**Astrolabio Político
/ Por: Luis Ramírez Baqueiro /
“Desde los tiempos de Adán, los necios están en mayoría.” – Casimir Delavigne.
Con la conmemoración del 492 aniversario de la aparición de la Virgen de Guadalupe, los mexicanos católicos y no católicos profesan su respeto, cariño y amor por la considerada Emperatriz de América.
De acuerdo a la Iglesia Católica, la Virgen de Guadalupe se le apareció en cuatro ocasiones a Juan Diego. En uno de estos encuentros, ocurridos en 1531, la Virgen le pidió subir al Cerro del Tepeyac, recolectar varias flores con ayuda de su tilma y llevárselas al obispo como prueba de su existencia.
Al estar frente al religioso, Juan Diego extendió la prenda y de forma milagrosa, en ella quedó plasmada la imagen de una virgen morena con rasgos mestizos.
Estas apariciones marianas se sustentan en el Nican Mopohua –códice náhuatl-, de 1556 atribuido al noble indígena Antonio Valeriano, y que se construyó a partir de los testimonios que el propio Juan Diego dio de viva voz.
Muchos han señalado a lo largo de la historia dos visiones encontradas, una a favor del milagro mariano de su aparición; otros, lo que pudiéramos calificar de escépticos que consideran que fue simplemente un ardid de la Iglesia del Siglo XVI para pacificar a los pueblos originarios que no se sometían a la conquista cristiana.
Sea cualquiera de las dos versiones, en la realidad, los mexicanos siguen profesando gran respeto y admiración a la morenita del Tepeyac.
Muchos afirman que, por ser una representación indígena de la virgen María, el misterio guadalupano, ha calado hondo en el corazón, la fe y la esperanza de un pueblo como el nuestro, siempre necesitado del amor de la madre.
Es en María Santísima de Guadalupe que el mexicano encuentra un punto de identidad nacional, sean o no creyentes.
Todo mexicano que se jacta de serlo, puede decir que en su corazón al menos alguna vez le ha pedido algo a la morenita del Tepeyac.
Esa fe, alcanza su culmen mediante de innumerables procesiones a los diversos santuarios Guadalupanos que se tienen en el territorio nacional, Xalapa cuenta con su Basílica Menor en el Barrio del Dique, la cual cuenta con una réplica de la imagen, que es ciertamente muy venerada por miles de católicos no solo de la región centro del Estado, sino de muchas otras partes del mundo, que acuden en peregrinación a presentarle sus respetos.
Lo que es muy triste de lamentar en medio de este evento de alegría y fervor religioso, es el nulo caso que los feligreses hacen a las autoridades municipales y estatales respecto al uso de pirotecnia en dichos recorridos.
A pesar de que existe una ordenanza que prohíbe la venta y/o comercialización de estos productos, las procesiones siguen llevando cohetones que anuncian su avance por las calles de la capital.
Dichas explosiones representan un grave problema de contaminación auditiva para la sociedad y especialmente provocan graves lesiones y afectaciones especialmente entre las mascotas de las colonias de la capital.
Aunado a ello, el riesgo que representa la pirotecnia que pudiera provocar lesiones o incluso explosiones en algunas propiedades por posibles fugas de gas en algunas edificaciones de la ciudad.
Así como la posible caída de estas varillas o cohetones en las zonas arboladas de la ciudad, provocando un riesgo de incendio de pastizal o forestal en algunas de las pocas reservas ecológicas de la ciudad.
Recientemente el director de Protección Civil Municipal de Xalapa, Luis Sardiña Salgado advirtió en entrevista con este reportero que está estrictamente prohibido el uso de esta pirotecnia, con la sentencia de que intervendrá la SEDENA, la Guardia Nacional, la Policía Estatal y Municipal y demás autoridades que confiscarán el material explosivo.
Pero esperemos que no solo sea la incautación del material, sino también vaya acompañado de verdaderas sanciones de orden económico y porque no hasta con sanción pecuniaria, para que a esos hijos del pípila artillero se les quite la maldita costumbre de jugarle al vivo con algo que sabemos puede ser sumamente peligroso y de consecuencias funestas para la sociedad.
Al rato cuando pierden una extremidad, o sucede algo peor, no digan, que no lo advertimos.
Al tiempo.
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