/ Valeria Moy /.
“¿Usted se considera feminista?” Así me recibió al entrar a su horario de oficina uno de mis profesores de la maestría. La respuesta que di en ese momento hoy me apenaría. Respondí que desde luego que no, que yo estaba a favor de que las mujeres tuvieran las mismas oportunidades laborales, pero sobre todo las mismas oportunidades para decidir lo que ellas quisieran hacer con sus vidas. El profesor solo levantó las cejas y con un pequeño gesto muy inglés me mandó a la biblioteca con una lista de lecturas, no sin antes responder las dudas que me llevaron a su oficina. Añadiré que era mi profesor de Sistemas Dinámicos, nada que ver con género, pero algo se desató con su pregunta y desde entonces sigo pensando en las complejidades de la respuesta.
México, se sabe, es uno de los países de la OCDE en los que las mujeres participan menos en las actividades económicamente remuneradas. Estamos debajo incluso de economías consideradas similares como Colombia, Argentina o Chile. A pesar de que México tiene más mujeres inscritas en educación terciaria que hombres y se incorporan en números similares a la fuerza laboral, algo pasa en la vida de las primeras que sus carreras laborales se van truncando y abandonan no solo su carrera, sino también sus aspiraciones de independencia económica.
Hoy el IMCO presenta la tercera edición Mujeres en las Empresas, estudio que busca conocer, siempre con datos, cómo participan las mujeres en las empresas listadas en las bolsas de valores del país. Hay pocas sorpresas y también pocos avances.
Quizás lo más sorprendente es la poca importancia que le dan las empresas y las autoridades correspondientes al reporte de información que mandata la ley. Varias de las 184 analizadas presentan información distinta sobre sus consejos de administración y mandos directivos a la CNBV, a la bolsa de valores respectiva donde cotizan y en su reporte anual. Pocas señales más claras de que el tema no les es tan relevante que el descuido en cómo lo reportan.
Ha habido algunos avances. En 2021, 11% de los puestos en los consejos de administración de las empresas de capitales eran ocupados por mujeres. En 2022, ese porcentaje subió a 12%. Los consejos de las empresas en los mercados de deuda tienen una participación ligeramente mayor de mujeres. En 2021 era 13% y en 2022, 14%. Solo 6% de las empresas analizadas, es decir 11, cuentan con 30% de mujeres en sus consejos, mínimo recomendado por las buenas prácticas internacionales.
En las direcciones relevantes –dirección general, dirección de finanzas y dirección jurídica– la participación de mujeres es 4%, 11% y 25% respectivamente con poquísimos avances en los últimos tres años.
Prácticamente 20 empresas de cada 100 tienen un liderazgo compuesto en su totalidad por hombres, es decir, no tienen mujeres en los consejos de administración ni en ninguna dirección. Y solo estamos hablando de las empresas listadas, las que tienen requisitos de revelación de información.
La participación de las mujeres va cayendo conforme avanza la estructura jerárquica. Razones hay muchas empezando por la falta de un sistema de cuidados funcional y por las complejidades propias de la maternidad, que suele coincidir con el avance de la carrera laboral, pero se añaden grados de dificultad por la poca flexibilidad de los horarios y la resistencia al cambio.
Hoy le respondería a mi profesor con un rotundo sí. No sé qué tanto pueda hacer desde mi cancha para avanzar en la agenda de género, pero que no quepa duda de que haré lo que esté a mi alcance, aunque eso implique tener que incomodar de vez en cuando.