*Desde el Café .
/ Bernardo Gutiérrez Parra /
De perros estuvo el fin de semana para el coordinador de los diputados de Morena Ricardo Monreal por dos razones; sus correligionarios lo mandaron al diablo y desde el Senado le soltaron un obús que lo debe tener tembeleque.
Todo comenzó el jueves cuando los legisladores de su partido se preparaban para asistir a una posada en Cotorritos de Polanco (restaurante chic, fifí, exclusivo y caro) y de arriba le ordenaron que parara la fiesta.
El zacatecano pretendió hacerlo con una falacia “Nosotros no estamos programando ninguna posada”. Y agregó que sus compañeros ni enterados estaban, por lo que no habría posada.
Pero si hubo.
Sacados de onda y molestos porque quien avaló el guateque reculó de último momento, los legisladores obedecieron… a medias. “No quieres que vayamos a Cotorritos, okey no iremos. Pero de que vamos a tener posada, vamos a tener posada”. Y la organizaron en La Bodega del Mar, un restaurante ubicado en San Ángel donde cantaron La Rama, con lo que Ricardo y su autoridad quedaron en ridículo.
El viernes, no bien trataba de explicar a los reporteros con más mentiras el descolón que sufrió (no fue posada, fue una reunión de amigos a la que por cierto me invitaron, pero no quise ir), cuando de la Cámara Alta le soltaron el obús que lo tambaleó.
El coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López, subió a la tribuna para manifestar su malestar porque el Senado recibirá menos presupuesto para el 2025, pero no tardó en disparar.
Tras asegurar que seguirá limpiando al Senado de corrupción y connivencia, dijo que presentará denuncias penales por presuntas irregularidades en la contratación de servicios, ya que se detectaron contratos por 150 millones de pesos anuales con “dos empresas añejas”; una de resguardo de archivos y otra de mantenimiento de elevadores, sin que haya evidencia de esos trabajos.
Y no necesitó decir, porque se entendió perfectamente, que estos presuntos chanchullos ocurrieron cuando Ricardo Monreal fue coordinador de los senadores de Morena.
Aturdido por el bombazo el zacatecano contestó de inmediato: “La adversidad y la mala fe me han perseguido, pero las he enfrentado sin titubeos. Casi siempre provenían de la oposición, hoy vienen de parte de correligionarios, pero de igual forma les haré frente con la verdad”. Agregó que no existen tales irregularidades, que se trata de aseveraciones falsas e infundadas y que va a esperar a conocer las pruebas para proceder “porque el que nada debe nada teme”.
El sábado apareció en las redes un comunicado firmado por más de un centenar de diputados de Morena donde le manifiestan su apoyo: “Las y los diputados del Grupo Parlamentario de Morena, fieles a los principios que dieron origen al movimiento de la Cuarta Transformación, expresamos nuestro total respaldo a nuestro Coordinador, Ricardo Monreal Ávila, cuyo liderazgo ha sido clave para consolidar los ideales que representamos en este movimiento histórico”. Y esto debió levantarle el ánimo.
Pero el domingo, varios de los abajofirmantes pidieron que quitaran sus firmas porque no los consultaron.
¿Qué es lo que está pasando?
Más allá de que Adán Augusto salga a decir hoy que no es nada personal contra Ricardo, que siguen tan amigos como siempre y se tomen una selfie juntos y abrazándose, lo cierto es que al nativo de Zacatecas se le está viniendo encima la noche. Y esta vez al parecer de forma definitiva.
Si alguien ha sido fiel a Andrés Manuel López Obrador, más que al PRD en su momento y a Morena en la actualidad, ese ha sido Ricardo. Pero el tabasqueño no lo quiere y nunca le ha tenido confianza. De ahí que le mintiera cuando le prometió la jefatura de gobierno de la CDMX o la candidatura a la presidencia de la República.
Andrés Manuel se aprovechó de él y lo usó (esa es la palabra) para lograr sus fines más truculentos y aviesos como sacar adelante sus paranoicas reformas.
Pero ya no le sirve y hay que desecharlo. Y qué mejor para cumplir la orden que Adán Augusto López Hernández su cuate del alma, que gustoso obedeció la encomienda y comenzó la ingrata tarea de echarlo a patadas.