* Por: Paulina Majul Rubio .
Una vez más encendemos las velas, decoramos los árboles y sacamos los abrigos. Llega la Navidad, como cada año, con los mismos olores y sabores, pero con un nuevo “yo”.
El tiempo pasa muy rápido y cada año la Navidad se siente como si apenas hubiera terminado; a la vez, con la velocidad con la que corre el tiempo nos enfrentamos a innumerables cambios, los cuales a veces pasan desapercibidos hasta que, una vez más, llega la temporada. La Navidad nos llena de nostalgia y en ocasiones de dolor e irrefutablemente nos lleva a la comparación, no porque antes todo hubiera sido perfecto, sino que lo vemos como una ilusión de lo que una vez tuvimos y hoy no.
Estas fechas se tratan de disfrutar entre amigos y familia, mostrando amor y gratitud, pero el ser humano naturalmente siempre tendrá algo que buscar en el pasado. Extrañamos a las personas que no pasan la Navidad con nosotros este año. Añoramos la manera en la que nos sentíamos antes. Imaginamos una Navidad perfecta y buscamos lo que fue y lo que pudo ser eliminando. La realidad es que nada puede volver a ser lo mismo, sea bueno o sea malo. La perfección e idealización nos llevan al dolor eliminando el significado de esta festividad.
Uso el ejemplo de la Navidad no sólo por la fecha, sino por ser la época más repetitiva y porque entra la comparación. Me refiero que es repetitiva en el sentido de que esta celebración es muy similar año con año, y mantiene viva la tradición.
Vivir bajo la ilusión de lo que fue o lo que podría ser nos encierra en una burbuja de lo irreal y efímero, llevándonos a vivir estas fechas sin conciencia o ilusión.
Cada año, crecemos en lo individual y también en grupos, conocemos gente nueva, nos alejamos de algunos, perdemos a otros o nos acercamos más a algunos. El proceso de cambio duele, pero negarse a él no impide que pase.
He llegado a la conclusión de que en estas fechas es cuando las personas caen en conciencia de los cambios ocurridos en el año, como si el resto del año hubieran sido vividos en piloto automático, pero repito, al escuchar los villancicos, decorar el árbol y prender las velas, el año se vuelve una realidad, de una manera u otra, volvemos a la Navidad como el año anterior con un libro lleno de nuevas experiencias tanto felices como dolorosas y, a veces, nos cuesta asimilarlo de manera que, una vez más, comparamos lo que un día fue.
Al llegar la Navidad, hay que recordar lo que un día fue, pero también hay que entrar en conciencia de que cada año podemos escribir algo nuevo y a pesar de las cosas que pudieron ser distintas, tenemos otras que, al pasar el tiempo, notaremos su valor y las compararemos, una vez más, el año próximo.
Es difícil apreciar lo que se tiene en la actualidad ya que uno nunca va a tener todo lo que quiere, pero recordando lo mismo nunca vamos a conseguir todo lo que queremos, aunque simplemente hay que aprender a ver lo que si tenemos hoy. Siempre va a faltar algo, pero con la Navidad hay que saber agradecer lo que sí está y de igual forma agradecer lo que un día fue.
Es necesario aceptar que no todo es igual, y que lo que hoy tenemos es suficiente para disfrutarlo y agradecerlo. Las personas que están con nosotros tenían que estar por alguna razón, y las que no, por alguna otra razón ya no están y negarse a ello nos impide disfrutar a las que sí.
Quiero agradecer a quienes comparten un año más conmigo y agradecer a quienes estuvieron, pero ya no están. Recuerdo lo que fue y sonrío rememorando los buenos y malos momentos, porque así tuvieron que ser.
Escucho los villancicos, decoro el árbol, prendo las velas y todo se siente similar a como un día fue, pero agradezco que hoy es diferente.
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