Crónica de una reforma a la que le urge un converso más.

  • Retrovisor.

/ Ivonne Melgar /

 

Martes 3. Convocados a las 6 de la mañana a San Lázaro para preparar el gran regalo de despedida del presidente López Obrador, como lo conceptualizó el dirigente de Morena, Mario Delgado, los diputados de la supermayoría del partido gobernante, PT y PVEM se toparon con los trabajadores del Poder Judicial que cercaron de madrugada, con sus cadenas humanas, cada uno de los nueve accesos del recinto.

Después de las 4 de la tarde, en el Salón de Armas del Deportivo de la Magdalena Mixiuhca sonó el tintero legislativo para iniciar el debate de la reforma al Poder Judicial que moderó Sergio Gutiérrez Luna, en ausencia de la presidenta Ifigenia Martínez.

La discusión avanzó bajo la duda de su legalidad, según los representantes del PAN, PRI y MC, por los amparos que dictaron dos jueces para que esa asamblea fuera suspendida y la sospecha de si todos los que ocupaban la silla que hizo las veces de curul eran diputados.

Mientras afuera universitarios, jueces, magistrados y trabajadores de circuitos y distritos judiciales de la Federación coreaban que ese poder no va a caer, adentro, el gimnasio parlamentario se convertía en una especie de salón de fiestas en el que hubo cena, zona tipo lounge para estirar los pies y tacos al pastor para la desvelada.

Miércoles 4. Entre tamales y café, con una lenta votación de viva voz y de uno en uno, a falta del tablero electrónico, las bancadas de Morena, Partido Verde y PT votaron a favor de la elección; la sepultura del Consejo de la Judicatura Federal y la creación del Tribunal de Disciplina, así como una reserva agregada para indemnizar a los juzgadores que no vayan a las urnas o que no obtengan la votación suficiente para seguir en sus encargos, y otra más para que puedan ejercer como abogados en distritos y circuitos ajenos a su actual desempeño.

En la sesión de 18 horas, con más 70 oradores, la posibilidad de mejorar la reforma se desvaneció cuando la ministra en retiro, la diputada de Morena Olga Sánchez Cordero, que había pedido a sus compañeros hacerle ajustes de forma y fondo para garantizar la idoneidad de los perfiles y acaso con ello salvar algo de la carrera judicial, informó en X de sus malestares del corazón que la habían llevado al hospital.

Jueves 5. Y aunque la aplastante supermayoría mostró su músculo en la sede alterna de los diputados con 358 votos a favor versus sólo 135 en contra, en las calles continuaba el activismo de trabajadores que a las afueras de las oficinas judiciales comenzaron a gritar: “¡Señor senador, detenga al dictador!”.

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Las marchas y los bloqueos llegaron al Senado de la República, con los pronunciamientos de integrantes del PJF que siguieron subiendo de tono, al igual que las señales de alerta sobre los riesgos que la reforma conlleva para la división de Poderes, la independencia judicial, el Estado de derecho, las inversiones y la democracia.

A los llamados de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, académicos, cámaras empresariales, barras de abogados, constitucionalistas, activistas e instancias internacionales de derechos humanos se sumó el Consejo de Episcopado Mexicano y el anuncio de las tres bancadas de oposición en el Senado de que votaran en contra del dictamen el próximo miércoles.

En respuesta, Morena movilizó a decenas de universitarios que a las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) expresaron su respaldo a la visión gubernamental de que el cambio es para poner fin a la tiranía de la toga, acto que contó con las ministras Lenia Batres y Loretta Ortiz.

Viernes 6. Con la expectativa de que los 43 senadores del PAN, PRI y MC cumplirán su palabra, la vocera de los trabajadores, Patricia Aguayo, y la líder de los aguerridos jueces y magistrados, Juana Fuentes, declaraban ayer su optimismo de que la reforma no pasará.

Pero el bloque oficialista confía en esa estrategia que el presidente López Obrador echó a andar desde 2018 y que la presidenta electa Claudia Sheinbaum afinó aún más: el fichaje de opositores que se convierten a la autoproclamada Cuarta Transformación.

Los Eruviel Ávila, las Mariana Benítez y los Javier Corral son celebrados como soldados que levantan los brazos y se entregan en el fragor de la batalla. Y de ellos está hecha también la fuerza política gobernante que, con un telefonazo, hizo suyos a Sabino Herrera y a Araceli Saucedo, los senadores que terminaron de enterrar al PRD, y en el Congreso de la CDMX al panista Luis Chávez García, la priista Silvia Sánchez Barrios y la perredista Nora Arias.

La lógica que subyace en esa exitosa estrategia es que, con el respaldo popular y el ofrecimiento de un futuro purificador a los opositores, resultan prescindibles el diálogo político y el reconocimiento a las minorías, al tiempo que se les humilla.

Hay quienes creen, junto con las mujeres que encabezan la resistencia judicial, que todavía es tiempo de contradecir esa apuesta oficialista.

Acaso también la ministra Norma Piña que visitó ayer, con el puño en alto, a los trabajadores del PJF que mantienen bloqueados los accesos de San Lázaro. “No va a caer, no va a caer”, susurraba la presidenta de la SCJN.

Faltan pocas horas para saberlo. Y esta vez, sólo hace falta que un senador se doblegue a la llamada de Palacio o de la casa de transición para sepultar el adelgazado contrapeso opositor.