*Otras miradas a las desapariciones en las fronteras de México (III)
/ Ashley Nelcy García Rodríguez *
Me gusta pensar que Irma Sabina Sepúlveda me encontró mientras curioseaba en un pasillo de la biblioteca “Nettie Lee Benson Latin American Collection”, en la Universidad de Texas en Austin. Su obra “Los cañones de Pancho Villa” (1969) apareció entre decenas de libros relacionados con la historia y la literatura del norte de México: su forma de narrar llamó mi atención. Los cuentos registraban la jerga que mis abuelos, originarios de Nuevo León, usaban. A su vez, los relatos “Tenazas” y “El quebradero”, tocaban un tema que ha afectado a mi familia y a mi comunidad de Miguel Alemán, Tamaulipas: las desapariciones forzadas.
Sepúlveda nació el 28 de marzo de 1930 en San Isidro Potrero, ubicado en el municipio de Villaldama, Nuevo León. La experta en estudios literarios, Mónica Díaz Avilez, afirma que sus cuentos recuperan la tradición oral de la zona rural de Nuevo León, y más específicamente de Villaldama. Sus historias también reconstruyen hechos cotidianos que dan a conocer la realidad social y los problemas que afectaron a los pueblos que se vieron alienados del desarrollo ocurrido en Nuevo León durante la era de la reforma agraria y el inicio del desarrollo urbano [1].
La obra Los cañones de Pancho Villa fue autofinanciada por la autora, y tan solo mil ejemplares salieron a la venta en Monterrey. El relato “Tenazas” empieza con la frase “TENGO FRÍO!”, palabras que le pertenecen a una adulta mayor, cuya identidad es desconocida hasta el cuento “El quebradero”. Mientras la mujer intenta recordar dónde dejó las tenazas de la chimenea, explica por qué decidió educar a su hijo, Mauricio, como madre soltera, después de quedar viuda. La narradora describe los valores que le enseñó a Mauricio y cómo él se convirtió en su cuidador y en un exitoso comerciante. Entre interrupciones y preguntas retóricas, revela lo que le sucedió la noche en que su hijo desapareció y los esfuerzos que hizo para encontrarlo. Su historia concluye con una frase que cantaba Mauricio cuando era niño.
“El quebradero” está compuesto de trece capítulos cortos. El narrador es un miembro de la comunidad que trabaja como gerente de un pequeño almacén de nueces. El personaje anónimo describe los eventos cotidianos del día, como el drama romántico entre las trabajadoras y un visitante extranjero. De vez en cuando, interrumpe el chisme para entretejer las historias asociadas con las trabajadoras que no están involucradas. Por ejemplo, el capítulo siete, que solo tiene dos páginas, está dedicado a la protagonista de “Tenazas”. Allí se revela su nombre: Nievitas. Aunque breve, el narrador cuenta la historia de la madre del desaparecido y hace referencias a su trauma físico y psicológico. Al final, concluye “El quebradero”, con una descripción de la muerte de Nievitas.
¿Quién cuenta como un desaparecido/a?
Como sabemos, los cuentos escritos por Sepúlveda recrean sucesos cotidianos que ocurrieron en la zona rural de Nuevo León durante la era de la reforma agraria y el inicio del desarrollo urbano. Las preguntas en cuestión son: ¿podemos usar estas narrativas para redefinir las palabras “desaparecido/a” y “desaparición forzada”? Y, ¿podemos usar estos cuentos para pensar en las desapariciones que ocurrieron en el norte de México antes de 1950?
La socióloga Carolina Robledo Silvestre, documenta que el acto violento de desaparecer personas fue ampliamente utilizado por la antigua Unión Soviética en la década de 1930. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) registró el acto dentro del marco legal hasta la década de 1950 [2].
En el contexto latinoamericano, la definición legal, proveniente del artículo II de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas [3], ha sido útil para comprender, estudiar y denunciar las desapariciones forzadas que fueron cometidas por gobiernos de dictadura entre los años sesenta y setenta. Sin embargo, tal y como lo plantea Robledo Silvestre, es necesario revisar esta categoría en un contexto donde las desapariciones fueron (y son) cometidas por grupos criminales y cárteles de la droga, que colaboran con funcionarios del Estado.
