10 años en busca de sus hijos. Cristina, Nicanora y Macedonia, madres de jóvenes normalistas de Ayotzinapa .

*Escrito por Arantza Díaz, Lizbeth Ortiz Acevedo y Luz Cecilia Andrade.

27.09.2024 /Cimac Noticias.com /Ciudad de México.- Hoy, tras cumplirse 10 de desaparecidos sus hijos, Cristina, Nicanora y Macedonia, madres de tres de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, coinciden en que los gobiernos no han buscado a sus hijos, solo ha sido una simulación pero ellas seguirán hasta encontrarlos.

Cristina Bautista Salvador quien no ha dejado de buscar a Benjamín y luchar por encontrarlo, mencionó que aunque tuvieron “fe y esperanza” con Andrés Manuel López Obrador, todo ha sido una simulación y no sabe qué sucederá con Sheinbaum Pardo, pero ella asegura que seguirá “hasta encontrarlo”: “porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”, afirmó.

El caso Ayotzinapa es recordado por la crueldad, opacidad y el saldo que dejó solo en unas horas, porque no solo desaparecieron estos 43 jóvenes; también hubo 6 personas ejecutadas, 40 personas lesionadas y 180 víctimas de violaciones derechos humanos, además de 700 víctimas indirectas tras los hechos.

Desde entonces ha sido una constante en las calles de todo el país ubicar a las y los familiares de las víctimas manifestándose públicamente para exigir que el Estado mexicano les dé certeza de lo sucedido pero en diez años ni el gobierno de izquierda lo cumplió.

En entrevista para Cimacnoticias, horas antes de cumplirse una década de la desaparición de Benjamín, Cristina narra la resistencia que ha sostenido a lo largo de esta década la cual ha sostenido a través de su trabajo artesanal para costear lo que implica una larga lucha histórica.

De su hijo narró conmovida que Benjamín Ascencio Bautista nace un 9 de abril de 1995, y recordó que recién fue su cumpleaños. Siempre lo narra en presente, no podría ser de otra manera.

A él le gusta ayudar a su madre en la cocina, recoger leña, zacate y consentir a sus dos hermanas, abuela y madre, además, creció rodeado de mujeres en la familia Bautista Ascencio.

La última vez que Cristina vio a Benjamín fue un 15 de septiembre, once días antes de los hechos de Iguala. En esa ocasión comieron juntos y él se mostraba contento porque estaba en la Normal de Ayotzinapa, muy serio, le dijo a Cristina: “No te preocupes, mami, ya estoy grande. Cuando estaba pequeño tú me cuidaste, pero ahora estoy grande, voy a estar bien, no me llamen, porque no quiero que me castiguen, no me permiten hacer llamadas pero cuando yo pueda les mando mensaje”.

Benjamín Ascencio ya tenía experiencia dando clases en Tixtla y Chilapa de Álvarez y con este antecedente, impulsado por uno de sus profesores del bachillerato, decidió aplicar a la Escuela Normal de Ayotzinapa; fue entonces que Benjamín sacó ficha para inscribirse.

Fue un 10 de mayo del 2014 cuando Benjamín llegó a darle la sorpresa a Cristina, le llevó un cesto de regalo para informarle que se había quedado en la Escuela Norma.

A Cristina le regaló un cesto de tortillas y le dijo: Ya tengo mi ficha.

Al preguntarle cuáles eran las cosas favoritas de Benjamín, Cristina se detiene. No le gusta la palabra “gustaba”, así, conjugada en pasado.

“Yo no pienso en las cosas que le gustaban, yo digo que le gustan, porque yo lo tengo presente. A Benjamín le gusta ayudarme en la cocina, si yo estaba lavando los trastes, él se ponía a lavar”, recuerda Cristina.

A veces, su abuelo llegaba a la casa y lo sorprendía lavando los trastes, acto seguido, les recriminaba diciendo que él no debía hacer eso porque ese era trabajo de mujeres. Benjamín se reía y le decía a su mamá: No le hagas caso al abuelo, porque yo sí aprendo.

Yo le decía al abuelo -comparte Cristina-, que Benjamín debía aprender a lavar su plato y cocinar para que el día que saliera supiera valerse. También, aprendió a hacer tortillas, no muy gruesas, pero tampoco tan delgadas para que se cocinaran bien… pero nunca pensé que algo así pasaría, zanja Cristina.

La desaparición de Benjamín

Habían pasado cuatro días desde los hechos de la desaparición de los jóvenes normalistas y nadie le había avisado a Cristina que Benjamín estaba en la lista.

