Miradas de reportero
/ Por Rogelio Hernández López /
Muy pocos periodistas sabemos que Ángel Octavio González Sainos, un agente de inteligencia arriesgó su vida y a su familia para ayudarnos a investigar, desde 1986 hasta 1989, a quien fuera su jefe: José Antonio Zorrilla Pérez.
Y muchos menos conocen que varias de las pesquisas y contactos de Octavio fueron esenciales para condenar por 35 años de prisión a quien fuera uno de los más poderosos directores de la Federal de Seguridad por varios delitos, entre otros por ser autor intelectual del asesinato del columnista Manuel Buendía Tellezgirón.
Lo que pocos conocen
Buena parte de los aportes del investigador Octavio fueron difundidos en el libro Zorrilla, el imperio del crimen (Edit. Planeta 1989), tales como la responsabilidad de éste en el asesinato del comandante de la Dirección de Investigaciones Políticas de la Segob, José Luis Esqueda; del cómo Zorrilla fomentó la conversión de muchos comandantes de la DFS a líderes del narcotráfico; cómo el enterar a un grupo de periodistas de la investigación paralela, sobre el caso Buendía, que hacía el coronel Fulvio Jiménez para el presidente Miguel de la Madrid; cómo ser el mediador entre periodistas con agentes de la DEA y conocer su expediente “hechizo” que quería infiltrar sobre caso Buendía con datos inventados para influir en las elecciones del año 2000 y otros muchos datos.
Muchas menos personas y periodistas saben que el investigador de inteligencia Octavio González Sainos y este reportero de izquierda se hicieron amigos con la amplitud del concepto, o que juntos sufrieron al menos dos atentados por “andar hurgando al Jefe Zorrilla”.
Y son contadas las personas que pueden describir lo extraordinario del perfil y de la personalidad de Octavio.
Todo lo anterior lo recordó este reportero al buscar en sus archivos, para publicar, las historias que no supo contar en su momento (esto es algo que le sucede a la mayoría de periodistas que reportean porque les impone el apuro por lo inmediato). Así fue que encontró una descripción que hizo en enero de 2001 sobre este singular mexicano y que ahora la comparte aquí:
El Octavio de la Condesa
Ese miércoles, al terminar otra llamada telefónica, Octavio estaba al borde del encabronamiento. Seguro que después aventó el aparato inalámbrico. Su cara redonda, en forma de artesanía mexicana del sol, debió palidecer. Siempre que le domina la ira agarra tono amarillo pastel burócrata. Esa tarde apenas iba a comer y sin duda digirió mal. Cada día se pone más neuras, aunque a decir verdad esta vez tuvo razón, porque uno de sus amigos periodistas no le entregó a tiempo el artículo prometido para el periódico de la colonia; lo menos que farfulló entre dientes fue: –¡¡Pinche Rogelio…!!–
Del otro lado de la línea quedó el reportero, también con mal sabor de boca. Sentía vergüenza por el incumplimiento. Su problema es que no había encontrado un tema atractivo para los vecinos de La Condesa porque cada que escribe se obsesiona para conseguir, no siempre con éxito, que lo lean con interés. Igual estaba un poco encorajinado y con ganas de mandar a Octavio a la fregada. Pero con él ya no podía hacerlo por motivos que muchos de sus vecinos ignoran y que sería bueno que conocieran para que lo aprovechen mejor como su representante vecinal.
Seguramente muchas personas saben que Octavio González Sainos nació en 1956, que es vecino de La Condesa desde púber, que dice haber estudiado la vocacional en el IPN, que se licenció en psicología educativa, que ha sido profesor en secundaria y en centros tecnológicos, que fue comunicador en Canal 11, asesor empresarial, cofundador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y que, entre otras cosas, es actualmente jefe de la oficina de divulgación de Medicina Preventiva del Transporte en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y presidente electo de los vecinos de su colonia.
Quizá también se sepa que la madre de Octavio es Aurea, que su esposa es Silvia, que tiene dos guapas hijas en Paty y Betty y un despiertísimo Tavín, casi bebé. Acaso algunos más conocen que tiene un changarrito de ediciones y que es promotor de cursos de protección civil. ¡Ah, y qué es muy regalón y buen bebedor de cerveza… ¿O no?
Pero hay otras muchas cosas que no se saben de Octavio porque no las platica ni es fácil percibirlas:
Desde hace 15 años le conocí su principal característica: es investigador de inteligencia y de los buenos. Siempre anda cazando lo más nuevo o lo que le interesa. Y, lo consigue.
Comenzó desde la escuela vocacional del Poli en asuntos de seguridad nacional, con el tiempo se hizo experto en seguridad de empresas, en seguridad pública y sobre la marcha se especializó en protección civil, más singularmente en el área preventiva de inteligencia. Entre sus amigos periodistas le conocemos como uno de los mejores detectives de México. Si alguno de nosotros tiene problemas para confirmar algún dato (sin importar el asunto que sea) nos aconsejamos: –Háblale a Octavio— y no nos falla.
