** CLARABOYA .
/ Azul Etcheverry /
La falta de medicamentos esenciales en México se ha convertido en una crisis de salud pública que afecta a millones de personas en todo el país. Pacientes con enfermedades crónicas, padres de familia preocupados por la salud de sus hijos y personas en situaciones de apremio y vulnerabilidad se enfrentan a un problema recurrente: la escasez de medicamentos que necesitan para su bienestar y supervivencia.
Ante este panorama, la propuesta de contar con “un almacén en la Ciudad de México con todas las medicinas del mundo” se trata no sólo de una ocurrencia del presidente de México, sino de una idea fundamentalmente incorrecta y profundamente simplista.
Es innegable que el desabasto de medicamentos en México es un problema crítico y urgente que debe ser atendido con determinación y responsabilidad. La falta de suministros médicos básicos pone en riesgo la vida de pacientes vulnerables y desafía la capacidad del sistema de salud para proporcionar una atención adecuada y oportuna.
Además, afecta a personas de todos los estratos sociales, mostrando que esta problemática no distingue entre clases económicas, sino que impacta a todos por igual.
Lo que el oficialismo se niega a reconocer es que esta precarización en la planeación, obtención, distribución y almacenaje de medicamentos es una herida auto infringida. Es la aplicación de políticas públicas cargadas de ideología, irresponsables y finalmente equivocadas las que desmantelaron los esquemas que permitían que los procesos antes mencionados funcionaran, perfectibles sí, pero funcionales, no como el INSABI, un proyecto que desdeñó años de investigación y resultados a nivel local, estatal y federal del Sistema Nacional de Salud Pública.
El desabasto ocasionado por la eliminación del Seguro Popular, así como con la cancelación de contratos con particulares altamente especializados en dichos procesos por considerarlos corruptos, además del recrudecimiento en la falta de claves de medicamentos del catálogo universal de las instituciones de salud públicas antes, durante y después de la pandemia, demuestran que el gobierno no tiene la visión, ni la capacidad, ni los recursos que se requieren para entretener estas “ocurrencias” del presidente.
En lugar de buscar soluciones rápidas y simplistas, es imperativo abordar el desabasto de medicamentos desde múltiples perspectivas. La colaboración entre las autoridades de salud, la industria farmacéutica, los profesionales médicos y la sociedad civil es esencial para encontrar soluciones efectivas y sostenibles.
Es necesario garantizar la transparencia en los procesos de adquisición y distribución de medicamentos, así como fomentar la competencia en el mercado para evitar monopolios y asegurar precios justos para todos.
Además, se deben realizar esfuerzos significativos para impulsar la producción local de medicamentos y reducir la dependencia de la importación. Fomentar la investigación y el desarrollo en la industria farmacéutica nacional puede aumentar la disponibilidad y diversidad de alternativas en el país, cuestión que no ocurrirá en el futuro cercano dado el desprestigio institucional científico sufrido en este sexenio por organismos como la COFEPRIS, Conahcyt, entre muchos otros.
La crisis de desabasto y la propuesta de centralización de medicamentos en México son desafíos que requieren una acción desinteresada y una visión a largo plazo. Es hora de verdaderamente garantizar el acceso universal a medicamentos de calidad para todos los mexicanos. La salud es un derecho fundamental, y debemos defenderlo con firmeza y responsabilidad.
La vida de millones de personas está en juego, y nuestra responsabilidad como sociedad es enfrentar esta problemática con decisión y humanidad. Solo mediante la colaboración y la determinación podremos superar estos desafíos y asegurar un futuro más saludable y próspero.