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/Eduardo Sadot/
Ante las amenazas de Trump recomponer el tejido social y la solidaridad nacional perdida por el desprecio a quienes no votaron por el gobierno o lo critican.
Es comprensible por muy criminal y antipatriota que parezca, que el abuso de los gobiernos y la falta de mecanismos de defensa de los particulares frente a los abusos del poder lanzan a los ciudadanos a la desesperanza, el desencanto y la impotencia de no poder hacer nada, seguramente así le sucedió a muchas generaciones a lo largo de la historia de México.
El separatismo de algunos estados de la república, durante los gobiernos de Santana Ana, los conservadores que salieron a ofrecerle México a un príncipe de Europa, quizá con la esperanza absurda de contar con el respaldo económico, político y militar de gobiernos europeos. Qué tan malos mexicanos fueron esos, que ante la impotencia frente a gobiernos sin sustento democrático evidente, controlaron al país.
Las luchas “internas” en México, han sido campo fértil para que florezca la división y el descontento entre los mexicanos, han sido pretexto para gobiernos como el de Estados Unidos, el de la Francia del siglo XIX, para armar a los mexicanos contra los mexicanos, a estas alturas, con la madurez que implica el crecimiento escolar y cultural de un pueblo, sería difícil juzgar y culpar a tirios y troyanos, cuando finalmente ambos son culpables y ambos tienen razón para actuar como lo hicieron.
En México y en el mundo ha sido común también, que gobiernos que han sido intolerantes y tiranos con sus oposiciones, en momentos de provocar la amenaza de otros gobiernos, se rasguen las vestiduras gritando ¡nos agreden, nos agreden! Convocamos a la unidad nacional contra el invasor. Con qué cara, con qué autoridad – como dicen en Veracruz, con qué cara de perro, refiriéndose a lo inexpresivo los caninos – esos gobiernos después de descalificar, agredir e insultar a sus pueblos y a sus opositores, piden unidad en torno a ellos, aprovechando el sentido patriota de sus pueblos, eso debieron pensarlo cuando gritaban desgañitándose a insultos ¡adversarios! ¡conservadores! ¡fifis! ¡fachos! ¡neoliberales! Sin reparar que se trataba de mexicanos igual que ellos. Eso debieron pensar los gobiernos cuando arengaron al odio que dañaban a la unidad nacional y con ello a todos los mexicanos y a la patria.
Cuando gritaban “si no están sujetos a mis caprichos y ocurrencias están en contra mí”, asumiéndose la encarnación de México, desconociendo la diversidad, descalificando a todos los que les contradigan.
Es solo con evidencias, cómo la amenaza extranjera la debieran haber previsto, lo que con su ignorancia supina y su engreimiento desbordado no pudieron ver, claro que nunca lo podrían ver, porque no tuvieron visión de estadista, ni capacidad de análisis, sumidos en la creencia de que empoderados todo lo podían y que no necesitaban de nadie más, que con el número de su fanaticada. Es ahí precisamente donde los números los ponen frente a la pared, los encaran frente a la realidad que en la euforia de su vanidad, negaron y desestimaron, esa insultante autosuficiencia sin ni siquiera el cincuenta por ciento del universo de electores – por el abstencionismo que ignoraron – creen aún, que tuvieron mayoría, cuando tuvieron que corromper a legisladores para alcanzar la mayoría necesaria, que si por el contrario, hubieran tenido la visión de estadista, nunca habrían tenido que llegar a ofrecer un México dividido, ese México dividido que ellos mismos construyeron con su obcecación y petulancia.
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