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Mis Proyecciones en el espejo
Por Paula Roca
La vida nos regala experiencias y aprendizajes que nos conducen a destinos que nunca imaginamos. Como un ave que surca el cielo sin ataduras, disfrutando del paisaje, así deberíamos aprender a viajar: ligeros. La libertad no está en lo que acumulamos ni en la ambición desmedida, sino en soltar aquello que nos pesa.
La verdadera riqueza llega cuando aprendemos a vivir sin cargas innecesarias, cuando lo único que llevamos es un equipaje liviano, sin incomodidad. Viajar ligero es disfrutar el trayecto sin que el exceso de equipaje nos impida avanzar.
A menudo esperamos demasiado de los demás, nos aferramos a lo material y nos endeudamos con cargas emocionales que nos impiden ver la belleza del trayecto. Caminamos con el peso de culpas, resentimientos y heridas que no siempre son nuestras, tropezando una y otra vez con la misma carga. Nos sentimos frágiles porque llevamos demasiado encima, sin darnos cuenta de que soltar es el verdadero alivio.
Viajar ligero significa moverte sin miedo, sin cargas que frenen tu andar. Es avanzar con paso firme, sabiendo que cada decisión es un movimiento consciente. Es volar como Pegaso, correr como un centauro que alcanza la cúspide de una montaña y, desde lo alto, contempla el camino recorrido con gratitud.
Volar y viajar ligero nos lleva a la esencia de la vida, esa que buscamos en una playa, en el primer rayo de sol de un nuevo amanecer, en la brisa que nos recuerda que estamos vivos. Es tener lo necesario sin preocupaciones, sumergirse en el mar sin miedo a ahogarse, sentir la arena bajo los pies y la conexión con el universo.
El día que partamos, no nos llevaremos nada, solo quedará el recuerdo de nuestras acciones. No valdrá la pena haber acumulado bienes si esa ambición nos hizo perder más de lo que ganamos. En cambio, viajar ligero nos permitirá terminar el viaje con una sonrisa, con la satisfacción de haber vivido con libertad, con el alma libre como un ave y el espíritu fuerte como un centauro en la cima
