerca de las costas de Grecia, dónde se cree que únicamente alrededor de 104 personas sobrevivieron.
La semana estuvo repleta de cobertura segundo a segundo de cómo rescatar a las personas a bordo del Titan, el submarino que realizaba expediciones de más de 4 millones de pesos para explorar los restos del Titanic. A las misiones de rescate se sumaron distintos países con toda la tecnología y equipo posible, sin embargo, después de múltiples esfuerzos, declarar su muerte era inminente. Lo más probable es que con la presión de las profundidades el artefacto no resistiera e implosionara al instante, causando una muerte rápida a todos los tripulantes.
En contraste, casi en las mismas fechas cientos de personas pierden la vida, en medio de una total observación, sin que las autoridades intervinieran en un rescate oportuno, donde el punto de esperanza fue un empresario mexicano quien con su Yate se acercó y logró salvar a más de 100 personas, las cuales relatan que a bordo de la embarcación pesquera iban también familias, con menores de edad, buscando llegar a las costas de Italia.
La crítica ha estado en el exceso de atención que recibió la expedición del Titan y la ignorancia en la que como sociedad elegimos vivir ante tragedias relacionadas a migrantes y la pobreza extrema, ¿será que decidimos ignorar aquello que nos incomoda porque de alguna manera somos responsables de esta desigualdad? No se puede hacer un comparativo del valor de una vida, no hay duda de que ambas tragedias representan un fuerte aviso para cualquiera. Sin embargo, están estrechamente ligadas, los segundos cruzaron las fronteras pensando en un futuro mejor, los primeros teniendo lo que la mayoría podría calificar de una vida plena, añoraban más y fueron partícipes de investigaciones que aportan a transcender las fronteras del conocimiento.
La empresa oceangate era responsable de las expediciones millonarias, donde la información ha girado justo en torno a los costes de estos viajes, pero poco se ha hablado de lo que estas expediciones representaban para la ciencia, donde los únicos datos al respecto han sido compartidos por tripulantes que vivieron el mismo trayecto a las profundidades, entre ellos el reconocido viajero Alan estrada, quien fue el primer mexicano en hacer este viaje a las profundidades del océano. En la otra parte la responsabilidad recae en las autoridades, pero no sólo de Grecia, sino de los gobiernos que siguen siendo un puente para el favorecimiento de las desigualdades, es nuestra responsabilidad como seres humanos por priorizar el morbo ante el valor de nuestra propia humanidad.
No es casualidad que la cobertura se volcara a 5 personas, pues la curiosidad de sus vidas es mayor que las historias de sufrimiento y pobreza hacinadas en un buque pesquero. Quizás hemos de reflexionar con mayor detenimiento sobre nuestras propias fronteras, ¿cuáles son los límites que imponemos para frenar las esperanzas de otras personas? ¿cuáles son las barreras que deseamos trascender? Porque al final aunque no seamos del todo conscientes de ello, toda persona es un constante migrante, quizás no siempre nos toque hacerlo de manera geográfica, pero de alguna manera todos añoramos llegar a un lugar mejor.