- Mis Proyecciones en el espejo .
/ Por Paula Roca /
Cuando terminé la universidad, el mundo parecía un lugar incierto. Recuerdo la sensación de aferrarme a la puerta del recinto académico, sin querer dar un paso hacia afuera. No sentía un piso firme bajo mis pies; era como si la vida fuera un terreno de arena movediza donde me hundiría sin encontrar un camino claro. Me preguntaba: ¿Qué me espera allá afuera? ¿Cómo empiezo si ni siquiera sé hacia dónde voy?
Con algo de temor, conseguí mi primera entrevista de trabajo. La recuerdo bien. Me enfrenté a un hombre detrás de un escritorio, su semblante serio y burdo, sin un atisbo de sonrisa en el rostro. Respondí sus preguntas como pude, sintiéndome cada vez más pequeña bajo su mirada fría. Salí de esa oficina cabizbaja. Nunca me llamaron.
Esa tarde, mi padre me llevó a un parque cercano a casa. Nos sentamos en una banca a observar el ir y venir de las personas. Él hablaba y escuchaba, y en su mirada, vi algo que no podía ocultar: orgullo. A pesar de mis dudas y miedos, su presencia me daba una seguridad que yo misma no podía encontrar en mí. Caminamos por un camellón lleno de vida: coches, pasos apresurados, destinos urgentes. Pero nosotros parecíamos estar en un mundo paralelo, sin prisa, donde sus palabras y consejos penetraban profundamente en mi ser.
Al día siguiente, inspirada por aquella tarde con mi padre, decidí buscar nuevas oportunidades. Recorrí la zona, tocando puertas en oficinas que parecían inalcanzables. En una de ellas, un reclutador de Recursos Humanos me recibió. Me hizo las mismas preguntas que aquel hombre de la primera entrevista, pero esta vez mi respuesta fue distinta.
Con una autenticidad que nunca había mostrado antes, hablé de mí. De la joven recién egresada que era, con ganas de explorar y triunfar en el mundo laboral. Sin adornos, sin pretensiones, simplemente fui yo. Entonces escuché esas palabras que cambiarían mi vida: “El trabajo es tuyo.”
Años después, cuando tuve confianza suficiente, le pregunté al licenciado por qué había decidido contratarme, a pesar de mi inexperiencia. Su respuesta me conmovió profundamente:
“Vi en tu mirada el respaldo de alguien especial. Esa seguridad que llevaste contigo me convenció de que estabas lista para enfrentar el mundo laboral.”
En ese momento comprendí que mi padre había estado conmigo en esa entrevista. Su energía, su orgullo, y la fortaleza que me inyectó aquella tarde en el parque se reflejaron en mi mirada. Gracias a él, me atreví a ser auténtica, a reconocer mi valor y a mostrarlo incluso en uno de los momentos más difíciles de mi vida.