Necesitamos una buena presidenta buena

*Retrovisor.

/ Ivonne Melgar /

En las próximas horas, México se sumará a la lista de las 15 naciones que se encuentran encabezadas por jefas de Estado.

El nombre de la primera presidenta de la República quedará resuelto con los votos de millones de ciudadanos que resolverán así una elección inédita.

Inédita porque en la boleta que cruzaremos mañana en las urnas hay, por primera vez en nuestra historia, dos mujeres, un hecho también sin precedentes a nivel global.

Y más inédita aún porque, como lo definió el propio presidente López Obrador, se trata de una elección plebiscitaria entre el continuismo o no del proyecto que él llama de transformación.

De manera que la valoración de la candidata del partido en el poder no se puede deslindar de aquella que se realice a favor o en contra del mandatario y su gobierno.

Es también una confrontación sin precedentes, porque el intento de frenar ese continuismo tiene su fuerza más en los ciudadanos que en los tres partidos que se coaligaron en el frente opositor. E inédita también porque la campaña de la candidata opositora fluyó entre la tensión de cargar los negativos de las marcas partidistas que la postularon y las suspicacias de si la apoyaban o no.

El miércoles ambas hicieron sus convocatorias al voto: una resaltando el carácter de heredera de un legado de justicia y la otra, de su capacidad para desmontar la normalización de la violencia y la mentira.

Fue una contienda ruda en la que el gobierno –a través de los servidores de la nación– y el mensaje de su candidata colocaron en el centro del dilema de continuidad o no a los programas sociales.

Y aunque las encuestas anunciaron una delantera inalcanzable a favor del oficialismo, la coalición opositora consiguió fijar otro dilema del que no pudieron escapar: autoritarismo o democracia.

Porque al final sí hubo contraste y competencia: una no cedió a las voces que le proponían deslindarse de los excesos del actual gobierno. Y la otra no se rompió, aun cuando afrontó a su contendiente, al mandatario y al candidato que jugó a favor del gobierno.

Mañana los votos tendrán la palabra y a la ganadora le dejo fragmentos de la carta que, gracias a la iniciativa de mi querida Yuriria Sierra, escribí el 8 de febrero para su libro Presidenta: más de 100 mujeres te escriben, de Editorial Océano.

“De nuestra próxima presidenta espero generosidad. Sí, quiero que se comporte como una persona buena, como un ser humano capaz de seguir sintiendo la alegría de su inédita condición.

“La bondad debe tener cabida en el ejercicio del poder. Y quiero que ella crea que, por supuesto, eso es posible. Que aspire a esa pretensión, como parte del cambio de género en la titularidad del Ejecutivo federal.

“Porque desde hace mucho tiempo deseo que la inteligencia política que ha caracterizado a los destacados y mejores presidentes de la República que hemos tenido no sea más el motor de la maldad aplaudida.

“Sí, lo que más deseo y pido a nuestra mandataria del sexenio que viene es que no se canse de ser una ser humana nunca y que, por lo tanto, no ceda a los códigos de los machos, que celebran entre sí la fuerza que poseen para hacer daño.

“¿Para qué necesito y espero que sea buena la mujer que conducirá las riendas de México? Para que no se solace en el dolor de los demás, de nadie, incluidos aquellos que no la votarán en las urnas el 2 de junio.

“Quiero, necesito y espero una presidenta que le extienda la mano a todas y todos los mexicanos y que no pretenda construir su grandeza sobre el aplastamiento de sus críticos, sean políticos de la oposición o ciudadanos de pensamiento libre.

“De manera que mi mayor expectativa es que la futura primera mujer en el mando del Poder Ejecutivo mexicano sabrá distinguirse de aquellos sus antecesores que sustentaron el éxito político en la eliminación de los diferentes.

“Espero que nuestra presidenta nos enorgullezca por su sencillez, templanza, valentía, calidad humana y entendimiento de la pluralidad que somos. Que pida perdón cuando se equivoque y que asuma riesgos cuando sus decisiones informadas así lo requieran.

“Una jefa del Ejecutivo mexicano sin pretensiones de imponer el deber ser en nuestras vidas privadas, asumiendo un respeto tajante por el libre albedrío de las y los mexicanos en su forma de amar, pensar, escribir y divertirse, con el único límite que el daño a terceros.

“La quiero proclive al diálogo y compulsivamente dispuesta a la escucha y a la construcción a varias manos de los bienes públicos, bajo la definición plural y colectiva de éstos: agua, salud, educación, movilidad, seguridad, sistema de cuidados…

“Una mandataria que platique con la prensa y que atienda sus preguntas de manera puntual, sin llamar nunca a las redacciones de los medios de comunicación para pedir la cabeza de nadie.

“Una jefa del Estado mexicano que salga a escuchar a la gente a las calles y conozca de sus alegrías y tristezas, que se olvide de las porras de campaña y cuide los protocolos de la república y de su investidura respetando la división de Poderes.

“Una gobernante siempre ocupada y preocupada por las víctimas, por las y los niños, los adultos mayores, las personas en condición de calle y pobreza extrema, estableciendo metas concretas para aliviar sus penas”.

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