- ÍNDICE POLÍTICO .
/ FRANCISCO RODRÍGUEZ /
¿Tenía razón Francis Fukuyama cuando en su libro sobre El Fin de la Historia decretó la muerte de las ideologías? Aquí, vaya que sí acertó.
El PAN y el PRI perdieron sus identidades al coaligarse. Y ahora hasta en el Revolucionario Institucional abandonan el liberalismo que, con el adjetivo “social” les endilgó Carlos Salinas de Gortari.
Acción Nacional, vistos los últimos resultados electorales, ya no representa a las clases medias informadas, católicas, con aspiraciones.
El que fuera hegemónico durante más de 70 años no encuentra a quien encarna, ahora que perdió al sector obrero corporativizado en la CTM y luego de que abandonara al campesinado afiliado a la CNC.
Morena es puro pragmatismo. Lo mismo se alía con los supuestos trabajadores que afilia el PT que con los negociantes “fifís” del PVEM.
Sustenta una ideología de izquierda y, en sus dos primeros procesos presidenciales, los de 2028 y 2024, actuó como un partido catch all (escoba o atrapa-todo) que incurrió en desdibujamiento ideológico y pragmatismo cuando participó en la coalición Juntos Hacemos Historia.
En los hechos Andrés Manuel López Obrador es más neoliberal que Margaret Thatcher y Ronald Reagan juntos.
Este desdibujamiento ideológico de los partidos políticos mexicanos sucede porque las últimas décadas han sido escenario de la gran paradoja de la política decadente: mientras en los países avanzados llegan los gerentillos al poder, en los países emergentes y pobres arriban los narquillos.
Y es que, desde que John F. Kennedy nombró a un ejecutivo de la Ford Motor Company, Robert S. McNamara, como titular del Pentágono, el mundo ya no fue el mismo.
McNamara repitió con el ejecutor de Kennedy y jefe de la banda, Lyndon B. Johnson y fue el responsable de conducir a los gabachos a su ridículo más sonado frente a los indefensos “pies desnudos” vietnamitas. Se dijo que su máquina de pensar sólo sumaba costos, ganancias y bombas, sin previsión política. Había llegado la tecnocracia a tomar las decisiones.
Peor aún, cuando en los inicios de la formación de la Comunidad Económica Europea, un tecnócrata de cepa, Valery Giscard d’Estaing, ministro de finanzas de Georges Pompidou, se afianzó en el poder francés, en favor del neocolonialismo arbitrario y corrupto. Las revistas del corazón se atiborraban con sus fotos aristocráticas y sus palos de golf.
John Kenneth Galbraith, que acababa de dejar la embajada gringa en la India, publicaba El Nuevo Estado Industrial y anunciaba la llegada de los tecnócratas, a los que Henri Lefebvre llamaba cibernantropos, la expresión más acabada del “último hombre”, largamente anunciado por el inspirador de Adolf Hitler, Federico Nietzsche.
El pretexto de la calidad total
Helmut Schmidt arribó a la Cancillería alemana sustituyendo a Willy Brandt, y los setentones Ronald Reagan y George Bush, egresados de Disney y de la CIA, respectivamente, implantaron en el gabacho el concepto de la ingeniería de procesos en la política y el objetivo de la calidad total, el resultado óptimo para el consumidor enajenado.
Los tecnócratas huehuenches, apadrinados en México por Carlos Salinas de Gortari, junto con todos ellos, caían en el ridículo. Porque la única forma de implantar la calidad total en un país miserable era a partir del avasallamiento.
Se trataba entonces de ejercer la violencia con calidad total en los procesos, matar sin admitir reclamaciones porque se trataba de trabajos de excelencia, distribuir recursos y productos escasos ante los hambrientos estirando los impactos de la mercadotecnia y la publicidad sin contenido concreto.
Porque incluso todas las grandes corporaciones funcionaban en sus países de origen con el aceite de la corrupción, los engaños, traiciones y pasiones humanas. A la NASA le reventaban los cohetes en las plataformas de lanzamiento por falta de inversión en su construcción y mantenimiento. A las petroleras se les suicidaban los gerentes por descubrirles oscuros nexos con la Casa Blanca.
