Mujeres, ausentes en interlocución empresarial

Ni una sola mujer en las reuniones de la Cúpula

Por Antonio Ocaranza Fernández*

Uno de los grandes desafíos de la iniciativa privada en su interlocución con el nuevo gobierno es la falta de representación de mujeres en organismos cúpula. El 17 de octubre el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón, y representantes de sus 12 organizaciones (Concanaco, Canacintra, ANTAD, ABM, etc.), se reunieron con la Mesa Directiva del Senado. Había alrededor de la mesa 13 hombres del CCE, dos senadores, entre ellos el presidente Martí Batres, y seis senadoras. Esta escena se repite en cada reunión entre empresarios y legisladores y la renovación de organismos empresariales no cambiará la situación, todos los candidatos a presidir el CCE, (Carlos Salazar, Bosco de la Vega, Manuel Herrera y Luis Antonio Mahbub) y la Asociación de Bancos de México, (Luis Niño de Rivera y Enrique Zorrilla), son hombres.

En cambio, en el gabinete hay 8 mujeres y 8 hombres y en el Congreso hay prácticamente paridad de género. Cuando la nueva legislatura tomó protesta, había 243 diputadas y 63 senadoras, el número más alto de mujeres legisladoras en la historia de México. La Cámara de Senadores y de Diputados tienen, cada una, 46 Comisiones; 22 son presididas por senadoras y en 21 por diputadas. Muchas Comisiones relevantes para la iniciativa privada, como las de salud, hacienda, medio ambiente, ciencia y tecnología, seguridad social y desarrollo y bienestar social, son presididas por mujeres. En cada Cámara hay, además, sendas comisiones de Igualdad de Género presididas por la Senadora Martha Lucía Micher y la diputada María Wendy Briceño.

El reto de promoción de mujeres en el campo laboral mexicano es enorme. El porcentaje de mujeres trabajando en el sector privado está por debajo del promedio en América Latina. Hay sectores de la economía con una mayor presencia de mujeres, como el automotriz, y otros donde su representación es prácticamente nula, como el bancario. Un estudio de Deloitte señala que en 2016 de los más de mil puestos en Consejos de Administración de empresas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores sólo 5.8% eran de mujeres.

La situación de inequidad en México debe ser peor que la que impera en Estados Unidos, donde, de acuerdo con el reporte 2018 de la consultora McKinsey 2018 sobre mujeres en lugares de trabajo, no ha habido ninguna mejora en la representación femenina en posiciones de liderazgo desde 2015. Hoy en Estados Unidos las mujeres tienen menos probabilidades de ser promovidas a un nivel gerencial y sólo ocupan el 38% de esas posiciones. Adicionalmente, sufren acoso sexual, discriminación constante, falta de apoyo de sus superiores y, con frecuencia, sentimiento de soledad en un ambiente casi exclusivo de hombres.

Para contrarrestar esta situación, el estudio de McKinsey sugiere que las empresas emprendan las siguientes acciones:
•Comprometerse con objetivos concretos de equidad, medir los avances y tener a responsables bien definidos que den seguimiento y hagan cumplir metas.
•Aplicar las políticas de contratación y promoción equitativas y justas.
•Convertir a los ejecutivos de más alto nivel en paladines de la diversidad.
•Promover culturas de respeto e inclusión.
•Hacer muy excepcional la experiencia de ser “la única” mujer en el grupo.
•Ofrecer flexibilidad que permita que el trabajo encaje en la vida de las colaboradoras.

Estas consideraciones también son pertinentes para las organizaciones empresariales mexicanas. Es necesario que haya un mayor número de mujeres en diferentes niveles que asciendan hasta presidirlas. Esto supone ofrecer flexibilidad en las actividades de comités y reuniones de los organismos para fomentar la participación femenina y eliminar barreras de entrada a las mujeres.

Si los argumentos de justicia y conveniencia política no son suficientes, lo hay de sentido económico. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), una reducción del 50% en la brecha de género de la fuerza laboral llevaría a una ganancia adicional del 6% en el PIB para 2030 y a un 6% más si se llegara a la paridad total. Y si todo esto no bastara, quizá sea un estímulo evitar que un gobierno y Congreso donde la equidad impera impulse la diversidad a través de leyes y regulaciones que pueden resultar onerosas y más efectivas para el aplauso que para la promoción efectiva de las mujeres.

*Director de Oca Reputación

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