*Antecedentes históricos demuestran que el discurso de odio tiene un daño real.
06.10.2024.-En el lenguaje común, la expresión “discurso de odio” hace referencia a un discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo y que se basa en características inherentes (como son la raza, la religión o el género) y que puede poner en peligro la paz social.
Para proporcionar un marco unificado en las Naciones Unidas que aborde este problema a nivel mundial, la Estrategia y Plan de Acción de la ONU para la lucha contra el discurso de odio define este discurso como “cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita, —o también comportamiento— , que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad”.
Sin embargo, no existe una definición universal de discurso de odio de acuerdo con el derecho internacional en materia de derechos humanos. El concepto todavía se debate ampliamente, sobre todo en relación con la libertad de opinión y expresión, la no discriminación y la igualdad.
A pesar de que esta no es una definición legal, abarca un sentido más amplio que “una instigación a la discriminación, la hostilidad o la violencia” — que está prohibida de acuerdo con el derecho internacional en materia de derechos humanos, el discurso de odio posee tres características esenciales:
Se puede materializar en cualquier forma de expresión, incluidas imágenes, dibujos animados o ilustraciones, memes, objectos, gestos y símbolos y puede difundirse tanto en Internet como fuera de él.
Es “discriminatorio” (sesgado, fanático e intolerante) o “peyorativo” (basado en prejuicios, despectivo o humillante) de un individuo o grupo.
Se centra en “factores de identidad” reales o percibidos de un individuo o grupo, que incluyen: “su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia o género”, pero también en otras características como su idioma, origen económico o social, discapacidades, estado de salud u orientación sexual, entre otras muchas.
Es importante destacar que el discurso deod io solo puede dirigirse a individuos o grupos de individuos. No se incluyen las comunicaciones que pueda haber entre Estados y sus oficinas, símbolos o funcionarios públicos, ni tampoco entre líderes religiosos o dogmas de fe.
La proliferación del contenido de odio en línea ha ido acompañada del incremento de la desinformación que puede ser fácilmente compartida a través de las herramientas digitales. Esto está creando retos sin precedentes para nuestras sociedades, ya que los gobiernos luchan por hacer cumplir las leyes nacionales a la escala y velocidad del mundo en línea.
A diferencia de los medios de comunicación tradicionales, el discurso de odio en línea puede producirse y compartirse con facilidad, a un bajo coste y de forma anónima. Puede llegar a un público de todo el mundo y diverso en tiempo real. La relativa permanencia del contenido de odio en línea supone también un problema, ya que puede resurgir y (volver a) ganar popularidad con el paso del tiempo.
Saber en qué consiste y controlar esta narrativa de odio en las distintas comunidades y plataformas en línea es fundamental para moldear nuevas respuestas. Pero los esfuerzos se ven a menudo paralizados por la misma magnitud del fenómeno, las limitaciones tecnológicas de los sistemas de supervisión automatizados y la falta de transparencia de las empresas que trabajan en línea.
Mientras tanto, el creciente uso de las redes sociales como arma con la que extender discursos divisorios y de odio se ha visto favorecido por los algoritmos de las empresas de Internet. Esto ha intensificado el estigma al que se enfrentan las comunidades más vulnerables y expuesto la fragilidad de nuestras democracias a nivel mundial. Asimismo, ha provocado el escrutinio de los operadores de Internet y desencadenado preguntas acerca de su función y responsabilidades al infringir daño en el mundo real. Como resultado, algunos Estados han empezado a pedir responsabilidades a las empresas al respecto de moderar o eliminar contenido que pueda considerarse en contra de las normas establecidas, suscitando inquietudes sobre las limitaciones de libertad de discurso y censura.
A pesar de estos retos, las Naciones Unidas y muchos otras partes implicadas trabajan por encontrar formas de contrarrestar el discurso de odio. Esto incluye iniciativas para fomentar mayores competencias básicas en materia de información y medios de comunicación entre los usuarios en línea, mientras se garantiza el derecho a la libertad de expresión.
“La desinformación se extiende más deprisa si estamos enfadados. Haz una pausa antes de compartir, #TakeCareBeforeYouShare ( #HazUnaPausaAntesDeCompartir).
El daño
En los últimos años, el mundo ha presenciado multitud de crímenes atroces en masa. En muchos de estos casos, el discurso de odio se ha identificado como un “predecesor de crímenes atroces, entre ellos el genocidio”.
El uso de las redes sociales y las plataformas digitales para difundir odio es relativamente reciente; sin embargo, el uso como arma del discurso público para ganar el favor político no es, por desgracia, algo nuevo.
Como la historia nos viene demostrando siempre, el discurso de odio unido a la desinformación puede llevar a la estigmatización, la discriminación y a la violencia a gran escala.
El Holocausto
El Holocausto no empezó con las cámaras de gas, sino con el discurso de odio contra una minoría.
El genocidio camboyano
El discurso de odio transformó sistemáticamente a los intelectuales, opositores y residentes de ciudades, además de a las minorías étnicas y religiosas, en los “enemigos” del pueblo.
El genocidio de 1994 contra los tutsis en Rwanda
Décadas de incitación al odio exacerbaron las tensiones étnicas con la expansión de rumores infundados y la deshumanización de la población tutsi.
El genocidio de Srebrenica en Bosnia-Herzegovina
La constante propaganda nacionalista realizada por los medios de comunicación controlados por los partidos demonizó a la población musulmana bosnia.
La crisis de los refugiados rohinyá en Myanmar
Se realizó una campaña de odio y desinformación, cargada de un lenguaje deshumanizante y derogatorio contra la minoría musulmana rohinyá.
El discurso feminista ha detonado una exacerbación de las violencias misóginas en contra de las mujeres en el Mundo, sobre todo en países violentos como México.
Con información de la ONU