El Concepto de Género

* Muy Pocos saben que el “hombre” y la “mujer” son categorías sexuales, mientras que lo “masculino” y lo “femenino” son categorías de género.

 

El concepto de género hace referencia al proceso dinámico, histórico y cambiante mediante el cual se define el significado que ser mujer u hombre adquiere en una sociedad o cultura determinada. Esta definición se basa en un conjunto de atributos y expectativas asumidas por quienes integran una sociedad dada y que partiendo de distintas categorías biofisiológicas señalan comportamientos específicos dentro de una estructura jerarquizada de relaciones de poder.

La noción de género se debe entender en el contexto de su desarrollo histórico y dialéctico, con relación a los debates en torno a otras nociones como cultura, naturaleza y sociedad. Verena Stolcke (2003:69) señala la conveniencia de aprovechar la crisis actual de estos conceptos para recapitular sobre ellos, lo cual requiere una revisión de su evolución en el tiempo y un replanteamiento de su actualidad. En una primera instancia, el término género surgió como categoría cultural en oposición al sexo biológico dimórfico, utilizado para dividir a los seres humanos en grupos de hembras y machos en base a características biológicas relacionadas fundamentalmente con el aparato reproductor. En este sentido, al utilizar la noción de “género” se incurre en una categorización de las personas en torno a conceptos de feminidad y masculinidad construidos a partir del sexo biológico. Sin embargo, el cuestionamiento desde distintas corrientes del dualismo sexual ha llevado a plantear que tanto el sexo como el género tienen su origen en la percepción sociocultural de las diferencias entre personas.

Pero además de cuestionar el carácter reduccionista del binomio sexo/género, también se ha puesto en entredicho la naturaleza estática de las categorías construidas, apuntando a la necesidad de abordar el género como concepto dinámico, cambiante y relacional que comprende factores culturales, relaciones sociales y estructuras de poder. Es en este sentido que la noción de sistemas de género surge con el objeto de explicar el modo en el que acontece la producción y reproducción de la desigualdad a través de distintas intersecciones entre representaciones simbólicas y prácticas sociales. La esfera simbólica abarca ideales y estereotipos de feminidad y masculinidad y a nivel estructural, contempla la división sexual de trabajo entre mujeres y hombres, así como el acceso a los recursos deseables. Del mismo modo, sitúa al individuo en este entramado de significados y estructuras, examinando la agencia individual en la forja de identidades sexuales y en la práctica incorporada y performativa del género.

Es por tanto importante subrayar que el concepto de género surge de una gran actividad teórica y práctica ligada tanto al movimiento feminista como al feminismo académico desarrollado durante los últimos cincuenta años. Actividad que no ha cesado y que se caracteriza por los múltiples debates aún no resueltos1. Una definición actualizada de género, operativa en las ciencias sociales es la propuesta por Aurelia Martín Cásares, quien hace referencia al género como:

“la construcción de la feminidad, la masculinidad, la androginia u otras categorías sociobiológicas definidas en cada sociedad que permite estudiar los roles, estereotipos, relaciones de poder y estratificación establecidas” (2006:68).

Pero además, es un proceso en el cual el individuo aparece implicado en el “devenir” mujer o hombre; así, -aludiendo a la famosa frase de Simone De Beauvoir en El Segundo Sexo (1949) de que “la mujer no nace sino que se hace”- el énfasis se sitúa en la idea de que “la biología no es destino” y el género se hace, se deshace y se rehace (Stolcke, 2003: 70-73).

De hecho, Donna Haraway afirma que todos los significados feministas modernos de género derivan de la afirmación de De Beauvoir 2 y apela a interpretaciones desde el marxismo y el psicoanálisis para incidir en el carácter volátil del sujeto, cuya coherencia rechaza aludiendo a la idea de que las identidades, tanto sociales como personales, se reconstituyen continuamente. Haraway propone el cybourg -híbrido de organismo y máquina- como metáfora de escape de rígidos dualismos como el de naturaleza/cultura: “el poder político y explicativo de la categoría “social” del género depende de la forma de historiar las categorías de sexo, carne, cuerpo, biología, raza y naturaleza.

1Algunos trabajos en los que se recoge el desarrollo histórico del concepto de género serían: MOORE, Henrietta. Feminismo y antropología. Madrid: Cátedra, 1991; MAQUIEIRA, Virginia. “Género, diferencia y desigualdad”. In: BELTRAN, E.; MAQUIEIRA, V. (eds.): Feminismos. Debates teóricos contemporáneos. Madrid: Alianza, 2001; pp.127-189; BULLEN, Margaret. Basque Gender Studies. Reno: University of Nevada, 2003; pp. 11-67; MARTIN CASARES, Aurelia. Antropología del Género: Culturas, mitos y estereotipos sexuales. Madrid: Cátedra, 2006; pp. 19-69; MENDEZ, Lourdes. Antropología Feminista. Madrid: Síntesis, 2007.

2HARAWAY, Donna. “Género” para un diccionario marxista: La política sexual de una palabra”. In: HARAWAY, Donna: Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra, [1991]1995; pp. 213-251.

Publicado en aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/es