*Sin tacto .
/ Por Sergio González Levet /
Dicen quienes han estudiado con cierta profundidad el tema que los dictadores llegan a un momento de su gloria en el que empiezan a actuar como si quisieran perder todo lo que pudieron acumular durante su larga o corta estancia en el pináculo del poder.
Relatan, por ejemplo, la manera en que por sus corruptelas sin freno Fulgencio Batista consiguió perder el apoyo de los gringos en 1958 y por eso lograron entrar triunfantes a La Habana las fuerzas de Fidel Castro, o cómo Anastasio Somoza en 1979 mandó a bombardear Managua y sacó a la calle en su contra a los ciudadanos que temían ir a pelear junto a los sandinistas.
Cuando la potestad se le acaba al Patriarca, él mismo parece percibirlo de manera inconsciente, y comete errores y exageraciones que lo condenan a perder toda su fuerza y su preeminencia.
En México y en este convulso 2024, estamos asistiendo al espectáculo de un gobernante autoritario que pretendió perpetuar su movimiento y -aunque diga lo contrario como buen mentiroso- a él mismo en el Gobierno de la República.
Bien dice el dicho: te puedes salvar del rayo, pero no de la raya, y pareciera que Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación tuvieron una vida efímera que está llegando a su límite en buena parte gracias a los yerros continuos y permanentes de su propio engendrador.
Dígame usted si no el émulo de Mesías tropical cada día que pasa hace una barbaridad que echa una nueva palada en la tumba de su sueño guajiro.
Pongo tres ejemplos.
- Para que fuera la candidata a la Presidencia de la República, estuvo promoviendo a Claudia Sheinbaum por cinco años, pero ella nunca creció. La tiesura de su imagen nadamás no levantó ninguna simpatía entre el pueblo bueno y honrado, de modo que debió haber sido hecha a un lado para que entrara el mejor candidato de Morena, que era con mucho Marcelo Ebrard. Si él hubiera quedado, tal vez los 25 puntos de ventaja que presume Claudia serían una realidad y no una invención, y no estarían temblando ante el crecimiento pasmoso de Xóchitl Gálvez.
- En la Ciudad de México, la mejor carta con mucho era Omar García Harfuch, con su apostura y sus logros en el manejo de la seguridad. Pero el Presidente mandó a decir que no, y quedó como candidata del frente Juntos Haremos Historia una impresentable Clara Brugada, mala alcaldesa de Iztapalapa, que ya está debajo de Santiago Taboada, el abanderado del PAN, el PRI, el PRD y un ciento de organizaciones ciudadanas.
- Y en nuestro querido Veracruz, quien ganó de calle la encuesta interna de Morena fue Manuel Huerta Ladrón de Guevara, que con su experiencia y su trabajo al frente de los programas sociales hubiera sido un candidato muy competitivo incluso frente al despertar ciudadano en favor de Pepe Yunes.
Pero Andrés mandó que fuera la nada carismática Rocío Nahle, que no es veracruzana, que traía encima el fardo de los gastos excesivos en la refinería de Dos Bocas que no concluyó, y una debilidad enorme por sus gastos excesivos de campaña y por su suntuoso estilo de vida.
¿Qué pasa con Andrés Manuel? ¿Será que está jugando a perder?
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