Breve manual de sobrevivencia antiobradorista.

*Es prudente ir cavilando un plan de resistencia personal y colectiva

Por PABLO MAJLUF

A menudo me preguntan cómo prepararse para resistir al régimen que pronto se adueñará de la Constitución, destruirá los órganos autónomos, capturará al INE, reformará a la ley electoral, eliminará a las minorías y, a menos de que ocurra un milagro y funcione el paro nacional del Poder Judicial, destruirá también la división de poderes, es decir, terminará con la República. Con ello, ya no habrá garantía de ningún derecho ni ninguna libertad y todos estaremos a merced de la peor ralea política.

Lo primero es adoptar la apuesta de Blaise Pascal que he puesto en el radar antes. No sabemos cómo se manifieste este régimen esperpéntico porque hay un abanico de posibilidades: desde una docena trágica capoteable hasta un panorama venezolano. Lo importante –dice Pascal– es prepararse para el peor escenario posible. Si no sucede, de todas formas te preparaste y qué más da; pero si sucede y no te preparaste, es cuando te tuercen.

De entrada, hay una serie de acciones patrimoniales básicas que todo mundo debió tomar desde que llegó al poder un demagogo tabasqueño. Quizá no vender todas las propiedades –porque ni en Venezuela expropiaron los inmuebles–, pero sí una parte, intentando sacar del país un cacho sustancial del patrimonio, idealmente en dólares o euros. Aquí no se trata de ganarle al tipo de cambio, sino de proteger el capital. Si no se tienen propiedades, intentar tener una cuenta virtual en dólares, no olvidando el imprescindible cash verde en el clóset. Tener al día visas y pasaportes, tener en regla lo fiscal y tender puentes con familiares o amigos en el politburó obradorista, así como en el extranjero.

Con esas herramientas ya se tiene algo de holgura para ensayar la resistencia personal y colectiva. Por ejemplo, intentar darles los menos impuestos posibles a estos advenedizos: no trabajamos para que se lo beban en el Au Pied de Cochon al que nunca pudieron ir de chiquitos. ¿Cómo eludir las garras del SAT? Los mexicanos son expertos: operar en cash lo más que se pueda, entrarle a la economía virtual, a las monedas digitales, etcétera. Además, por supuesto, hay que intentar salirse del grid eléctrico de la CFE a través de paneles solares y baterías. No darle un centavo al régimen y nunca ser presa de sus servicios. No se abrume: ya es bastante sencillo y cada vez más barato; hay mucha asesoría en internet. Hablando de internet, quizá convenga el servicio satelital Starlink, o alguno que no dependa de los oligarcas mexicanos.

“Lo importante es prepararse para el peor escenario posible.”

La acción colectiva es más complicada porque, además de dormido, el Pueblo está (todavía) contento y del lado del régimen – su régimen. Pero siempre hay avenidas para empezar a recorrer el camino. Ya hemos hablado de lo que no sirve: no sirven marchas de medio día con personajes desprestigiados del pasado alrededor de consignas abstractas atadas a lo electoral. Fueron muy dignas, pero ya no son efectivas. La prensa de opinión, sin resonancia en las mayorías, tampoco sirve. Las redes sociales sí, pero no para lo electoral, como ya quedó demostrado. Sirven para organizar, intercambiar, planear, tejer grupos de apoyo y, muy importante, amarrar navajas dentro del propio régimen, cuyas tribus están prestas a canibalizarse. Hablando de grupos de apoyo y solidaridad, no hay que subestimar lo local: vecinos, escuela, amigos, colegas. Lo nacional tal vez no tenga salida, pero el régimen es escuálido y no puede llegar a todos lados todo el tiempo.

Finalmente, regreso a lo personal más allá de lo material. No quiero decir que hay que comer bien y hacer ejercicio –no soy un gurú de autoayuda ni tampoco es el apocalipsis– pero sí cuidar la ecuanimidad y estar fuertes física y mentalmente. Como decía el disidente checo Havel: hay que actuar como si estuviéramos en un régimen de plenas libertades, porque esa simulación implica perder el miedo y nada debilita más a los tiranos. Para eso, es crucial el sentido del humor: no sólo porque ya no sirve la literalidad –no estamos en épocas racionales– sino porque la mayoría del régimen es demasiado solemne y tonta para entender en clave irónica y, a los pocos que entienden, nada les enoja más.

Nota del Editor:
Este artículo podría llamarse “Sálvese quien pueda”