La Espinita
Andy S. K. Brown
¿Limarán asperezas este lunes?
Los más corruptos son los electos
Juran entre sus allegados que nunca lo habían escuchado tan encabronado, tan fuera de sí.
Que, de por sí, tiene un carácter harto irritable cuando lo contradicen, no lo obedecen o hasta cuando hay opiniones contrarias a las que él se le ocurren, que lo de la tarde del jueves no tuvo comparación.
Que, si los hubiera tenido enfrente, quizá hasta los habría golpeado.
— ¿Por qué se echaron para atrás? –palabras más, palabras menos les habría dicho López Obrador vía telefónica a Ignacio “Nachito” Mier y a Ricardo Monreal, todavía coordinadores de Morena en ambas Cámaras del Congreso de la Unión.
— Por instrucciones de la jefa –le habrían respondido.
— ¡El jefe soy yo! ¡Y lo seguiré siendo todo el tiempo! ¡Yo di las instrucciones primero! –habría gritado, en medio de varios epítetos altisonantes a los dos pastores de los legisladores guinda.
Todo porque el poblano y el zacatecano habían matizado sus declaraciones sobre la aprobación del llamado “Plan C” hechas al mediodía, y que pusieron a temblar a los mercados nacionales e internacionales en materia financiera.
Ambos, por supuesto, habían recibido indicaciones de la oficina de Claudia Sheinbaum, “la jefa”, para que intentaran enmendar lo que ahí se consideró era una metidota de pata.
Y es que ella daba señales de confianza a los principales inversionistas del planeta, lo mismo que a las autoridades de los organismos financieros internacionales…
… y mientras tanto, desde Palacio Nacional se insistía en acabar de destruir instituciones que garantizan contrapesos al Ejecutivo y, sobre todo, da la apariencia de que esto es una democracia.
Lo peor es que AMLO dijo que seguirá siendo “el jefe”.
Con sus acciones y declaraciones, “la jefa” Sheinbaum lo contradijo.
¡Las tensiones entre “los jefes” se ponen cada vez más electrizantes!
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Dentro de dos días, el lunes, el presidente en funciones y la próxima presidente comerán juntos en Palacio Nacional.
Así lo anunció en su mañanera de ayer viernes López Obrador.
El menú principal será el evitar los desencuentros que han trascendido al público en los últimos días.
Ojalá que los chefs de la residencia oficial del Poder Ejecutivo no preparen nada capeado con huevo.
Y esto no solamente para evitar en la medida de lo posible algún contagio de gripe aviar…
… sobre todo para sortear que, combinados el huevo y los corajes, alguno de ambos resulte con diarrea.
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En su terco afán de sacar adelante la reforma del Poder Judicial que, entre otros puntos contempla la elección de jueces, magistrados y ministros a través del voto popular, AMLO parte de una premisa falsa.
Que, por haber sido elegidos por el pueblo bueno y sabio, los impartidores de justicia en todos los niveles serían honestos y más justos.
Tal no es más que una quimera.
Los más grandes corruptos que hemos conocido los mexicanos han sido los presidentes de la República, electos por millones de votos.
Desde Miguel Alemán, por lo menos, hasta el propio AMLO.
Sus 30 millones de votos obtenidos en 2018 fueron interpretados por él y por sus hijos como una carta blanca para robar, nombrar incondicionales, hacer jugosos negocios con ellos y, en pocas palabras, defraudar la confianza ciudadana en aquella ya olvidada y relegada al cuarto de los tiliches “honestidad valiente”.
Ser electo no convierte a nadie automáticamente en justo y honesto, ¿verdad Andrés Manuel?