*Escrito por Lucía Melgar Palacios.
Contra el espejismo de la superioridad occidental, de la “civilización ilustrada” contra la “barbarie” de los “otros”, el odio y la misoginia están sacando a la luz el rostro más descarnado del Patriarcado, ese que iguala los rasgos de los líderes autocráticos que siembran miedo, desolación y muerte, en nombre de una falsa justicia.
Les llamemos fascistas, neofascistas o islamistas, nos parezcan náufragos del siglo XIX o rémoras de un obscuro siglo XX, personajes como Trump, Milei o Jamenei confirman hoy que todo sistema de poder vertical descansa sobre una base de inequidad, discriminación e injusticia que, más temprano que tarde, hace de las mujeres los chivos expiatorios de todo mal, real o imaginario.
¿Cómo explicar, si no que, en Irán, un país hostil a la libertad y la vida de las mujeres, se justifique moral y legalmente el asesinato de una mujer por “honor familiar”, se persiga a jovencitas y mujeres por no portar “correctamente” el velo, se les encarcele y torture hasta la muerte (como en el caso de Mahsa Amini) y ese régimen se permita usar la violación y la tortura sexual como medios de purgar y castigar delitos de “corrupción en la tierra” o traición al régimen?
Más allá de las innegables violaciones a los derechos humanos de toda persona que cuestione las normas del régimen, éste persigue con particular ferocidad a las mujeres porque ellas lo desafían día a día, con su sola imagen y su afán de libertad. Por eso el lema “Mujer, Vida, Libertad” es por sí mismo un grito de rebeldía y de afirmación de las ganas de vivir con dignidad.
¿Qué sino una profunda misoginia, compartida como resentimiento revanchista por sus seguidores, explica las diatribas del presidente argentino contra “el feminismo radical” en Davos? ¿Por qué arremetió desde el inicio de su gobierno contra el lenguaje incluyente, sino para afirmar con todo el poder del Estado la primacía del secular lenguaje genérico (masculino universal) y de la imagen falsamente neutra (masculina) del Ciudadano? ¿Por qué pretende ahora el ministro de justicia eliminar el delito de feminicidio del código penal argentino?
Argumentar, como lo ha hecho, que esta tipificación específica supone otorgar más valor a la vida de una mujer (o de una persona trans) es una falacia. Si las feministas mexicanas (o argentinas) buscaron establecer una distinción legal particular y si desde México, por ejemplo, hemos profundizado en este tema, fue y es para poder explicar, comprender y combatir las causas de un asesinato que se da, se tolera, justifica y queda a menudo impune porque se mata a una mujer por serlo. Si en algunos casos la pena se impone una pena mayor, es porque hay más crueldad, más agravantes, lo mismo que en un homicidio doloso perpetrado con saña y abuso de confianza.
¿Acaso no es la utilidad política de la retórica supremacista blanca misógina lo que ha llevado al nuevo presidente imperial a erigirse en líder moral, defensor del sexo biológico contra la “ideología de género”, gran inquisidor contra los principios de no discriminación, “diversidad, equidad e inclusión” en menos de una semana? ¿Acaso no resuenan ecos revanchistas detrás de la supuesta defensa de los hombres y de las mujeres (contra lo queer), de la reivindicación del “mérito” contra las políticas de inclusión que han favorecido a las ”minorías” para compensar desequilibrios seculares?
Los políticos y empresarios que en Estados Unidos avalen hoy semejantes decisiones tendrán que hacerse cargo de las iniciativas racistas que pronto se harán más explicitas, ya presentes en los intentos legales por limitar el voto de la población afroamericana o en las detenciones de ciudadanos/as de ese país por el simple hecho de hablar en español.
Como los fundamentalismos del pasado y el fascismo del siglo XX, las autocracias actuales empiezan por discriminar y marginar a los “indeseables”, ven en las mujeres a reproductoras de la especie y buscan ciudadanos dóciles.
Bajo este y otros disfraces, el Patriarcado mata… y lo niega.