* Hay dos posturas, una incluyente y otra excluyente, sobre la participación de mujeres trans en el movimiento.
Por Rocío Sánchez
El 24 de marzo pasado ardían las redes sociales, atestadas de comentarios a favor y en contra de la integración de las mujeres trans en la categoría de “mujeres” como sujetas de derecho. El detonante del conflicto fue un foro organizado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Nacional Autónoma de México, llamado “Aclaraciones necesarias sobre las categorías Sexo y Género”. En este espacio, cuatro teóricas feministas de larga trayectoria abordaron las particularidades de dichas categorías y expusieron las razones por las que, según su perspectiva, no debe incluirse a “personas trans” en la categoría de mujer.
Desde días antes, la polémica se había desatado cuando otro grupo de feministas –más de 700– cuestionaron públicamente, mediante un comunicado, que la UNAM abriera su espacio a ponentes que “reiteradamente han promovido discursos abiertamente transfóbicos”, con el argumento de que los avances de derechos de las personas trans constituyen una amenaza de “borrar a las mujeres” del discurso político.
Y es que, señala el comunicado, la antropóloga Marcela Lagarde, la filósofa y jurista Amelia Valcárcel y la doctora en comunicación Aimé Vega han expresado en diversos momentos su preocupación por el “borrado de mujeres” en las leyes y por el lenguaje incluyente (que, por ejemplo, habla de “personas gestantes” y no de “mujeres gestantes”), ya que se encaminan a “deshumanizar a las mujeres”.
Ya con la expectativa sobre lo que tenían para decir las ponentes, el foro se llevó a cabo. A él se sumaron también las abogadas Alda Facio y Andrea Medina Rosas, quienes hablaron sobre la necesidad que tiene el Derecho de “aclarar las categorías” y de no mezclar en el ámbito jurídico “sentimientos” subjetivos acerca de las vivencias de cada persona, puesto que no se deben crear leyes de acuerdo a cómo cada quien se siente en tal o cual momento, sino reglas que se apliquen a grandes sectores de la población.
El problema de las definiciones
A lo largo del foro, que duró casi cuatro horas, las participantes defendieron la idea de que las categorías del feminismo como teoría están perfectamente definidas, entendiendo al sexo como la condición biológica con la que se nace (macho o hembra, nada más), y al género como el conjunto de características que socialmente se asignan a una persona de acuerdo con el sexo con el que ha nacido. No obstante, lamentaron que el concepto de género se haya tergiversado desde la sexología, cuando comenzó a utilizarse para designar una “vivencia” personal y subjetiva, la cual actualmente es usada para hablar sobre las identidades trans.
Debido a estas afirmaciones, así como otra de la jurista Alda Facio, quien aseveró que ha habido “muchos casos en todo el mundo” en los que hombres se hacen pasar por personas trans para sabotear las políticas en favor de las mujeres (que muchas veces amparan también a las personas de la diversidad sexual, o LGBTI), los comentarios contra el foro no tardaron en llegar.
De acuerdo con las mismas moderadoras, los comentarios de chat en la transmisión cuestionaban severamente estas posturas, que consideraban excluyentes. Incluso la propia Facio hizo uso del término TERF, un acrónimo peyorativo para Trans-Exclusionary Radical Feminist, o feminista radical transexcluyente, en español, y negó que ella o las demás participantes pudieran denominarse como tales.
Una corriente del feminismo considera al sexo como la condición biológica con la que se nace (macho o hembra, nada más), y al género como el conjunto de características que socialmente se asignan a una persona de acuerdo con el sexo con el que ha nacido, negando la percepción de «identidad de género».
Un fenómeno internacional
Pero las críticas negativas no surgen sin sustento, ni el foro en cuestión fue un hecho aislado. Se enmarca en un fenómeno internacional actual donde una corriente del feminismo se niega a reconocer la vivencia trans como válida, y concibe a la lucha por los derechos de personas trans como una amenaza hacia la definición de mujer de la que ha partido toda la construcción del feminismo como teoría: para una mujer biológica, su cuerpo determina su destino.
