El buen gobierno .

**CON SINGULAR ALEGRÍA .

/ POR GILDA MONTAÑO HUMPHREY /

El buen gobierno, -ha sido la historia la que lo ha demostrado una y varias veces- es una necesidad vital, no un lujo. Para que el Estado pueda hacer una aportación más eficaz al proceso de desarrollo, es esencial comprender la función que cumple en ese entorno institucional e imponer el cumplimiento de la ley.

Para una efectividad del mismo, hay que insistir en una doble estrategia: primero, articular las actividades del Estado, para que estén en consonancia con su capacidad. Si los Estados consiguen concentrarse en las actividades públicas fundamentales, -imprescindibles para el desarrollo-, su eficacia aumentará.

Después, hay que buscar formas de ampliar la capacidad del Estado mediante la revitalización de las instituciones públicas. Incentivos a los funcionarios públicos para que hagan mejor su trabajo, e impedir la arbitrariedad y la corrupción.

Es importante mencionar que las miradas del mundo están vueltas hacia el Estado. Se debe entonces, replantear y dados los trascendentales acontecimientos registrados en la economía mundial, saber cuál es el papel del Estado, que debe hacer y cómo.

Para esto, los gobiernos han ayudado a introducir sustanciales mejoras en la educación y la salud y a reducir la desigualdad social. Se hace patente que el factor determinante, ha sido la eficacia ineficacia de los poderes públicos. Un estado eficaz, es imprescindible para contar con bienes y servicios que hacen posible que los mercados prosperen y que las personas tengan una vida saludable y feliz.

Luego entonces, ¿por qué unos países logran este desarrollo económico y social, y cuáles han sido los factores que determinan la eficacia del Estado, dependiendo del tipo de desarrollo en que se encuentren? ¿Por qué y en qué forma algunos Estados consiguen mejor que otros mantener este desarrollo, eliminar la pobreza y adaptarse al cambio? Veamos pues, que esto es por el replanteamiento del papel del Estado en todo el mundo.

En la medida en que el mundo cambia, también las ideas sobre el papel del Estado en el desarrollo económico y social. Si nos remitimos a poco después de la Segunda Guerra Mundial, vemos que unos asesores y técnicos competentes formularían políticas acertadas, que después serían puestas en práctica por buenos gobiernos en bien de la sociedad.

En este momento, es importante mencionar que para esa época, lo más idóneo, era la flexibilidad para aplicar las políticas formuladas por los tecnócratas. Pero desgraciadamente, poderosos gobernantes actuaron en forma arbitraria. La corrupción se convirtió en mal endémico. El proceso de desarrollo perdió impulso y la pobreza se consolidó.

Es importante analizar que en los últimos cien años, la presencia y la intervención del Estado, han crecido enormemente, sobre todo en los países industriales. Esto fue precisamente porque las economías industriales ampliaron el Estado de bienestar, y muchos países adoptaron estrategias de desarrollo bajo la dirección estatal. El gasto público representa e estos momentos casi la mitad del ingreso total en los países industriales, y aproximadamente la cuarta parte en los países en desarrollo.

La integración mundial de las economías, y la propagación de la democracia han reducido las oportunidades para un comportamiento arbitrario y caprichoso. Todos los sistemas normativos, por ejemplo la inversión, y las políticas económicas, deben responder a los parámetros de una economía mundial globalizada.

Aquí entran las más poderosas de las actividades a nivel mundial: los mercados. Estos exigen, irritados por las deficiencias del sector estatal, por medio de organizaciones no gubernamentales, mayor transparencia en las prácticas de gobierno para fortalecerlo.
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