Los fantasmas del PRI

Norma Meraz

El Partido Revolucionario Institucional es un partido político nonagenario que ha perdido la memoria.

El PRI, fundado por Francisco Plutarco Elías Calles Campuzano, como Partido Nacional Revolucionario, refundado por Lázaro Cárdenas del Río como Partido Revolucionario Mexicano y más tarde refundado por Manuel Ávila Camacho como Partido Revolucionario Institucional dominó la política mexicana, durante más de dos tercios del siglo XX.

El PNR nace el 4 de marzo de 1929 como una organización política pluriclasista que pone fin al caudillismo y cuya ideología era el nacionalismo revolucionario.

En su declaración de principios se establecieron cinco puntos básicos, a saber:

– “se acepta el establecimiento sin reservas de ninguna naturaleza” el sistema democrático y gubernamental establecido en la Constitución de la Republica;

– se define que, una de las principales finalidades del Partido sería: “realizar en nuestro país un mejor medio social, reivindicando los artículos 27 y 123 constitucionales”;

– “se declara que la defensa de la soberanía nacional debía ser la base de la política internacional de México;

– “se establece que, pasada la Revolución, los gobiernos emanados de la acción política del Partido, deberán encaminar sus esfuerzos a la reconstrucción del país, y

– “se luchará por constituir gobiernos con hombres de ideología revolucionaria, siempre que estén moral e intelectualmente capacitados para llevar a cabo la realización del Programa eminentemente patriótico de la Revolución”.

Con este ideario político, Plutarco Elías Calles creó instituciones reguladoras como, las comisiones nacionales agraria, bancaria, de caminos e irrigación, el Banco de Crédito Ejidal y el Banco de México.

Años más tarde, el partido asumió el corporativismo. Los obreros en la CTM, los campesinos en la CNC y en la CNOP, donde cabían desde los voceadores, boleros, líderes de los mercados, maestros, profesionales y técnicos, artistas, deportistas e intelectuales.

Estos tres pilares organizados le dieron al PRI sustentabilidad social por muchos años.

No fueron pocos los hombres y mujeres probos que, fieles a la ideología del nacionalismo revolucionario y convicción democrática, aportaron mucho a este país nuestro.

La participación de distintas clases sociales, económicas, políticas e intelectuales dentro del PRI facilitó el trabajo político que le valió el triunfo en innumerables contiendas electorales a nivel nacional, estatal y municipal.

De haber contado entre sus filas con una muy amplia base popular – en todo el país –identificada con los postulados y los líderes que enarbolaban la bandera de “democracia y justicia social”–, el Revolucionario Institucional se fue desgajando al cabo de los años.

Los ideólogos priistas fueron desapareciendo al tiempo que iban arribando a la cúpula personajes ávidos de poder por el poder, sin ningún compromiso social, amén de no poseer el conocimiento y amor a México y, por ende, alejados de las causas populares, lo que le ha costado al partido la debacle en la que se encuentra.

Muchos son los fantasmas que persiguen al PRI.

Uno de ellos: el neoliberalismo que llegó con el Presidente Miguel de la Madrid.

La tecnocracia se apoderó de la cúpula, quitándole estatura política y carcomiendo la estructura popular.

Los actuales huesos del PRI no corresponden a sus principios.

Luis Donaldo Colosio quería rescatar los principios de nacionalismo revolucionario: la democracia y la justicia social, la reforma agraria, el sufragio efectivo, el derecho a la alimentación, la salud y la educación.

El último Presidente que conocía y amaba la historia de México fue José López Portillo.

Entendía que era descendiente de españoles y al mismo tiempo representaba una de las culturas más ricas del mundo: la nuestra.

Solía decir: “conmigo se termina él nacionalismo revolucionario”, y lo asistía la razón.

Hoy el PRI es un despojo de lo que fue.

Es un Partido con el 9% de electores y que padece “autofagia”.

Carente de liderazgos, sufre de conflictividad interna; los senadores priistas pelean contra el nuevo Presidente de su Comité Ejecutivo Nacional que llegó — en una elección interna– con los dados cargados, fiel a la historia partidista.

El PRI destruyó la participación ciudadana libre, crítica, propositiva y constructiva.

A la fecha, hay sólo 12 gobernadores, muy pocos congresos estatales y muy pocos alcaldes tricolores.

Por último, el fantasma que le hizo perder la Presidencia de la República fue la “cleptocracia” del régimen de Enrique Peña Nieto –el sepulturero del PRI– seguramente el último Presidente priísta que le puso en bandeja de plata el Poder Ejecutivo Federal a Andrés Manuel López Obrador, por cierto este de raíces priistas.

El Revolucionario Institucional no es ni lo uno ni lo otro.

Sin embargo el espíritu –revolucionario– de México sigue vigente.

¿Podrá el PRI, librarse de sus fantasmas?

Como dijera Luis Donaldo Colosio Riojas: “si mi padre despertara, se volvería a morir de ver al PRI de ahora”.

¡Digamos la Verdad