Si alguna persona quisiera corroborar su carácter detectivesco debe bastarle con observar su mirada fija a los ojos que siempre es escrutadora. Pero, en contraste este reportero nunca le ha visto ostentar un arma, o abusar de las personas o de sus cargos; siempre parece muy tranquilo voluntariamente, incluso hasta en situaciones de alto riesgo.
Mas, la apacibilidad no es lo mejor de su faceta de investigador. Lo más raro de él es su visión en prospectiva hacia lo que debe ser democrático de la política y la complementa con acciones. Algunos lo jodemos con la broma de que es el único policía de investigación decente e izquierdoso de todo México, porque sin ser miembro de partido político, ha visualizado correctamente necesidades nacionales y ha trabajado por los cambios democráticos, dice que por la libertad política, por el ejercicio del derecho para todos, para que los ciudadanos manden a los funcionarios y no al revés, para que se acabe la corrupción y la impunidad…. ¡Pruebas, pruebas¡ exigirán varias personas. El reportero sabe de muchas pero expone cuatro:
- Por ejemplo, en 1988 Octavio previó que podría ganar la Presidencia de la República Cuauhtémoc Cárdenas y lo apoyó con hechos a pesar de que todavía estaba ligado al sistema de seguridad nacional y también contra el escepticismo que le mostramos los periodistas “expertos en política”. Después de la elección quedó la percepción popular de que Carlos Salinas y Manuel Bartlett Díaz le escamotearon el triunfo al candidato del Frente Democrático Nacional. Octavio y muchos expertos electorales aseguraban que Cárdenas ganó.
- En 1997 Octavio volvió a creer que Cárdenas ganaría la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y le apoyó con acciones. Esta vez, ambos ganaron ostentosamente y doblaron a los dudosos, como este reportero quien aseguraba que también le arrebatarían la elección.
- En el año 2000 el panorama político era aún más complejo, pero Octavio igual visualizó que ganarían Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia y en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México aunque tuviesen proyectos ideológicos y políticos muy distintos. Esta vez Octavio apostó a que, ganara quien ganara, su comité vecinal tenía que aprovechar para mejorar su entorno. Y de los resultados, son los vecinos de La Condesa quienes pueden hablar.
- Por sus convicciones y acciones para que las cosas mejoren y se reduzca la impunidad de los servidores públicos, desde 1986 Octavio decidió ayudar a los periodistas que queríamos encontrar a los asesinos del columnista Manuel Buendía. Él, sin pedir nada a cambio, investigó en los lares más difíciles durante tres años; arriesgó su vida varias veces. Con sus hallazgos, los periodistas conseguimos que en 1989 fuera encarcelado el más poderoso jefe policiaco: José Antonio Zorrilla Pérez.
Octavio si temía a quien fuera su jefe en la Dirección Federal de Seguridad y, aun así, lo enfrentó colaborando con los periodistas. (Para saber más de esta historia se puede leer el libro Zorrilla, el imperio del crimen de editorial Planeta).
Se debe precisar que aunque muchos de los aspectos de Octavio aquí referidos parezcan extraordinarios no lo hacen superhombre, pero sí, singular.
En realidad su primer nombre es Ángel, mas su forma de ser es ajena a ese ícono celestial de los cristianos. Octavio es muy terrenal. Parece tan normal como cualquier otra persona: se emborracha, duerme mal, le gusta la buena comida, sabe cocinar, tiene muchísimos conocidos y poco dinero (siempre anda sufriendo para completar los gastos) pero goza dando regalitos a quienes tiene cerca. Probablemente lo que también ayuda a que sea singular son sus ganas permanentes de hacer cosas, lo que junto a su honradez esencial son parte de una poderosa ética social, ética que el reportero ignora dónde la abrevó.
Claro que Octavio el de La Condesa tiene defectos. Él dice que somos amigos desde 1986. El reportero que había militado en el Partido Comunista tardó en aceptarlo como tal porque además los periodista somos desconfiados por lógica profesional. Desde que se conocen al reportero siempre le quedan dos sensaciones encontradas:
Por un lado permanece un sentimiento de admiración por todo lo descrito, pero además le reconoce que casi todo lo que se le ocurre hacer lo hace o, por lo menos, lo intenta. Pero por otro lado también propicia sensaciones de suspicacia, porque ninguno de sus cercanos hemos podido saber cuántas más cosas hace, aparte de su empleo fijo y en cuántas nos involucra en algunos planes sin que nos enteremos oportunamente. Posiblemente todos los buenos amigos del mundo conviven entre la empatía, la admiración y el apoyo mutuo con vientos recurrentes de desconfianza.
Con todo Octavio y este reportero nos decimos compadres aunque no lo seamos formalmente. Él es un personaje de nuestro México al que se antoja novelar, pero me niego a aceptar que su cuerpo esté traicionando esa enorme capacidad de Octavio para soñar con los ojos abiertos.
Nota final. Octavio falleció de Septicemia al poco tiempo. Para contrastar: Zorrilla Pérez fue condenado a 35 años de prisión por varios delitos en 1989 pero el 10 de septiembre del 2013 consiguió prisión domiciliaria en su rancho de Atotonilco El Grande de Hidalgo; actualmente reside en Santa Fe, de la Ciudad de México, aunque le falta un año para cumplir su condena. Mirada de reportero.