Aunque Robledo Silvestre escribe sobre las desapariciones forzadas cometidas durante la guerra contra el crimen organizado (2006-2012), su revisión me ayuda a redefinir los términos desaparecido y desaparición forzada. El trabajo de la escritora y académica peruana, Lucero De Vivanco sobre “primera muerte”, “segunda, muerte” y “tercera muerte” [4], ha sido útil redefinir estos términos que bien podemos usar para pensar en las desapariciones que ocurrieron en norte rural que Sepúlveda recrea en sus cuentos o las que ocurren en la actualidad.
Para reflexionar, podemos concluir que una desaparición forzada puede resultar en tres desapariciones. Esto significa que la víctima no sólo desaparece al ser privada de su libertad y vida, sino que sufre una segunda desaparición al ser borrada, mal contada o excluida de los discursos y documentos existentes. La secuela de una desaparición física e institucional es una tercera desaparición. Es decir, los familiares de una persona que no ha sido contada como víctima de una desaparición forzada también cuentan como desaparecidos.
Nievitas: una madre buscadora
En “Tenazas”, Nievitas, la madre del desaparecido, busca unas tenazas y simultáneamente cuenta su historia de principio a fin. También revela los esfuerzos que ha hecho para encontrar a su hijo, Mauricio. La narrativa está repleta de frases repetitivas, preguntas retóricas y múltiples temas de conversación que afectan la coherencia del cuento. Yo interpreto los cambios bruscos dentro de la narrativa como una manifestación física de un trauma psicológico.
La incoherencia puede representar la perpetua confusión que una persona experimenta cuando su familiar es desaparecido. Acerca de este tema, la historiadora brasileña Janaína De Almeida Teles, afirma que, en muchos casos, la descripción del acto de violencia no es el componente principal del testimonio [5]; lo que hace la narrativa es la resistencia o la incapacidad para comprender tal acto.
Las frases repetitivas que aparecen en “Tenazas” también pueden representar el trauma que experimenta la madre del desaparecido. En cuanto a este tema, Teles señala que la repetición opera como síntoma [6], que representa la imposibilidad del familiar de traducir la complejidad de la violencia. En “Tenazas”, Nievitas repite lo siguiente en su búsqueda por las tenazas:
Tenazas, tenazas, las piernas del diablo”-cantaba mi hijo cuando era chiquito y me ayudaba a buscarlas.
¿Dónde dejé las tenazas?… “Tenazas, tenazas, las piernas del diablo”… ¿dónde están, hijito?
Tenazas, tenazas, las piernas del diablo”–cantaba mi niño [7].
Aunque hay instantes en donde la madre encuentra la herramienta, la extravía continuamente; aparentemente, la mujer sufre pérdida de memoria o demencia senil. Sin embargo, la repetida frase y su conexión con Mauricio, podrían representar lo difícil que es para ella comprender lo que le sucedió a su hijo. Esto podría ser cierto si se toma en cuenta la forma en que Nievitas describe a su hijo. Ella dice: “No le enseñé a quererme porque no hizo falta” [8].
Para Nievitas, la desaparición de Mauricio no tiene explicación, y por esto recurre a una actividad que le recuerda la existencia tanto de él como la de sí misma. Se podría argumentar que los recuerdos relacionados con la infancia de Mauricio, no sólo defienden su inocencia en su forma más pura, sino que esas memorias también reafirman la existencia del desaparecido y la maternidad o la existencia de su madre. En otras palabras, la búsqueda de las tenazas es una forma de denunciar una desaparición forzada y eventualmente prevenir una segunda desaparición.
Trabajo de duelo para no olvidar.
