03.03.2025.- La violencia simbólica es un tipo de violencia de género que se encuentra arraigada en nuestra sociedad hasta tal punto que la normalizamos llegando, incluso, a ser invisibilizada. La misma funciona como mecanismo de control social que, a través de los usos y las costumbres, reproduce desigualdades de género.
La violencia simbólica es definida como aquella que, mediante patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmite y reproduce desigualdad, dominación y discriminación en las formas de relacionarnos con otros, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad.
Uno de los ejemplos más claros para saber si ejercer violencia política de género en su modalidad de simbólica es revisar cómo calificas a las mujeres que están en política. Payasa, sirvienta, florero, prostituta, son apenas el hilo de la madeja.
Es decir, la violencia simbólica se manifiesta en diversos aspectos de la vida cotidiana, como en el menosprecio moral, el control económico, el control de la sociabilidad, la descalificación intelectual y la descalificación profesional y sobre todo no se lo aplican a hombres porque su formación cultural se los impide .
La violencia simbólica reproduce estereotipos de género que profundizan las desigualdades existentes entre los hombres y las mujeres. Los estereotipos son todas aquellas representaciones que le asignan características y roles específicos a hombres y mujeres solo por su género. Estas suelen ser generalizaciones e ideas simplificadas que contribuyen a reproducir el discurso patriarcal.
El lenguaje que utilizas cumple un rol central en la transmisión de la violencia de género, ya que la misma se reproduce a través de discursos, escritos, opiniones, normas y creencias. Así, la violencia simbólica logra imponerse mediante el lenguaje que, persuadiendo u ordenando, genera conductas que resultan discriminatorias, prejuiciosas y generadoras de estereotipos.
Este tipo de violencia se interioriza en los mensajes que recibimos diariamente y pasan a ser aceptados socialmente. Un espacio inicial en el que se reproducen estos discursos es la familia. Esto se debe a que ella es el primer lugar de socialización de los niños y niñas, donde aprenden como deben comportarse e incorporan sus primeros hábitos.
Un ejemplo de este tipo de violencia se puede ver claramente en la división de tareas hacia el interior de los hogares. Si bien hoy en día el feminismo ha avanzado en derribar los estereotipos de género, durante mucho tiempo se creía –e incluso algunos lo siguen creyendo- que solamente las mujeres debían ser las encargadas de las tareas domésticas, de cuidar a los niños y a los adultos mayores.
Otro ejemplo lo podemos encontrar en el mundo de la política, donde a muchas mujeres las suelen definirse primero como madres, sirvientas, acompañantes, y hay quienes ni siquiera pueden decirles Presidentas o comandantas, o soldadas. Su valores machistas introyectados no se los permiten.
En contraste es muy difícil encontrar que a hombres los definan primero como “padres” y, en segundo lugar, en función de su cargo público.
Los medios de comunicación e información son espacios centrales de la reproducción de la violencia simbólica
Los medios de comunicación son uno de los principales espacios donde se transmiten discursos que refuerzan las desigualdades y los estereotipos de género. Esto suele suceder por medio del contenido de noticias, programas de ficción o de entretenimiento. Además, al ser espacios que llegan a gran cantidad de personas, contribuyen a una diseminación masiva y a un fuerte arraigo en la sociedad de este tipo de violencia.
Sin embargo, se debe reconocer que actualmente se ha logrado un gran avance en el ámbito de los medios donde ya no solo se reproducen imágenes negativas de las mujeres y adolescentes y hasta niñas, aun cuando los hay especializados en revictimizar a las mujeres.
Sin embargo la inclusión exitosa de las mujeres en la política ha duplicado los escritos en su contra y el avance para no caer en la reproducción de los estereotipos de género se ha ido a la basura pues se trata no solo de la lucha por el poder para llegar a espacios de decisión, sino la lucha por el poder en el imaginario colectivo de hombres que rebasan los 60 años que son los que se sientan a escribir e insultar en su contra en la internet.
La publicidad es uno de los principales espacios en donde se reproducen estereotipos de cómo deben verse las mujeres, cómo deben actuar y que roles tienen que ocupar. Uno de los efectos más negativos que tiene la publicidad para con las mujeres está relacionada con la imagen que ellas mismas tienen sobre su cuerpo. La publicidad suele mostrar un ideal de belleza femenina y cuerpos inalcanzables, dando lugar a parámetros que son imposibles de alcanzar, pero que generan una mirada sancionatoria hacia aquellas mujeres que no cumplen con los estándares de belleza impuestos.
La violencia simbólica en los países latinoamericanos
La gran mayoría de los estados latinoamericanos no reconoce la violencia simbólica como una problemática con fuertes consecuencias tanto para los hombres como para las mujeres. Esto es así debido a que, en gran medida, los países latinoamericanos no contabilizan los casos de violencia simbólica, ni tampoco hay una concientización y prevención sobre la misma.
Afortunadamente en México, donde los discursos de odio sobre mujeres en la política ha llevado a diversas violencias, incluyendo la extrema el feminicidio, en el congreso diputadas del partido en el poder han puesto en tribuna el tema para tipificarla y definirla.
La violencia simbólica suele estar muy naturalizada en los discursos y mensajes que circulan en la sociedad, por lo que es muy difícil reconocerla. De los países latinoamericanos, Argentina es el único que reconoce la violencia simbólica y tiene un registro de las denuncias que se realizan por este tipo de violencia. A su vez, Argentina ofrece planes nacionales, acompañamiento y lleva a cabo relevamientos con el objetivo de prevenir la violencia simbólica.
En cuanto al resto de los países latinoamericanos, siguiendo la clasificación realizada por María Fernanda Romain, nos encontramos con países que tipifican la violencia simbólica como un tipo de violencia contra la mujer, pero sin relevamientos al respecto (Bolivia, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Uruguay y Venezuela); aquellos que no la tipifican de ningún modo, pero que la regulan por medio de normativas en torno a la producción de contenidos audiovisuales y publicitarios (Perú, Colombia, Chile, Honduras, Costa Rica, Brasil, Puerto Rico, República Dominicana, Guatemala, México y Nicaragua); por último, Cuba es el único país que no ofrece ningún tipo de regulación ni normativas para abordar las diversas formas de violencia de género, entre ellas, la violencia simbólica.
Con el fin de visibilizar y luchar contra la violencia simbólica es de vital importancia que quienes trabajan en publicidad y comunicación consulten a personas especializadas en desigualdades de género. De esta forma, se podrán desarrollar soluciones que aborden las problemáticas de género que se reproducen en los medios de comunicación.
En paises donde se esta legislando sobre la materia deberán analizar los alcances y sanciones.
Además es necesario que la sociedad ponga en cuestionamiento el sentido común, a partir del cual se construyen estereotipos de género que reproducen desigualdades, teniendo en mira el objetivo de construir un mundo más igualitario.
Es decir, se debe plantear un pensamiento crítico ante las construcciones sociales que definen a los hombres y a las mujeres en base a determinados roles que deben cumplir.