Fue hasta el día 29 de septiembre de 2014 que la hermana de Benjamín, quien también estudiaba en el municipio, se encontró con un maestro que conocía a su hermano y le preguntó: ¿Cómo está Benjamín?, ¿anda por allá feliz en la normal? Sin embargo, el hombre le explicó que algo había pasado, un enfrentamiento en Ayotzinapa.

Así, la hermana de Benjamín buscó rápidamente a Cristina y le dijo: «Márcale, mami algo pasó».

“Pero nunca entró la llamada, en el periódico estaba que habían desaparecido estudiantes y ahí estaba el nombre de mi hijo. Yo sólo pensaba que tenía que ir a la Normal, pensaba que lo habían golpeado, que estaba hospitalizado o que le habían quitado su teléfono”, comparte en entrevista.

Hacia las 3 de la tarde del 29 de septiembre, Cristina se preparó y partió con rumbo a la Escuela Normal, ahí, había mucho movimiento y camionetas con estudiantes, dijo, sin embargo, nadie se acercó a ella a explicarle qué había sucedido.

“Vine a visitar a mi hijo”, le explicó a uno de los hombres de la puerta, quien pidió los datos de Benjamín y consecuentemente, corroboró en una lista. “Su hijo está desaparecido, pero no te preocupes los estamos buscando”, el hombre tranquilizó a Cristina, explicándole que estaban encontrando a algunos y que todo estaría bien.

Sin embargo, este sería el principio de los 10 años en busca de su hijo.

“Cuando el 29 me dejaron pasar, habían hombres y mujeres llorando, ahí es cuando me entero de lo que pasó, habían abogados de Tlachinollan y ahí nos dijeron: Familiares, a los que no han llegado sus hijos acérquense. Y ya, yo me acerco y les digo, si no les avisan y no saben, (entonces) cómo van a llegar (los demás familiares de los estudiantes). A mí las autoridades de la escuela no me avisaron, a los demás, pues… cada padre y madre se enteraron diferente, algunos por la tele y otros por los periódicos”.

10 años de AMLO y un futuro incierto con Sheinbaum

¿Había confianza en el sexenio AMLO? Nunca dijimos que teníamos confianza, dijimos que tenemos fe y esperanza, porque la confianza se va construyendo, dice Cristina.

Desde su perspectiva, la génesis del problema es el gobierno de Enrique Peña Nieto, pues refiere que nunca buscaron a sus hijos, cubrieron a esos agentes de policía federal, estatal, a los elementos del ejército que bien sabían que los estudiantes se estaban organizando para la marcha del 2 de octubre.

“Yo no me cansaré de decir de manera coordinada los llevaron a nuestros hijos, por parte de las patrullas de Cocula e Iguala, ahí es donde en vez de investigar, debían buscar todos esos agentes que estuvieron la noche del 26, empezaron a moverlos, a encubrirlos a hacer documentos y empezaron a construir, a hacer su verdad. Como eran hijos de campesinos se les hizo fácil ocultar todo”

Cristina nombra a una serie de personajes de la política que debieron ser investigados, sin embargo, continuaron en impunidad: Iñaki Blanco, exprocurador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, exgobernador de Chilpancingo, Lambertina Galeana Marín, expresidenta del Tribunal Superior de Justicia de Guerrero, José Ulises Bernabé, juez de barandilla de la policía Municipal de Iguala

Desde la perspectiva de Cristina, el sexenio de López Obrador intentó dar una resolución al caso, sin embargo, el caso no concluyó como se expectativa. Ahora, con el ascenso de Sheinbaum al poder presidencial, CIMAC le preguntó a la madre buscadora si había algo de fe en este sexenio, sin embargo, refirió que prefiere no adelantarse a nada, pues aunque la esperanza está presente, el trabajo de la futura presidenta aún está por verse.

Cuerpo y economía: Sosteniendo la lucha

Cristina Bautista dejó su empleo tras la desaparición de su hijo y ahora, vende aretes, carteras, cestos y otras artesanías, todas hechas con palma. Esta es su fuente de ingresos primaria en su hogar y el vehículo económico principal que le ha permitido resistir en la lucha por el esclarecimiento de la verdad.