¿Y cómo previene una comunidad una tercera desaparición? Para esto hay que entender el significado que tiene el trabajo de duelo en la región fronteriza del país. Mi interpretación de trabajo de duelo no se deriva de la noción psicoanalítica del duelo, sino de las obras escritas por Cristina Rivera Garza, Dolerse: textos desde un país herido (2011) y Autobiografía del algodón (2020), así como en Antígona González (2016) escrita por Sara Uribe. Recurro al trabajo de estas mujeres fronterizas porque sus descripciones de duelo, dolor y dolerse, me permiten teorizar que el dolor físico y emocional produce alguna forma de trabajo consciente. Es esta idea del duelo la que me permite ofrecer el trabajo de duelo como un tipo de acción que realizan las personas que sobreviven a la violencia institucional, estructural, física o simbólica.
Las investigadoras académicas, Angélica Pizarro e Ingrid Witterbroodt explican que la amnesia o el olvido no implica que algo no existiera o no sucediera, sino que, más bien, fue negado, borrado o silenciado [10]. El combate al olvido y al dolor mediante el trabajo de duelo, se pone en práctica en “El quebradero”, por medio de la reiteración.
Como lo he mencionado, Nievitas es brevemente mencionada en el cuento narrado por un miembro de la comunidad que trabaja como gerente en un quebradero. Sin embargo, el último párrafo de la narrativa, es una descripción de su muerte:
Nievitas se murió el año pasado. Fue en los meses de frío. Por esa costumbre que tenía de dejar la puerta entreabierta por si llegaba el hijo, amaneció muerta de frío como una palomita. Dios quiera que en la otra vida haya podido encontrarlo. [11]
Yo entiendo este último párrafo como un esfuerzo para combatir el silencio y la subsecuente amnesia en el noreste de México. Ante esto, también propongo que el reiterar la misma historia desde diferentes puntos de vista también ayuda a denunciar la violencia.
En este sentido, el análisis del antropólogo Allen Feldman sobre el montaje, es útil para argumentar por qué el reiterar las historias desde diferentes puntos de vista tiene un significado político. Según Feldman, los montajes se crean cuando una entidad repite una imagen o narrativa constantemente con el fin de desensibilizar al espectador. Él argumenta que la táctica ha sido usada para justificar actos violentos en contra de ciertos grupos y personas [12]. En relación con Los Cañones de Pancho Villa, es posible que el narrar la historia de Nievitas una vez, ya sea desde la primera o la tercera persona, haya resultado en indiferencia. En otras palabras, la historia se habría perdido en el montaje o colección de narrativas. Del mismo modo, repetir historias sobre los desaparecidos o historias que representan violencia sensacional, habría causado insensibilización. Sin embargo, contar la trágica historia desde diferentes puntos de vista, visibiliza la presencia de violencia.
Reiterar el mismo relato desde otro punto de vista es también una forma de denunciar la impunidad en un Estado que no protege ni hace justicia a sus ciudadanos. Narrar desde afuera nos demuestra que hay diferentes formas de contar a las víctimas. Aunque no sabemos si Mauricio y Nievitas realmente existieron, repetir su historia desde diferentes puntos de vista nos sugiere que hay una necesidad de reflexionar sobre las desapariciones de esta época, y las secuelas que estos actos de violencia causan a los familiares.
Cuentos para recordar.
Ahora, ¿por qué es importante pensar en las desapariciones que ocurrieron post Reforma Agraria? Pensar en las desapariciones que ocurrieron antes de 1950, nos ayuda a pensar en la presencia temprana y la continuidad de estos actos de violencia en el norte de México. A su vez, estos crímenes nos ayudan a repensar la historia de la región. Esto es importante porque una narrativa concentrada en la modernización y el crecimiento, ha silenciado a comunidades norteñas que han sido fracturadas por la pobreza. Esta precariedad ha obligado a personas a migrar a centros urbanos como Monterrey o a los Estados Unidos, migración que no sólo ha dejado ranchos y pueblos abandonados; otra de las secuelas ha sido la pérdida de registros orales. Este último punto nos ayuda a reflexionar sobre el papel de la comunidad en la documentación de muertes y desapariciones. En cuanto al tema, el sitio web del INEGI indica que antes de 1987 las muertes estaban registradas en un documento colectivo [13]. Los informantes, en la mayoría de los casos miembros de la comunidad, eran los responsables de registrar pérdidas humanas como las que nos presenta Sepúlveda.
