/Monica Castelazo./
Se acerca a una velocidad sin precedentes el fin del año, no sé a ustedes, pero a mi aún sin poder discernir si es por la edad; la post-pandemia; la cantidad de trabajo y proyectos que he manejado este año o los cambios, se me ha pasado volando este 2023.
Nos movemos actualmente en un entorno de hiper-comunicación, hiper-transparencia, multi-tasking y multi-estímulos, mientras hablamos por teléfono, chateamos con alguien más por whatsapp, vemos la televisión por streaming, y escroleamos en nuestro teléfono móvil sobre las fotos del influencer favorito o leemos las noticias de la red social que antes tenía un pajarito y ahora tiene una X.
Nuestro nivel de atención se encuentra altamente comprometido, no solo por la velocidad a la que nos movemos, también por la cantidad de cosas que creemos hacer al mismo tiempo. Hay una ansiedad peculiar que parece querer engañarnos con la posibilidad de “recuperar el tiempo perdido” en esos dos o más años de encierro por la pandemia.
Esta ansiedad generalizada, en la que es como si todos nos diéramos cuenta además de que hemos errado el camino con nuestra relación frente al planeta y observando frente a nuestros ojos los efectos del cambio climático, además de resolver montones de tareas personales, profesionales y hacia nuestros seres queridos, queremos salvar al mundo, sino haciendo algo directamente volteando a ver a los demás a ver que están haciendo.
Este camino a la “perfección” derivado de la filosofía del éxito y el bienestar, nos ha hecho un poco bien y un poco mal, llevamos ya más de cuatro décadas con la obsesión de todos ganar más dinero, ser más guapos, más exitosos, tener una pareja y una familia hermosa. Hoy con las redes sociales esa carrera por el “éxito” se ha vuelto más competida que nunca, constantemente vemos el éxito de otras personas a través de sus logros profesionales y personales, mirando y comparándonos unos con otros, hemos perdido la capacidad de reconocer, estar, sentirnos y ser.
Y no estoy satanizando a las redes o a los medios de comunicación, pero sí hago la reflexión de que, si no podemos en otra época del año -por el rush en el que vivimos-, durante este cierre sí deberíamos tomar un tiempo para soltar, parar esta carrera por el éxito; el bienestar; la perfección y la salvación, para simplemente reconectar con nosotros mismos y volver a ser humanos.
No necesitamos poner un súper árbol en nuestras casas, ni comprar regalos carísimos, ni atascarnos de comida y bebida, ni excedernos en la cartera para “quedar bien”. Sí necesitamos silenciar teléfonos móviles por un tiempo, separarnos de las redes sociales y reconectarnos con nuestras redes familiares y humanas, dándonos la oportunidad de observar, aceptar, soltar, y estar.