*Gloria Muñoz y Fernanda Peralta.
Fotos: Gerardo Magallón y Mario Olarte
Ciudad de México | Desinformémonos. Ni la pertinaz llovizna, ni las vallas de concreto, ni los muros metálicos, ni las descalificaciones, ni el enorme cansancio detuvieron su protesta. Las madres, padres, compañeros, organizaciones y personas solidarias recorrieron la avenida Reforma para llegar a un zócalo amurallado por el Estado. Pasaron a cuenta gotas por una orilla del muro gris que les obstaculizaba la entrada. Luego los normalistas terminaron saltándolo en perfecto orden. La agresión de cerrarles el paso fue respondida con dignidad. Siguieron abriéndose paso hasta llegar un templete instalado de espaldas a un Palacio Nacional que se abrió para ellos con promesas incumplidas, el mismo donde en 2019 se se tomaron la foto oficial requerida, donde confiaron durante cuatro de los seis años en que de ahí saldría la verdad que tanto esperan. Hoy, de ese recinto volvieron a salir mentiras y descalificaciones, denunciaron.
“No sé qué miedo tenían de que la marcha completa llegara al Zócalo. ¿Dónde está aquella democracia que pregona este gobierno que se dice humanista?, se pregunta en el mitin principal Mario González, padre de César Manuel González, uno de los 43 normalistas desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. Don Mario luce enojado, harto. La democracia, advierte, “la utilizan nada más cuando les conviene, cuando quieren algo a su favor. Pero para nosotros no existe”. Y remata: ¿por qué tanto odio a los 43 padres?”.
A lo largo de toda la masiva marcha que partió del Ángel de la Independencia el reclamo principal fue contra el ejército y el encubrimiento presidencial. Diez años después de los hechos de Iguala no saben dónde están y qué pasó con sus hijos. Esa es la única verdad irrefutable. “Señor presidente”, increpa don Mario, “no nos hagamos tontos, usted sabe perfectamente bien quién fue el que participó en el cobarde ataque hacia nuestros hijos, que fue el ejército. Usted lo sabe y desafortunadamente se puso del lado de la traición. Porque no nada más traicionó usted a estos 43 padres de familia, sino a todo un pueblo mexicano sediento de justicia y de saber la verdad. ¿Qué es lo que necesitamos en México para que la pura verdad haya y no esté ausente la justicia?”.
Por la avenida 5 de mayo, a una cuadra de llegar a un zócalo iluminado por el nacionalismo de las fiestas patrias, aparece la primera valla de concreto resguardada por un puñado de policías. El autobús que encabeza la marcha se detiene, detrás vienen los padres, madres y otros familiares de los 43, acompañados por el obispo Raúl Vera y el padre Gonzalo Ituarte. Hay confusión. “Se atrevieron a cerrarnos el paso”, dice doña Cristina Bautista, madre de Benjamín Ascencio Bautista, mientras pasan por un resquicio, de uno en uno, resguardados por un cordón de seguridad de integrantes del Colectivo Marabunta. Después ingresan los normalistas de Ayotzinapa, también en fila por el costado de la valla, y atrás vienen los cientos de los estudiantes del resto de las escuelas normales del país. Ellos empiezan a brincar el obstáculo, pero no pierden el orden, se reacomodan en filas metros más adelante y así entran a la plancha que había cobijado históricamente los reclamos de los movimientos sociales de izquierda.
“A estos 43 padres de familia no nos van a detener esos pedazos de bloque. Si tenemos que brincarlos, los vamos a brincar con toda esta gente solidaria que nos ha acompañado, que usted mismo ha defraudado poniendo esos bloques para que no pasen. La marcha es pacífica, esta gente lo que quiere es caminar con los 43 padres de familia. Durante diez años ninguna autoridad les ha podido dar justicia”, reclama Mario, quien finaliza su participación advirtiendo que si el gobierno entrante “piensa hacer esto, nosotros vamos a seguir luchando”, pero “no le vamos a dar tanto tiempo como se lo dimos a este personaje que desafortunadamente nos traicionó”.