Esta premisa les ha valido el calificativo de “binarias” o “pro-binarismo”, ya que sostienen que hay sólo dos sexos en la especie humana, y que a partir de ellos se construyen los esquemas de género (estereotipos, si se quiere) determinados por el patriarcado, que es el sistema social que, en la teoría feminista, mantiene la jerarquía de los hombres sobre las mujeres, de lo masculino sobre lo femenino.
La discusión sobre el tema de la inclusión de las mujeres trans en el feminismo se está dando en todo el mundo occidental. Se considera que la hipótesis del “borrado de mujeres” surgió en Reino Unido, con la publicación de la Declaración sobre los derechos de las mujeres basados en el sexo, un documento que abiertamente defiende el uso de los conceptos de “mujeres” y “niñas” en las políticas públicas y leyes de las naciones, y llama a evitar la sustitución de estos términos por “género” o “identidad de género”.
El documento señala que al hablar de género en lugar de sexo “se ha permitido la creación del concepto de ‘identidad de género’, en el que los estereotipos sexuales se consideran innatos y esenciales”, lo que ha dado espacio para mermar los avances de los derechos humanos de las mujeres y las niñas. Las autoras se dicen preocupadas porque el concepto de identidad de género se incluye cada vez más en las políticas públicas, y lo rechazan porque genera “confusión”, ya que los logros hasta ahora obtenidos para el bienestar de las mujeres se han basado en la categoría del sexo. Es decir, muchos tratados internacionales especifican que las mujeres no pueden ser discriminadas en razón de su sexo, o que deben ser protegidas de la violencia que viven cotidianamente motivada por su condición (biológica) de mujeres.
Esta perspectiva niega abiertamente la existencia de la identidad de género y, por ende, de las personas trans, como puede observarse en el artículo 8 de la Declaración, que exige que la violencia contra las mujeres sea atendida en servicios no mixtos donde mujeres y niñas obtengan seguridad, privacidad y dignidad, pero aclara que el personal que preste estos servicios “debe estar compuesto exclusivamente por mujeres en razón de su sexo, no de su ‘identidad de género’”.
La discusión sobre el tema de la inclusión de las mujeres trans en el feminismo se está dando en todo el mundo occidental.
La importancia de la inclusión
Las feministas que respaldan esta postura a menudo aclaran que defender los derechos de las mujeres y niñas no implica negar los derechos del resto de la población. En el foro de la UNAM, Alda Facio apuntó en varias ocasiones que está claro que hay otros grupos, como las poblaciones LGBT, que también sufren violencia y que necesitan ser protegidos, pero por instrumentos diferentes de los que protegen a las mujeres. Sin embargo, en este caso el trasfondo es importante, ya que, en su base, dicha postura feminista niega la existencia de la vivencia trans. Es decir, para ellas no es posible que alguien “se sienta” mujer, sino que esa característica está dada desde la biología.
“La gravedad de los discursos transexcluyentes no es menor”, señalan Luisa Rebeca Garza, feminista trans, y Ericka López, investigadora de la Universidad de Guanajuato, en su artículo El giro a víctima de los discursos transexcluyentes, publicado en el portal Animal Político. “Pretenden generar dos estándares de razonamiento: uno para experiencias de vida cisgénero que es más natural y, por lo tanto, más legítima, y otro para las experiencias de vida trans que, en el mejor de los casos, se asumen como culturales, pero en el peor, como patologías o comportamientos criminales”.
Cabe decir que el lenguaje incluyente ha procurado integrar a la mayor cantidad de personas posible, considerando la diversidad y variedad de experiencias en la sociedad actual. Las personas no binarias, por ejemplo, se verían reducidas a su sexo, un sexo que no sienten que determine su forma de ser, y eso implica negar una forma de ver la vida que cada vez es más frecuente. Más que una amenaza, la inclusión de las mujeres trans en el pensamiento y el activismo feminista podría venir a enriquecer la discusión, puesto que la violencia que ellas experimentan viene del mismo enemigo a vencer desde esta teoría: el patriarcado.
Publicado por la Letra S en 2020.