*Zurda.
/ Ruth Zavaleta Salgado. /
Bajo el título Plan México, en esta semana, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó un nuevo proyecto de desarrollo económico para ejecutarse durante su sexenio. El objetivo principal es que México se convierta en la décima economía del mundo. Tres de sus acciones principales consisten en: incentivar las inversiones extranjeras; financiar a las pymes e, incentivar que los mexicanos compremos lo que se genere en México. Lamentablemente, aunque el plan suena como un buen proyecto, a la luz de la realidad no deja de ser un bonito proyecto poco posible de realizar. En primer lugar, porque desde el sexenio pasado, la tendencia es que los capitales de inversión se han ido y no que han venido, por ejemplo, de 2023 a 2024, las nuevas inversiones se redujeron en 45.6% (SHCP); en segundo lugar, los capitales requieren certeza jurídica, ésta se encuentra vulnerada a partir de la reforma judicial que, principalmente, implica la pérdida de independencia judicial de jueces y magistrados al ser electos de forma popular; en tercer lugar, se necesita garantizar la seguridad pública y el Estado de derecho para frenar el alto costo del crimen para las empresas que, en 2023 implicó 124 mil 300 millones de pesos (Inegi). Finalmente, no deja de llamar la atención eso de que los mexicanos compremos lo que se produce aquí suena a una vieja política económica que ya se impulsó en el pasado y que fracasó contundentemente, pero también suena a una gran contradicción con la realidad del mundo globalizado en el que vivimos. Por todas estas razones, lo más plausible, es que el Plan México sea sólo una utopía como las que impulsaron otras naciones en el pasado.
El origen del concepto “utopía” se deriva del nombre de una ciudad imaginaria que describió Tomás Moro en 1516, por lo tanto, durante varios siglos, su significado se relacionó con algo ficticio, es decir, con un proyecto deseable, pero irreal. Sin embargo, posteriormente, el concepto se vinculó con la idea de cambio y de pensar realidades diferentes a las que se viven y de actuar para lograrlo. Aun cuando, desde esta perspectiva, se puede pensar en algunos cambios de desarrollo social se derivaron descubrimientos científicos, la diferencia más clara entre un significado y otro fue marcada por Karl Marx y Friedrich Engels cuando distinguieron el socialismo utópico del científico; el primero lo relacionaron con una idea romántica del cambio social y, el segundo, con un proyecto revolucionario que ellos mismos describieron en el Manifiesto comunista de 1848, y que fue inspiración de quienes encabezaron diversos movimientos sociales y políticos en el mundo a partir de esa fecha, incluido la región de América Latina en las décadas de los 60 y 70. Al paso de los años, los resultados de la ejecución de proyectos que originalmente se consideraron utópicos y que se derivaron de las ideas del socialismo revolucionario, están a la vista. Un caso emblemático es el de Cuba. Al respecto, si alguien quiere conocer sobre la situación de Cuba, antes y después de la Revolución, que derivó en el actual régimen político, le sugiero leer Ir a la Habana de Leonardo Padura.
Obviamente, no podemos deducir que todos los proyectos utópicos que se derivaron de los ideales marxistas hayan concluido en malos resultados, por el contrario, hay otros ejemplos de regímenes políticos que lograron transitar hacia un modelo conocido como socialdemocracia, con un régimen político democrático consolidado y con economías que generan más igualdad social que cualquier otro modelo, pero para lograr esta transición, la clase gobernante tuvo que reconocer primero que había problemas teóricos y prácticos en lo que estaban implementando y que se tenía que cambiar el modelo de desarrollo. Al respecto, cabe la duda sobre lo que piensan los legisladores de Morena y sus aliados, ¿podrán reconocer que la mayoría de las reformas constitucionales y legales que han aprobado a partir de septiembre del año pasado, afectan la democracia y generan incertidumbre en materia económica?, ¿en un futuro inmediato, frente al fracaso de la viabilidad de sus planes, la llamada Cuarta Transformación asumirá su responsabilidad ética y política?