Tenía 41 años cuando recibió la noticia en la Normal de Ayotzinapa, ahora, tiene 51 y refiere que las dolencias la han aquejado; le duelen las rodillas y también, ha enfermado mucho. Algunas de sus compañeras y compañeros de lucha, madres y padres de estudiantes desaparecidos, ya han fallecido sin haber dado con el paradero de sus hijos, sin embargo, comparte que es la inmensidad del amor por Benjamín, lo que la ha sostenido durante esta lucha sistémica que hoy, cumple una década en impunidad.

“Cuando escuchamos que nos dicen, no están solos, aquí estamos hasta encontrarles, eso nos anima y como madre de Benjamín, me motiva a seguir adelante y por el amor que le tengo a mi hijo aquí estoy de pie, siento que, como madres, eso es lo que nos mantiene, sólo nosotras sabemos cómo los extrañamos. La lucha no terminará el 26, vamos a seguir aquí, ¡porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!” (Cristina Bautista, madre de Benjamín Ascencio Bautista)

Nicanora

“Gobierno maldito, no se tentó el corazón”: Madres de estudiantes desaparecidos

Amnistía Internacional

Nicanora García González y Macedonia Torres, madres de dos estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa se reunieron en un evento auspiciado por Amnistía Internacional; la discusión se centró en la capacidad indolente del Estado para ocultar la verdad por 10 años y la odisea emprendida por estas dos madres buscadoras desde 2014.

La lucha sigue y la rabia de las madres del caso Ayotzinapa no darán paso atrás al señalar la responsabilidad de Enrique Peña Nieto y la nula respuesta de López Obrador; en la mira, la futura gubernatura de Sheinbaum.

Nicanora García González es madre de Saúl Bruno García, él tiene 19 años y su seña más particular –que su madre recuerda con cariño– es la falta de uno de sus dedos. Cuando era pequeño, la acompañó al molino y su mano izquierda quedó prensada en la máquina; tras perder el dedo medio, nació en él un carácter seguro y compasivo con el mundo que le rodeaba.

Tiene nueve hermanos y él fue el único que pudo estudiar, lo hacía mientras ayudaba a la familia en el campo, especialmente, a su padre, don Aquileo. A sus 15 años dejó el pueblo y se fue a estudiar la preparatoria El Pericón, años después, hizo su examen para la Universidad Autónoma de Guerrero y para la Escuela Normal Isidro Burgos; fue aceptado en las dos, pero optó por la normal, pues deseaba ser maestro.

Luego de ingresar a la universidad, en septiembre, visitó a su madre, Nicanora, a sus 8 hermanos y a don Aquileo, pasó el día con todas y todos. Se despidió al final del día y les abrazó; nunca lo volvieron a ver.

Han pasado 10 años y entre tanta opacidad, su madre, Nicanora, señaló en conferencia de prensa sentirse fortalecida por toda la compañía que ha recibido a nivel nacional e internacional. Para la madre buscadora el tiempo se ha congelado.

«Sí, me siento fortalecida, pero para una mamá es muy duro ya nuestros hijos van a cumplir 10 años, pero para mí es como si fuera el primer día. Para mí amanece haciéndome la misma pregunta: ¿Dónde está mi hijo?, ¿qué pasó con él y por qué se lo llevaron? Sólo era un jovencito de 18 años (…) El gobierno se lo llevó, porque yo siempre he dicho, mi hijo no pudo desaparecer así nada más».

Nicanora González señala con dureza al órgano responsable de la desaparición de su hijo, de los demás estudiantes y de otras miles de personas: Los militares.

Macedonia Torres

Amnistía Internacional

Macedonia, quien también acudió a la conferencia de Amnistía Internacional, denunció el hartazgo de que las figuras políticas lucren con la verdad del caso Ayotzinapa y no exista ningún compromiso sustancial.

El Gobierno le ha dicho a Macedonia Torres que no hay que buscar más, pues su hijo está muerto, pero, ¿y si fuera así en dónde está?, pregunta retando.

«Yo quiero verlo aunque me duela (…) López Obrador dijo que nos iba a ayudar con nuestros hijos, que los iba a buscar, pero nos mintió y ahora ya se va con sus mentiras. Él dijo que nos iba a ayudar, que iba a caer quien fuera a caer, pero como fue el Ejército ya no nos ayudó porque fueron ellos quienes nos los arrebató», sentenció la madre buscadora.

La esperanza de Macedonia Torres, al igual que la de Nicanora González está puesta en su fe y en «la bondad de Dios». Y es que, toda certidumbre depositada en el Estado y sus representantes es inexistente, con dos sexenios opacos, la verdad parece cada vez más lejana.

