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/Katy Mikhailova/
¿Qué le ocurre a cierto perfil de mujeres que necesitan desahogarse atacando a una modelo o influencer en las redes? Me pregunto qué tipo de motivación sienten para acudir al perfil de Violeta Mangriñán, por ejemplo, que acumula más de 2 millones de seguidores, para escribirle por privado diferentes tipos de insultos y vejaciones. “No sé que te han hecho en la boca, pero te han estropeado bastante”, escribe con faltas de ortografía (que las he corregido en mi escrito) una tal @olguitata ; “qué asco, todo lo tienes artificial” celebra otra usuaria de la red, bajo el nombre de @maria987tcai . Como estos, decenas. La valenciana ha tenido la valentía de compartir los pantallazos de todos esos mensajes, en los que la comparan con su hermana al subir una foto de ambas. Y yo tengo los bemoles de replicar el contenido en mi columna (pues sé que muchos de ustedes no usan Instagram y menos aun van a seguir el contenido de Violeta).
Más allá de quién sea Violeta, si es o no del interés de nuestros lectores en este espacio, me interesa el trasfondo de estos mensajes y el contexto sociocultural y emocional de todas esas personas que les dedican minutos de sus vidas para humillar a una persona.
Encuentro, pues, varios denominadores comunes en todo esto.
El segundo, que tales mujeres (lo poco que se puede ver) distan mucho de ser atractivas y personas de éxito social (es decir: no lo escribe una actriz conocida o una periodista reputada).
El tercero, es la falta de cultura. Una ausencia que se denota por las faltas de ortografía y la manera de expresarle.
Estamos ante una carencia absoluta de valores y educación. Ambos, intrínsecamente ligados a la cultura y al espíritu. Una persona inteligente, que ha leído, viajado y se ha rodeado de personas sensibles, no tendría la sangre fría de dedicarse a insultar a una joven (que, por cierto, goza de una belleza espectacular).
Seguramente detrás de esto se esconde el sentimiento de complejo, envidia y miedo. El querer y no poder, sumado a esa falta de cultura y valores, traen como consecuencia estas dinámicas virtuales.
Celebro que los influencers saquen a la luz estos comentarios, con los datos del perfil que lo escribe; animo a que todos, como hizo Dulceida (y se recoge en su docureality) denuncien el ciberacoso cuando roza las amenazas; e invito a estas personas que se dan por aludidas a preguntarse qué sucede en sus almas para que herir a terceros se convierta en una diversión.