Chistes sobre mujeres: ¿Misoginia disfrazada de humor?

Sara Díez (fragmentos)

Cuando hablamos de discriminación hablamos de la desvalorización, del trato desfavorable o del desprecio inmerecido que se hace, consciente o inconscientemente, a un grupo, persona, institución o creencia por el simple hecho de considerarla “diferente”.

Estos comportamientos se generan por estereotipos y prejuicios que salen a relucir al momento de percibir a alguien como “inferior” o distinto, entonces es juzgado y valorado bajo parámetros negativos y con sentimientos hostiles, lo cual genera una actitud de separación o exclusión.

En una sociedad innegablemente machista, los estereotipos, los prejuicios y la discriminación son dirigidos de manera sistemática y exacerbada en contra de las mujeres quienes, por su género, son consideradas como seres inferiores y, por ende, son objetos de burla y denigración. Así es, la cultura dominante, a lo largo de la historia, ha dado a las mujeres un papel de subordinación en una visión masculina que las deja sin derechos, poder y prestigio y, además, vulnerables a todo tipo de abusos y violencia.

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En general, los chistes son pequeñas historias con intención de hacer reír a quien los escucha o lea. Básicamente, son de dos tipos:

1) Los ingenuos y que no causan daño a nadie;

2) Los tendenciosos y agresivos, capaces de denigrar a una persona, institución, grupo o creencia. Estos “chistes” se dicen con el afán de humillar o denigrar a otros u otras; a los que, por sus características y condición se les considera “diferentes”, por ejemplo por ser extranjeros, por pertenecer a un grupo social étnico, pueblo o cultura específica; por ser pobres o ricos; por ser hombres…o bien, por ser mujeres (y que son a los que nos referimos en este artículo).

De entrada, los “chistes sexistas” (los que afectan tanto a uno como a otro sexo) no son inocentes, tienen un carácter anónimo pero son aceptados por la sociedad que comparte un sistema de creencias que refleja la batalla entre ambos sexos. Aparecen en situaciones relajadas, pero encubren una gran violencia, una violencia simbólica presente en todos ellos, sea cual sea el género que se satiriza. Para ambos sexos son igual de violentos, aunque con las mujeres el problema se agrava, pues generalmente reflejan un alto grado de misoginia.

Indudablemente, los tradicionales “chistes sobre mujeres” (esas pequeñas historias que suelen contarse en cualquier lado y en cualquier momento como si fueran anécdotas chispeantes y que, frecuentemente, se acompañan de grandes carcajadas, tanto de hombres como de mujeres), no son más que otra forma de violencia sutil para denigrar al sexo femenino, la cual se acepta y se tolera socialmente al ampararse, veladamente, bajo el manto del “humor”.

Cuando se cuentan “chistes misóginos” en realidad se busca atacar y denigrar a las mujeres a través de la burla y la mofa. Normalmente, esa clase de “chistes” hace referencia a la falta de inteligencia de las mujeres (siempre tratándonos de tontas o ignorantes), o bien, hacen énfasis o por aspectos que tienen que ver con el cuerpo femenino. Así mismo, de forma “graciosa” se refuerzan los estereotipos, como por ejemplo los referentes a las tareas que las mujeres DEBEN realizar en el hogar, o bien, se refieren a las ideas que la sociedad patriarcal mantiene sobre las mujeres, como que son charlatanas, derrochadoras, chismosas, celosas, fodongas… Y qué decir de aquellos “chistes” que tratan el tema del matrimonio, donde ellos casi siempre resultan víctimas, pues resaltan que para los hombres el matrimonio es una trampa donde se pierden la libertad y el dinero, y donde el desencanto amoroso llega pronto para ellos (como si esas sensaciones solo fueran exclusivas de los hombres). Y para prueba de lo mencionado anteriormente, veamos el siguiente “chiste”:

“¿Qué diferencia hay entre una hechicera y una bruja? Cinco años de matrimonio.”

La pregunta es: ¿qué calificativo, realmente, merece este “chiste”?, ¿Inocente y gracioso?, o ¿Degradante y tendencioso? Piénsalo bien… Pero peor aún resulta el argumento que suele utilizar el “gracioso” que lo contó, cuando nota que su “chiste” no causó los efectos deseados en alguna persona, y dice: “Es solo una broma, ¿No puedes entender que es un simple chiste?”

Degradar a alguien encubriéndose bajo la “simpleza” de un “chiste” NO es cuestión de tener sentido del humor o no, es un asunto de valores y de respeto. Si a alguien le parece que un “chiste” así no tiene la menor intención de ofender a nadie, está equivocado, pues en el fondo conlleva grandes dosis de ironía y de violencia. Vejar y denigrar no es humor, es humillación y crueldad y el único sentido que tiene es causar dolor. Los chistes que humillan, denigran o violentan carecen de sentido del humor, son de un mal gusto tremendo y reflejan una profunda carga de inconsciencia.

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Los “chistes” que envilecen a las mujeres no son neutrales, al contrario, reflejan la realidad de una sociedad machista y misógina que ha luchado, históricamente, por mantener a las mujeres en un lugar inferior y vulnerable. Los chistes misóginos favorecen los mecanismos mentales que incitan la violencia y el maltrato hacia las mujeres, sobre todo, en aquellos sujetos que presentan actitudes machistas. Este tipo de prácticas, transmisoras de estereotipos desde la infancia, fomentan la idea de que la mujer es inferior al varón, que no es inteligente y que debe dedicarse a las labores del hogar. Los chistes sobre mujeres son lineales, no juegan en ningún caso con quebrar un estereotipo (más bien, su intención es reforzarlos), se abocan siempre al más duro sexismo degradante de la población femenina, reproduciendo los prejuicios que la sociedad dicta y acepta

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