Claudia Sheinbaum está a unos días de subir a la silla presidencial y López Obrador ha referido en su mañanera del 25 de septiembre sentirse tranquilo, pues se avanzó en el caso, no tanto como había prometido, pero la investigación se mantiene vigente y lista para que la futura presidenta tome responsabilidades para el esclarecimiento de la verdad.

A pesar de este comentario mañanero que apuesta por tranquilizar las aguas con una Claudia Sheinbaum preparada para resolver el caso Ayotzinapa, las madres buscadoras no esbozan sino una mueca.

«Sí, ojalá Dios quiera que Claudia sea una esperanza, pero la verdad, mi confianza no la tengo en ella. Me gustaría mucho que nos dijera: Ya hallé a sus hijos (…) ojalá que Claudia nos los entregue, pero ya van 2 presidentes que no hacen nada, todos esos licenciados nos han mentido», refirió Macedonia Torres.

Macedonia Torres es reacia en denunciar los pobres esfuerzos del gobierno lopezobradorista por devolver a los 43 estudiantes. Este sexenio está por cerrar, no sin antes, ser nombrados por Macedonia: «malditos» y «monstruos«.

José Luis Luna Torres tenía 20 años y trabajaba como albañil en la comunidad indígena de Amilcingo en Morelos, su objetivo de vida, era ayudar a su madre Macedonia a tener una vejez tranquila y poder sostenerla, pues ella es trabajadora informal; vive a través de la venta de cacahuates y dulces en las plazas, desempeñando extensas jornadas luego de quedar viuda.

Así, el joven José Luis Luna Torres hizo su examen la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa y tiempo después, fue aceptado para ingresar a las filas de la institución conmovido por el activismo del luchador social, Vihn Flores Laureano, fundador de la normal rural de Amilcingo.

José Luis desapareció en septiembre del 2014 y desde entonces, Macedonia, ha volcado su vida a buscarle bajo lema concreto: No creeré que está muerto hasta verlo de nuevo.

«Me baño, como, bebo, me voy a trabajar, pero mi hijo, ¿dónde está? Muchos dicen que ya los dejemos pero no, él para mí está vivo. Todavía el día que entró a la normal, un 16 de septiembre me dijo que ya estaba su ropa, que ya se iba, desde entonces, no he querido tocar su ropa para el día en que él vuelva, no quería abrir siquiera su ropero (…) Hasta el día que le compuse su ropa y todo ese día estuve llorando y pensé: Si vieras tus cosas» (Macedonia Torres)

En la conferencia de prensa de Amnistía Internacional, se les preguntó cuál ha sido el obstáculo principal para el acceso a la justicia y las madres empataron: El mismo Estado.

La primera piedra fue la llamada “Verdad Histórica” presentada por Enrique Peña Nieto, esta colusión sólo fomentó que se diluyeran pruebas, se creara una mentira colectiva y la verdad fuera maquillada. En añadidura, llegó el sexenio de López Obrador que, entre sus compromisos primarios, se encontró

La noche de Iguala ¿Qué pasó?

De acuerdo con datos del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Prpo Juárez, los hechos sucedieron cuando un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, de entre 17 y 25 años, acudió a la ciudad de Iguala, Guerrero, ubicada en ese mismo estado, con la finalidad de “tomar” autobuses que requerían para participar en la conmemoración del 2 de octubre, que cada año mantiene viva en México la memoria de esa represión contra estudiantes acaecida en 1968.

Aunque la retención y el uso temporal de autobuses por los estudiantes para realizar sus actividades había sido habitual en Guerrero y contaba incluso con el aval tácito de empresas y autoridades, el 26 de septiembre la respuesta de las autoridades no fue la ordinaria: Policías Municipales de Iguala abrieron fuego contra los estudiantes para impedir que salieran de la ciudad con los autobuses.

De esta manera, auxiliados por otras corporaciones y por civiles, los policías lograron cerrar el paso a cinco autobuses -tres que transitaban por una calle céntrica y dos que lo hacían por una calle periférica-.

En esos dos escenarios fueron detenidos 43 estudiantes quienes horas más tarde serían desaparecidos.

Más tarde esa misma noche, continuaron las agresiones contra los estudiantes y contra la población en general, ya no sólo por parte de agentes estatales sino también por civiles que, como después se demostró, eran parte de la estructura de una organización criminal fuertemente imbricada con las instancias estatales presentes en esa zona de Guerrero, denominada Guerreros Unidos.