Por último, ofrezco esta reflexión para no olvidar a Irma Sabina Sepúlveda. Liza Michelle Monter Arauz, experta en estudios hispánicos, comenta que su trabajo literario fue reconocido por Juan Rulfo, Juan José Arreola y Antonio Acevedo [14]; pese a ello, somos pocas las personas que conocemos su trabajo. Esto me hace cuestionar si fue silenciada por un Estado y una sociedad interesados en promover un discurso centrado en el progreso, en vez de en la desigualdad y la violencia. Hago hincapié en este tema, porque Sepúlveda dejó de publicar en 1970. Su última obra, El agiotista (1970) fue extremadamente criticada por mostrar “predilección por los marginados” [15]. Lastimosamente, esos comentarios, y quizás otras circunstancias, la hicieron estar fuera del ojo público hasta el día de su muerte en el año 1988. Pese a ello, hoy la recordamos.
*Ashley Nelcy García Rodríguez es doctora en estudios de la cultura y literatura ibérica y latinoamericana. Investiga representaciones de violencia, trauma y memoria en producciones culturales relacionadas a la frontera México-Estados Unidos.
*Este texto es una colaboración entre el LEVIF (https://www.colef.mx/levif/), de El Colegio de la Frontera Norte, y A dónde van los desaparecidos.
El Laboratorio de Estudios sobre Violencia en la Frontera (LEVIF) es un proyecto de El Colegio de la Frontera Norte que tiene como objetivo analizar la violencia criminal en esta región fronteriza México-EE UU, generar eventos y documentos de divulgación científica sobre el tema.
La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición del LEVIF ni de A dónde van los desaparecidos.
Referencias:
[1]. Díaz Avilez, M. (1998). Paísaje de Nuevo León en la literatura: visión de tres mujeres. Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, p.12, 31.
[2] Robledo Silvestre, C. (2016). Genealogía e historia no resuelta de la desaparición forzada en México. Íconos. Revista de Ciencias Sociales, (55), 93–114. https://doi.org/10.17141/iconos.55.2016.1854
[3] Department of International Law, OAS. (n.d.). Inter-American Convention on Forced Disappearance of Persons. https://www.oas.org/juridico/english/treaties/a60.html#:~:text=For%20the%20purposes%20of%20this,the%20state%2C%20followed%20by%20an.
[4] De Vivanco, L. (2018). Tres veces muertos: Narrativas para la justicia y la reparación de la violencia simbólica en el Perú. Revista Chilena de Literatura, (97), 127–152. https://www.jstor.org/stable/10.2307/90020775
[5] Teles, J. D. A. (2014). Melancolía y luto en los relatos de la dictadura brasileña. Tla-Melaua. Revista de Ciencias Sociales, 8(36), 80–102. https://doi.org/10.32399/rtla.8.36.64
[6] Teles. “Melancolia y luto en los relatos de la dictadura brasileña” (n5).
[7] Sepúlveda, I. S. (1969). Los cañones de Pancho Villa. Sistemas y Servicios Técnicos, p. 21.
[8] Sepúlveda. Los cañones de Pancho Villa (n6), p21.
[9] Ibid., 23.
[10] Pizarro Angélica, & Wittebroodt, I. (2002). La impunidad: Efectos en la elaboración del duelo en madres de detenidos desaparecidos. Castalia: Revista de la Psicología de la Academia, (3), 115–135. http://bibliotecadigital.academia.cl/handle/123456789/2367
[11] Sepúlveda. Los cañones de Pancho Villa (n7), p.114.
[12] Feldman, A. (2015). Archives of the insensible: Of war, photopolitics, and dead memory. University of Chicago Press. https://www.barnesandnoble.com/w/archives-of-the-insensible-allen-feldman/1121733283?ean=9780226277479
[13] Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (n.d.). Mortalidad. https://www.inegi.org.mx/programas/mortalidad/default.html#Tabulados
[14] Arauz, L. M. M. (2021). Narradoras del norte: estudio geocrítico de la obra de Adriana García Roel, Irma Sabina Sepúlveda y Sofía Segovia (M.A. Thesis). Universidad Autónoma Metropolitana. http://hdl.handle.net/11191/7497
Ibid., 33.