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/ POR MARISOL ESCÁRCEGA /
De toda la información que vimos desde que Claudia Sheinbaum asumió la Presidencia de México me quedo con una imagen cuando le están colocando la banda presidencial, que propició un pie de foto magistral: “Vuelvan a decirle a una mujer que la fecha más importante de su vida es el día de su boda”.
Sin duda, el andar de las mujeres hacia el poder ha sido más lento, sin embargo, desde el 1 de octubre, nuestro país tiene una Presidenta de la República, tuvieron que pasar 200 años de vida independiente para que el cargo más importante de México fuera ocupado por una mujer.
Antes de Claudia, 65 hombres han sido primeros mandatarios en el país. Ella es la octava mujer en llegar a la Presidencia en América Latina y la vigesimosexta en el mundo.
Con ese logro histórico, Claudia llega a un país de casi 130 millones de personas, pero que se encuentra divido y con un panorama en donde las mujeres no están seguras, ya que cada día asesinan a diez sin que ninguna autoridad pueda hacer algo para impedirlo.
La Presidenta recibe un México en el que, de acuerdo con cifras del Inegi, 8.2 millones de madres solteras lideran un hogar, nueve de cada 10 son adolescentes solteras con al menos un hijo nacido vivo y 73 de cada 100 no asisten a la escuela.
Por ejemplo, ¿ustedes sabían que mientras 76% de los hombres tiene un empleo, sólo 47% de las mujeres labora y que 54% lo hace en la informalidad, es decir, sin aguinaldo, seguridad social o ahorro para su vejez?
Todas llegamos, dice una y otra vez la Presidenta, pero ¿en ese “todas” también contempla a quienes no compartimos del todo el pensamiento de la Cuarta Transformación?
¿También estamos las que defendemos el derecho de todas las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, es decir, que pedimos que el aborto sea legal, gratuito y seguro en el país?
¿Todas también somos las que nos manifestamos y tomamos las calles en marzo, en abril, en septiembre, en noviembre?, ¿las que intervenimos los monumentos o hacemos pancartas?
¿Todas son también las madres buscadoras, que día a día van de terrenos baldíos a fosas clandestinas o a barrancas y casas abandonadas para encontrar a sus familiares desaparecid@s?
¿Todas también son las colectivas feministas, las defensoras de derechos humanos, ésas que no han sido escuchadas durante años?
Llegar todas es un anhelo de quienes nos antecedieron, pero no se trata de escucharlo en un discurso bien escrito, sino de verlo en los hechos.
Buscamos equidad, tener las mismas circunstancias, las mismas oportunidades para acceder a educación y servicios de salud, sexuales y reproductivos de calidad; a trabajar y recibir el mismo sueldo que un hombre. Exigimos seguridad en todos lados. Buscamos una licencia de maternidad acorde con el posparto, guarderías con flexibilidad de horarios, pero, sobre todo, exigimos justicia, no más, no menos.
Claudia Sheinbaum recibe un país que, en equidad de género, le falta mucho por andar y, ojo, hay que tener cuidado de no exigirle a la Presidenta lo que jamás se le ha exigido a los expresidentes sólo porque es mujer, porque, al parecer, la vara con la que se mide a las mujeres, en este caso a la responsable de una nación es mucho muy alta y rigurosa que la de los hombres.
Sí, ella es la cabeza de este naciente sexenio, pero es su gente, la que llegó con ella, la que debe dar la cara, la que debe cerciorarse que el “llegamos todas” se palpe en el día a día de las mujeres, en sus sueldos, en su calidad de vida, en la atención de los hospitales o en el MP (no más victimización), en el cero acoso en el transporte, en las escuelas…
Si es verdad que todas llegamos, entonces, nosotras estaremos vigilantes de que, por fin, sea una realidad y si no, como lo marca la Constitución: lo demandaremos.