“Dormir” al consumidor mexicano era lo más fácil. La clase política, ávida de engancharse al Primer Mundo, era fácilmente engañada por las teorías rostownianas que recomendaban agotar puntualmente todas las etapas que habían seguido los países industriales para llegar al fracaso.
Cuando los diseñadores ideológicos del librecambio y de los mercados abiertos, del imperio desnudo de la ley de oferta y demanda sin árbitros, abandonaron sus propias recetas desde hace 30 años, acá en el rancho grande los mandarines se peleaban para aplicarlas antes que sus adversarios. Como no sabían ni madre, creían que gobernaban con ideas nuevas.
Así pasa con la economía, igual con los expertos administradores que programan, escriben y pontifican sobre el advenimiento de mundos mejores con los criterios tecnocráticos, cuando ya todos abandonaron esas concepciones. Las lógicas transnacionales ahora dependen de los culiempinados criollos, no de su propia expansión.
¿A la Presidencia llegó un narquillo?
Está demostrado ad nauseam que los empleos, la vitalidad de la industria agropecuaria, de su planta fabril, del comercio exterior y del turismo gringo, depende estructuralmente del mercado de compradores mexicanos, aunque éstos no lo sepan, o aun sabiéndolo no lo quieran aceptar. Somos de los dos grandes consumidores de sus saldos y basuras transnacionales.
Para los gerentillos gringos en el poder, una computadora es más eficiente que un político, así como la gerencia tecnocrática se halla muy por encima de la política corrupta y primitiva. La paradoja es que los estropicios de los técnicos siempre necesitan de los políticos para barrer la casa, para revertir los daños, para calcular los costos.
La realidad moderna es que los gobiernos empresariales son incompetentes porque están manejados por gerentillos que no abonan el valor humano en la expansión de ninguna empresa económica, social o política. Sólo se adaptan a un formato, obedecen a ciegas órdenes superiores.
Así pasa con Donald Trump. Ahora que se airea el pantanal en el que se metió durante su campaña por la Presidencia, lo mismo que durante y después de su estancia en la Casa Blanca, debería ser absolutamente indefendible ante un Congreso y un Poder Judicial vejados y abandonados a su suerte en las manos de un desquiciado. Pero ya ve usted, la Corte le ha dado total inmunidad e impunidad.
No saben medir la dimensión humana. Los pobres entes se distinguen por sus miserias, olvidos, vacilaciones, emotividades, placeres, angustias, locuras, vacilaciones. Pero nada se puede construir descalificando y oprimiendo las flaquezas humanas.
La política, está comprobado, no se mide en términos de eficiencia y mucho menos de tecnología. El manejo político, la capacidad de medir los rebotes y los tiempos, dimensionar las oportunidades y decidir sobre las opciones para remediar el sufrimiento humano, son sólo del reino de este mundo.
No se conseguirán acá en el rancho grande ni con más globalización, ni con más tecnocracia, porque seguir por este camino conduce a las cavernas de los amigous del Norte, en lo comercial, energético, migratorio, militar, diplomático y de seguridad. Si es lo que queremos, vamos mejor pidiendo la anexión y asunto concluido.
Dejemos de pensar en que el genio está en la sensibilidad, en ningún otro lugar, como dijera Charles Baudelaire. Empeñemos de nuevo la PPatria y sus requiebros nacionalistas, entreguemos todo al verdugo, al derroche, la corrupción y la extravagancia. Olvidemos honestidad, frugalidad, decoro y dignidad mexicana. Seamos un Estado asociado.
¡Qué bueno, pues, que no se cerró el círculo!
¡Qué bueno que a la Presidencia no llegó un gerentillo!
¿Será entonces que llegó un narquillo?
Indicios
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) celebró su vigésimo cuarta Asamblea Nacional en la cual, no sólo se aprobaron cambios a los Estatutos, sino que también se realizaron autocríticas a la Declaración de Principios y revalorización del Programa del Partido por lo que se decidió “expulsar al neoliberalismo”. Durante su discurso el líder del tricolor en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira Valdez, aseguró que adoptar dicha corriente de pensamiento los alejó de los grupos sociales, los cuales habían representado desde su fundación y como herederos de la revolución. * * * Y por hoy es todo. Mi reconocimiento a usted que leyó este texto hasta este punto. Como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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