*
/ Por Marisol Escárcega /
En dos semanas se llevarán a cabo las elecciones para elegir a representantes de la Cámara de Diputados, Senadores, en algunas entidades también lo harán para alcaldías, presidencias municipales, congresos estatales, Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, y la más importante, para la Presidencia de la República.
Es verdad, el 2 de junio México hará historia, ya que después de 200 años desde que nuestro país tuvo su primer mandatario, ahora tendrá una Presidenta. Tal parece que la lucha feminista está recolectando su fruto, ¿será así?
El asunto es que, desde que inició informalmente el proceso electoral lo único que ha privado es la violencia hacia las dos candidatas, no sólo entre ellas, sino también de parte la gente que está a su alrededor, llámese familia, equipo de campaña o militantes y seguidores.
En cada oportunidad, ambas candidatas se refieren a la otra como lo peor. No hay propuestas. Por un lado, Claudia Sheinbaum se la pasa asegurando que sólo con ella puede concretarse un verdadero cambio, porque con la “candidata del PRIAN”, así la llama, sólo puede haber corrupción.
En tanto, Xóchitl Gálvez, con carácter tan desenfadado, si bien puede hasta caer bien, también ha recurrido al terreno de los ataques y se refiere a la abanderada oficialista como la “candidata de las mentiras” o la “narcocandidata”.
Así, los debates pasados se convirtieron en un ring, donde ambas candidatas, con ayuda del aspirante Jorge Álvarez Máynez, se la pasaron atacándose. Tanto Claudia como Xóchitl se invisibilizaron hasta el punto de que ninguna se refirió a la otra por su nombre, sino como la “candidata del PRIAN” y la “candidata de las mentiras”, demostrándonos que “la peor enemiga de una mujer es una mujer”. ¡Bravo! El patriarcado está haciendo su chamba, y por lo que aquí respecta, va ganando.
México hará historia, sí, tendremos una Presidenta, la primera, pero la forma en que lo logrará manchará, sin duda, el desempeño de su sexenio, no porque no estén capacitadas, sino por todo el fango que está detrás.
Hace unos seis meses, un compañero y yo platicábamos de que todo se estaba confabulando para que, al final, dos mujeres (Claudia y Xóchitl) se pelearan (literal) por la Presidencia. Al final sí está sucediendo, lo mismo que pasó con Dilma Rousseff.
En 2010, Luiz Inácio da Silva dejó la presidencia de Brasil con una popularidad apabullante, todo el mundo admiraba lo que había hecho en aquella nación, así que cuando propuso a Rousseff, una persona de su más entera confianza, aunque lejos de tener el carisma de Lula, los ciudadanos creyeron que nada podía salir mal, y decidieron convertirla en su primera presidenta.
Rousseff ganó sin problemas las elecciones, pero en 2016 la sometieron a un juicio político y fue destituida, pese a que, desde mi perspectiva, estaba mucho más preparada que Lula, sólo que decidió no mover un ápice su postura política y eso a la postre la llevó a su caída, pues no se separó jamás de las políticas que implementó Lula da Silva, ¿les suena?
Ojalá me equivoque, pero en nuestro caso, todo se está llevando exactamente de la misma manera. El Presidente con más popularidad que hemos tenido escogió para sucederle a una mujer, lo que la llevaría a la historia como la primera Presidenta de México, pero qué injusto es que ese hecho histórico, tan relevante para la lucha feminista se dé en un ambiente lleno de violencia entre ellas, donde hombres como López Obrador, Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, entre otros, sólo mueven los hilos a su conveniencia, mientras dos mujeres, perfectamente preparadas y con experiencia, se someten a una guerra sin tregua, en donde ambas han caído en el cliché de destrozarse.
Aquí no importa si se es afín a un partido u otro, el patriarcado está ganando, porque, sí, el 2 de junio tendremos a la primera Presidenta de México, pero a costa de qué…
marisol.escarcegagimm.com.mx