*
/ Por Laura Coronado Contreras*/
…es oro y menos en el ciberespacio. Es más, deberíamos decirnos —y casi, tatuarnos— “si es sumamente atractivo en redes, no es real”. Si una noticia es demasiado alarmista o sesgada, es altamente probable que sea falsa. Si un creador de contenido te recomienda un producto, posiblemente se trata de una “colaboración”. Si un perfil ofrece servicios a un costo menor del promedio, podemos dar por seguro que no cumple con los mínimos estándares de calidad. Si la selfie es demasiado perfecta, no puede estar ajena a los filtros.
Más del 51% de las compras en línea las realizamos las mujeres. Ropa, calzado, productos cosméticos, de cuidado corporal y de salud se encuentran entre las categorías de “lo más vendido”. El gasto promedio por compra en línea es de mil 112 pesos para tarjetas de crédito y 465 pesos con débito, es decir, ventas en el año pasado por 528 mil millones de pesos.
Somos un mercado muy relevante y, por lo tanto, posibles “víctimas” de todas las estrategias de mercadotecnia que podamos imaginar. Descuentos por tiempo limitado, últimas piezas, envíos gratuitos, “bombardeo” de notificaciones y, particularmente, contenidos sobre vidas perfectas son la nueva forma de comerciar. Por ello, publicaciones sobre lujo, viajes, procedimientos estéticos y recomendaciones fitness son visualizados cientos de miles de veces alrededor del mundo por niñas, adolescentes y mujeres que, cada vez, distinguimos menos entre lo que buscamos, lo que “nos aparece”, lo que es de “nuestros amigos” y lo que “nos arroja el algoritmo”.
Platón mencionaba que nos encontramos entre dos mundos: uno ideal y perfecto y aquel que es material, tangible y que es un reflejo, o peor, una sombra del otro. A partir de ellos, hablaba de tres conceptos, “lo bello, lo bueno y lo verdadero”. Algunos autores sumaban “lo justo” o sustituyen con éste a lo verdadero. ¿Nuestra sociedad sigue buscando llegar a vivir dentro de dichos conceptos?
Las plataformas digitales promueven la belleza. Distintos estudios universitarios y reportajes han analizado, incluso, la posibilidad de encontrarnos con “rostros poshumanos” que seguirían los estándares promovidos por redes como Instagram y TikTok: rellenos inyectables, maquillaje de contornos, pestañas postizas, alaciados, cejas pobladas. ¿Nos pareceremos demasiado a las Kardashian? ¿Ya lo somos?
El morphing llegó para quedarse. Lo que comenzó como un efecto especial de películas fue adoptado por las plataformas. Consiste en realizar el tránsito entre una imagen, generalmente desaliñada y, otra mucho más producida. Y, se volvió una realidad y, peor aún, una cotidianidad a través de diversas aplicaciones en años recientes. Una especie de juego, a partir del clásico esquema de ventas, de “antes y después” con ropa y accesorios, se ha ido tornando en transformaciones radicales de usuarios que, en más de una ocasión, son irreconocibles si vemos sus caras sin maquillaje y/o sin filtros. ¿Una manera divertida de ver cambios de imagen o una señal de nuevos parámetros de rostros y cuerpos?
El mismo Platón decía que “la belleza reside en los ojos del espectador”. ¿Seguiremos sufriendo, normalizando y propagando estereotipos inalcanzables de belleza? ¿No nos daremos espacio para perseguir en las redes lo bueno, lo justo, lo verdadero? ¿Somos sólo espectadores de lo que sucede en las redes? ¿El mundo virtual es perfecto y nosotros simplemente somos su sombra? La respuesta está en nosotras.
*Catedrática de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México.
X: @soylaucoronado