Entre la lluvia y las vallas provocan que mucha gente que marchó no ingrese al zócalo. Al paso, jóvenes del bloque negro realizan pintas y rompen vidrios. A su llegada a la plancha lanzan algunos petardos por encima de las paredes metálicas de tres metros de altura, mientras continúa el mitin de los padres, sus abogados y el obispo Raúl Vera. Junto a los normalistas también alcanzan a entrar estudiantes de la UNAM, del Politécnico, la UACM, la UAM y demás centros universitarios; además de organizaciones sociales como Otomís en Resistencia, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco y organismos de derechos humanos.
Antes, en su parada habitual en Paseo de la Reforma y Juárez, justo atrás del antimonumento +43, se coloca de manera intempestiva un memorial con las fotos de cada uno de los futuros maestros desaparecidos.“Instalamos este memorial para exigir verdad, justicia y el fin de la impunidad en nuestro país. A 10 años de los hechos nuestra demanda es inclaudicable, por lo que al gobierno le exigimos la presentación con vida de nuestros hijos”, dicen durante la instalación. Es la década sin respuestas lo que los sigue movilizando.
Durante la macha que duró más de tres horas, se recordó a los tres estudiantes asesinados hace 10 años y al normalista Aldo Gutiérrez –quien sigue en coma–. Tres “tumbas” son alzadas en hombros por los normalistas de camiseta roja, en un cortejo fúnebre que les rinde homenaje.
En su turno, Hilda Legideño, amdre de José Antonio Tizapa, es contundente: “Aquí seguimos los necios de siempre porque nos asiste la razón. Son diez años que no han sido nada fáciles, que han sido de mentiras por parte de gobiernos. Pero aquí seguimos, no podemos detenernos. Nos falta un hijo al cual estamos buscando”. Y al presidente López Obrador le reclama que “traicionó la confianza que como padres pusimos y dio la espalda al Caso Ayotzinapa por proteger al ejército. Pasará como cómplice de aquellas personas que desaparecieron a nuestros hijos. Son diez años que hemos caminado a pesar de todo, a pesar del dolor, de las enfermedades, de los climas. Y seguiremos”.
Reconoce que como padres, a veces “quisiéramos retirarnos, pero no podemos porque nos falta un hijo en casa”. Esa es la dura realidad. Reclama también al responsable de la desaparición, Enrique Peña Nieto, y a quienes “fabricaron su verdad histórica que tanto daño hizo”.
Los petardos lanzados a Palacio Nacional se escuchan detrás del templete. Ningún normalista se mueve, ni se interrumpen las participaciones. El abogado de las familias, Vidulfo Rosales, señala que es “inaudito” que “además de traicionarlos y además del llano y el sufrimiento que día a día sufren, hoy les impiden el paso con barreras de cemento para que no pueden venir a estrechar la palabra con ustedes”. Y reitera a las familias no las mueve otro interés que saber lo que ocurrió con sus hijos.
Reconoce avances en las investigaciones hasta el 2022, pero, dice, “cuando la investigación empezó a tocar al ejército mexicano, cuando en las pesquisas empezó a surgir que el ejército había infiltrado la Normal”, todo cambió. Y cuando “empezaron a surgir elementos que decían que el ejército mexicano era responsable, ahí el gobierno ya no quiso continuar con la investigación y dio la espalda a las madres y padres de familia. Se desmanteló la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia y la Fiscalía Especial”.
Sobre el más reciente informe presidencial, el último de López Obrador, Rosales señaló que “no traía nada que nos indique cuáles son las líneas de investigación, cuáles son los avances, los obstáculos de la indagatoria y qué falta por hacer”.
Para Emiliano Navarrete, otro de los padres, el reclamo es a quien “prometió y no cumplió”. “Prometiste darnos verdad y justicia, topase donde topase, que las investigaciones o la información que estuviera en cualquier institución federal, estatal y municipal tenía que ponerse en manos de la institución correspondiente a la investigación”, pero nada.
“Seguiremos adelante exigiendo verdad en el mismo nivel a la nueva presidenta electa. Pero no vamos a dar un paso atrás”, finaliza el padre de José Ángel.