Minifalda maldita.

*Kolumna Okupa .

/ Rocío Silva Santisteban /

Desde que se instituyen los estados prístinos en las diversas geografías mundiales hay un elemento fundante que los estructura: el patriarcado. Gerda Lerner, en 1990, demostró en un libro extraordinariamente documentado, El origen del patriarcado, que en la Mesopotamia donde se establece el primer Estado su relación con un patriarcado incipiente pero instituido sobre el control del cuerpo y de la reproducción de las mujeres fue la piedra de toque de lo que, posteriormente Weber, llamaría el monopolio de la violencia. A pesar de las supuestas reglas de la modernidad sobre la igualdad entre sexos, los Estados modernos no han dejado de tener como núcleo duro las relaciones de poder entre pares fraternos varones (Carole Pateman, El contrato sexual). El patriarcado sigue siendo la columna vertebral de los Estado-nación y sus instituciones están marcadas a fuego por la dominación de las mujeres, con mayor ahínco, si además son pobres y racializadas.

¿Y qué diablos tiene que ver todo esto con la minifalda?

El Poder Legislativo del Perú opera como un patriarcado desenfrenado que, a pesar de la presencia de mujeres parlamentarias, se enseñorea en su machismo y se regodea en su dominación masculina. Los machos del congreso son más explícitos que dos orangutanes golpeándose el pecho antes de pelear. En este nefasto periodo parlamentario, dos congresistas han sido denunciados por violación sexual a sus trabajadoras: ¡uno de ellos la violó dentro de las oficinas del congreso! Está con prisión preventiva esperando juicio y el otro apenas ha sido denunciado esta semana. ¿Los pares fraternos dentro del Poder Legislativo le salvarán el pellejo? No lo dudo. Me avergüenza mi país.

Bueno… ¿y la minifalda?

Vamos por partes. No solo el escándalo de congresistas violadores sexuales de sus propias asesoras y secretarias ha enfangado el Palacio de la Plaza Bolívar. Las impolutas escaleras de mármol han entrado en septicemia desde hace un mes en que se descubrió que el director de la Oficina Legal y Constitucional, Jorge Torres Saravia, un abogado ex aprista, armó una bien entretejida red de servicios sexuales a parlamentarios haciendo pasar a jóvenes mujeres como secretarias u oficinistas a cambio de darle servicios sexuales. El caficho de alto nivel intercambiaba carne fresca por votos ¡y con el dinero del tesoro público! El hombre está muy cercano al Partido Alianza por el Progreso – APP del millonario César Acuña, actual gobernador de la región de La Libertad. Muchos están involucrados en esta nefanda red. Lo peor de todo es que una de las ex asesoras de Torres Saravia fue asesinada de cuarenta balazos en un taxi camino a su casa. La madre de la joven abogada Andrea Vidal ha sido fiscal y espera llegar hasta las últimas consecuencias porque defiende la honra de su hija. Todos los pasquines peruanos no dejaron de llamarla “la china” y hasta el diario español El País la calificó de reclutadora de prostitutas al interior del parlamento. Nada debe sorprendernos, el patriarcado instalado en el ADN de los varones blancos y mestizos con poder en mi país, en NuestraAmérica, tienen la increíble facilidad de pensar que la víctima es la culpable. Siempre.

Por eso el tema de la maldita minifalda.

¿Qué decisión ha tomado el presidente del congreso del Perú para detener esta lluvia grosera de entuertos porno? Se ha ido a un viaje a la China que tenía programado después del APEC para retirarse de costado, lentamente, ante la indignación de la población por el —literal— chongo del congreso. Eduardo Salhuana, presidente del Congreso y militante de APP, parte de la cofradía de machos con poder, decidió que antes de su viaje iba a tomar alguna acción para acallar a la prensa: prohibir las minifaldas en el congreso. Si, atribulada lectora, deconstruido lector, tomó esa tremenda decisión ante la llegada del verano austral y sus calores.

Mi padre siempre me decía: no dudes de la capacidad de la estupidez humana es extraordinaria y dúctil.

El presidente, el director legal y constitucional y los otros congresistas violadores sexuales —innombrables— son miembros activos de este patriarcado racista, colonial, machista y tremendamente irresponsable que ha capturado la mesa directiva del congreso. Las mujeres que la conforman no han dicho absolutamente nada: son funcionales a él.

No se trata solo de una mafia delincuencial que gobierna mi país: es la propia estructura estatal que lo permite. Se trata de la estúpida pero potente idea de que las democracias latinoamericanas deben de tener de modelo al liberal y desgastado estándar de Estado-nación eurocentrado y por eso invisibilizamos las relaciones de poder que marcan las divisiones femeninas-masculinas al interior de la burocracia estatal. La forma de solucionar este asunto no es culpando a las víctimas de su propia violación; aunque vayan con burka son susceptibles de ser violadas porque el forzamiento sexual no es un asunto de lubricidad sino de poder. Aunque las llamen rameras son víctimas de un sistema peligroso de trata de personas al interior del gobierno.

La única manera de solucionar el problema es reconociendo que el Estado opresor es un macho violador/y que la culpa no era mía/ ni donde estaba/ ni como vestía.