*DESDE A JANELA.
/ FELIPE DE JESÚS FERNÁNDEZ BASILIO /
Una mentira recurrente que en las épocas modernas profieren quienes desde la democracia alcanzan el poder y tienen la intención de terminar con ella, es invocar el concepto de la soberanía del pueblo para modificar arbitrariamente el marco jurídico a capricho.
Y basan esa mentira en que, al haber obtenido el poder, desde luego ganando las elecciones, cuentan con el respaldo mayoritario para poder hacer y deshacer a su libre arbitrio; siendo su argumento que el pueblo decidió en ejercicio de su soberanía, y que contra esa soberanía no hay norma ni autoridad que se le resista.
Sin embargo, eso no es así; porque, para empezar una votación ordinaria, por muy mayoritaria que sea, lejos está de ser indicativa de ser la voluntad del “pueblo” y eso se debe a diversos factores.
En primer lugar, hay que considerar que solo se somete a votación un determinado programa de gobierno, lo cual se denomina como “plataforma política” y a la persona que se va a encargar de llevar a cabo dicha plataforma en el marco de la normatividad vigente y aplicable al caso.
También hay que considerar que, como consecuencia de lo anterior el elector solo votó por el programa y por la persona que consideró mejor de acuerdo a sus preferencias y solo si le interesaba hacerlo en ese entendido y no en el de tener una nueva constitución con reglas muy diferentes a las que ha tenido hasta este momento.
Siendo esto último muy importante debido a que ahí es precisamente en donde se presenta la distorsión de la voluntad popular que llevan a cabo Sheinbaum y sus levanta dedos legislativos, ya que de ninguna manera comprueban tener un respaldo abrumador por parte del pueblo soberano para cambiar la forma de gobierno de México.
Vamos, ni si quiera con sus resultados electorales pueden demostrar tener el mandato de los que votaron por los cargos públicos para, a través de reformas, crear en la práctica una constitución diferente a su antojo y sin que autoridad alguna pueda revisar las modificaciones hechas.
Sus votos reales apenas pasaron la mitad de los votos emitidos para las cámaras y ni Sheinbaum alcanzó las dos terceras partes de los votos emitidos y si a eso le sumamos que la votación total emitida tampoco llegó a las dos terceras partes del electorado, entonces tenemos que ni de lejos tienen el gobierno y sus lacayunas cámaras la legitimidad para cambiar la forma de gobierno en este país.
Podrán argumentar que se hicieron con el constituyente permanente y que ese órgano es de naturaleza superior a cualquier otro constituido y este argumento también es falso.
Y lo es por dos razones:
1) Se hicieron del órgano reformador de manera ilegítima debido a traidores a la constitución y a la democracia tanto en el INE como en el TEPJ y a senadores que traicionaron a sus votantes y no merced a la votación obtenida en las urnas.
2) El constituyente permanente debido a su diseño y a su gran responsabilidad debe de deliberar a profundidad cualquier propuesta de cambio constitucional, por ello es que es un órgano tan complejo; mientras que en los hechos no existió tal deliberación e incluso existe duda de que hayan votado todos los diputados e incluso se infiere por declaraciones de legisladores oficialistas, tanto federales como locales, que ni siquiera supieron lo que aprobaron.
Y volviendo a este último punto, es que el gobierno sabe perfectamente que el proceso de sus reformas constitucionales está viciado y por ello puede ser anulado, y aunque dicen que es inatacable el constituyente permanente, ahora quieren salir del embrollo con una reforma constitucional retroactiva mediante la cual se prohíba cualquier tipo de revisión judicial a un cambio constitucional, por emanar este de la voluntad del pueblo soberano otorgada a la presidente por medio de sus serviles cámaras.
Y esto es muy peligroso y reviste el carácter de golpe de Estado, ya que hacer cualquier cambio a la constitución por mero capricho de quien detenta el poder y sin que haya autoridad alguna que pueda revisar dicho cambio, significa la destrucción del sistema garantista establecido en la constitución.
Así que no nos engañemos, ni Sheinbaum ni sus infladas mayorías parlamentarias representan a la mayoría del pueblo.
Y si quieren legítimamente hacer reformas constitucionales inatacables, tener un poder judicial que no juzgue al gobierno, militarizar al país y/o cualquier otra cosa invocando a la voluntad del “pueblo”; entonces, convoquen a un constituyente mediante un referéndum en la que al menos el 90 por ciento del total del padrón electoral esté de acuerdo con tener una constitución que prive de defensas a los gobernados.
Una cosa es tener un gobierno formado de una mayoría para aplicar un determinado programa electoral y otra muy distinta lo es arrogarse el mandato de todo el pueblo y, si Sheinbaum realmente solo habla con el pueblo como dice hacerlo, pues que lo convoque y que, al menos nueve de cada diez mexicanos participen y aprueben explícitamente sus “ideas transformadoras”.
Ya que tiene las mayorías suficientes para establecer un referéndum con las características mencionadas y si de veras tiene la seguridad de contar con el respaldo del “pueblo”, así lo puede demostrar, pero lo más seguro es que nunca lo haga y solo se quede alardeando un apoyo popular que no tiene, porque no lo tiene.
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Twitter: @FelipeFBasilio